lunes, diciembre 20, 2010

Biutiful.


Es duro asistir a películas como ésta. Bardem está increíble. Probablemente, rozando la sobre-interpretación pero es que le da tal hondura a los sentimientos y situaciones por las que pasa que te desborda. Dice uno de los críticos cinematográficos que la película noquea. Eso es exactamente lo que yo he sentido. Sales noqueado con tantos frentes abiertos: los chinos, la esposa, los hijos, la propia enfermedad.
La película se acaba de estrenar. La dirige Alejandro González Iñárritu, el mismo de Babel, 21 gramos o de Amores Perros. Así que cuenta con un buen expediente, aunque esta vez le faltaba su guionista habitual, Arriaga, con el que parece que ha roto. Quizás los muy especialistas lo noten, pero la verdad es que, con su nuevo equipo, ha conseguido una película maestra. Probablemente porque Bardem hace un papel insuperable (premio de Cannes al mejor actor). Te mantiene en vilo, en un tono cansino, eso sí, durante las dos horas y media que dura la película. Prefiero, desde luego, la películas que transmiten felicidad, esas de las que las que sales del cine desbordante de endorfinas, pero aunque ésta sea todo lo contrario, he de reconocer que es una gran película. Inmensa y preocupante, con una fotografía y una música de gran cine.
La historia se hace un tanto confusa por querer abordar tantos temas. Parece claro que el director quiere hacer una película de denuncia social. Pero le hubiera bastado con un aspecto. Se hace pretencioso querer afrontarlos todos: desde la inmigración y el subempleo a la corrupción policial, desde la pobreza a la violencia, desde la homosexualidad a la infidelidad, desde los propios problemas de salud a la debilidad psiquiátrica de la esposa, desde su amor de esposo contrariado a un amor paterno sin fisuras. Demasiados temas, excesiva angustia, mucha emoción. Él (Javier Bardem) es un hombre separado, padre de dos hijos a los que adora y a los que trata de educar lo mejor que sus condiciones le permiten. Su esposa es una enferma bipolar que se dedica a la prostitución y por eso perdió la patria potestad. Sólo que, la pobre, desearía volver. El padre sobrevive con pagos que le van haciendo diversas mafias chinas por mediar ante la policía (corrupta en este caso) y ante los empleadores (también corruptos). Sin embargo, su posición en todos esos frentes es bastante honesta y va haciendo todo lo que él es capaz. Eso no evita que las cosas se le tuerzan y que sus buenas intenciones se conviertan en causa de una enorme catástrofe. Y, a todas estas, Barcelona, la Barcelona cutre de la inmigración y los abusos policiales, esta muy bien retratada. Aunque duela.
La historia de Bardem es, así, una biografía intensa y con los colores ocres del sufrimiento. Apenas hay sonrisas en la película. No te dan respiro. Y la muerte, tema básico de Iñárritu, siempre rondando. Es cine de Viernes más que de Domingo. No estoy seguro de que se disfrute viéndola, pero con seguridad sales tan aporreado de temas duros que no puedes por menos que reconocer que has visto una gran película. De las que no se olvidan.

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