domingo, abril 25, 2010

Circo del Sol


Semana de resacas y dolores pero, también, semana de reconstrucción, de dejar reposar el duelo, de revivir. No está siendo fácil, ¿cómo podría serlo?, pero va adelante. A los poquitos.
Ha sido importante el mar, fíjate tú por dónde. El mar tranquiliza, parece que va a lo suyo pero tiene ese imán particular que hace que poco a poco vayas entrando en su terreno, en su lógica de idas y venidas pausadas. Es como un karma que se repite infinitamente y te va vaciando poco a poco el nido de avispas que llevas en la cabeza. Al final te quedas solo con las olas. Magnífico terapeuta el mar.
Pero esta entrada quiero dedicársela al Circo del Sol. Nos ha visitado en Santiago de Compostela de manos del Xacobeo 2010 y ha sido tanta la presión de espectadores que han tenido que ampliar dos días más las representaciones. 5 días a dos sesiones completas. Impresionante.
Hacía años que no iba al circo. De niño los adoraba, pero últimamente se han ido consumiendo en sus propias contradicciones (está mal visto lo de los animales, no se les permite asumir conductas de riesgo a los artistas, resultan demasiado caros los montajes, ahora ya ves en la Televisión cosas de magia, malabarismo o payasos que antes solo podías ver en el circo…). Total que, al final, nos quedamos sin poder disfrutar de aquella emoción que siempre provocaba el circo. Se hacían necesarios cambios profundos en la concepción y desarrollo de los espectáculos. Y eso es lo que ha hecho el Circo del Sol.
Venía precedido por tanta fama que, en seguida, se convirtió en la estrella de este Xacobeo. Las entradas muy caras y, pese a ello, inmensas solicitudes. La primera tanda de entradas por Internet se agotó en apenas unas horas. Nosotros tuvimos suerte de buscarlas nada más iniciarse la venta y conseguimos dos en segunda fila. Creí que buenísimas, aunque luego no lo fueron tanto. Quedaban muy laterales. Pero tenían la ventaja de que veías a los artistas, veías sus caras, sus gestos, sus muecas. Podías admirar la belleza de sus atuendos. Todo nos resultó muy próximo y alucinante.
Y qué decir del espectáculo SALTIMBANCO. Una auténtica maravilla. Sé que el Circo del Sol tiene otros mejores y, quizás, otras versiones de éste mismo también más ricas (cuesta creer que, actuando como actúan por todo el mundo, hayan venido a Santiago de Compostela sus mejores acróbatas y artistas). Pero no cabe duda de que quienes actuaron aquí eran buenísimos. El espectáculo en general fue extraordinario. Sales lleno de alegría y eso es ya suficiente.
Lo primero que te llama la atención es el enorme colorido de vestimentas y atrezzo. Todo muy bien conjuntado utilizando los colores del arco iris. Un festival de colores cada vez que el grupo aparecía en conjunto. Color y movimiento en una especie de danza caótica en la que no sabes muy bien hacia dónde mirar pues por todas partes hay estímulos atractivos. Y, también, luces y música en otra simbiosis espectacular. Al final acabas hipnotizado por esos cuatro elementos: el color, el sonido (con una banda actuando en directo más todos los sonidos grabados), el movimiento y la luz (capaz de crear ambientes mágicos).
Pero claro, un circo no es nada sin sus números. Por buena coreografía que tengas, lo que esperan los presentes es ver las maravillas que atletas y artistas bien entrenados son capaces de hacer. Al circo se va a soñar, a ver que cosas que para ti son impensables otros las saben hacer. Los números fueron maravillosos (y conste que soy consciente de que estoy repitiendo mucho esta palabra): los atletas subiendo por la barra fija vertical como si estuvieran haciendo una tontería, la pareja de gauchos boleadores (espectacular, y eso que yo ya había visto muchas veces ese ejercicio en Brasil, pero la mezcla de percusión, baile y bolas, me pareció especialmente bello), los saltos desde el balancín a la cima de la torre humana, las japonesas siamesas y sus increíbles equilibrios en el aire, los dos tipos y la fuerza de sus brazos (y de sus cervicales, el tipo que hacía de soporte debía tener las cervicales de hormigón, si no resulta imposible hacer lo que hacía), el ciclista, el mimo (su primer número, sobre todo, en su ahogamiento en el baño, realmente insuperable; el segundo, cuando sacó a un espectador me pareció un abuso). En fin, los números fueron excelentes. Tenía al lado a una señora que no paraba de exclamar “increíble”, “increíble”. Y la verdad lo era. Parecía mentira que se pudieran hacer cosas como aquellas. No puedes dejar de admirarte de la fuerza de los artistas, de lo mucho que deben entrenar, de cómo han sabido llegar a la perfección. Salimos discutiendo si incluso los dos fallos que tuvieron (la niña que debía saltar desde el balancín a una torre humana de tres pisos y la chica que movía ocho pelotas) no estarían ensayados y los harían a propósito para movernos a esa predisposición a animarla a que lo lograra y cuando lo hace los aplausos se multiplican.
En fin, maravillosas dos horas y pico de sueños y admiración, de sensaciones estéticas inenarrables y de humor. El circo sigue teniendo una magia que te atrapa.
Eso el sábado. Y el domingo nuevo espectáculo, esta vez en Coruña. El Slava’s snowshow protagonizado por el payaso ruso Slava Polunin que, curiosamente, trabajó también en el Circo del Sol dentro del espectáculo Alegría. Fue un show curioso. Nada que ver con el circo del día anterior (los recursos que utiliza son mucho más precarios), pero que llega también a emocionar, sobre todo por el juego de gestos y movimientos con los que son capaces de expresar infinitos sentimientos. Cada vez me gustan más los mimos. Los buenos, claro. Los de este espectáculo me parecieron excelentes.
El escenario de un teatro de provincias no da para muchos excesos coreográficos, pero Slava ha sabido superar esa limitación y convierte en escenario toda la sala. Te lanza un imponente tornado de papelitos de colores que simulan nieve, te envuelve en una especie de tela de araña, se distribuyen los payasos por la sala metiéndose con los espectadores, se convierten en directores de un coro global que somos todos (y hay que ver qué gustosamente se mete la gente en el papel; también mérito de ellos que con un simple gesto son capaces de implicarte), te manda globos enormes para que todos nos sintamos con ganas de empujarlos y participar en la fiesta (pobres los de los palcos y plateas porque ellos se quedaron sin esa parte del espectáculo). En fin, un espectáculo emotivo y bonito.
No se puede pedir más para un fin de semana. Y eso que aún nos falta la peli de hoy domingo. Pero todo se andará.
Y así, a los pocos, con estos pequeños chutes de emoción y fantasía uno hace como que se olvida de que ahora hace una semana el mundo se le vino abajo.

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