martes, abril 20, 2010

Adiós, papi


A mamá no le importa hablar de ella pero a él le aterraba la muerte. Cada vez que salía la conversación, huía de ella con angustia. Calculo que, de puro sociable, le resultaba insoportable la idea de la soledad eterna tras la muerte. Por eso nos dolió más todo el proceso, porque nos poníamos en su lugar y sentíamos lo mal que lo debía estar pasando al ver que se le iba acercando la hora de enfrentarse a ella. Quizás por eso, las últimas semanas conversaba en sueños con su hijo Javier que lo estaba esperando al otro lado de la vida. Así se lo dijo al médico: que hablaba mucho con él. Le pediría información de primera mano. Seguro que Javier nos tomará el relevo en cuidarlo. Volverán a recuperar aquellos años felices en que vivían juntos y se cuidaban mutuamente. Da seguridad saber que tienes a un hijo que te está esperando.
En cualquier caso, con miedo o sin él, llegó la hora de la despedida. Se agarró a la vida con uñas y dientes, hizo cuanto humanamente pudo hacer. ¡Pobrico! "Yo ya quiero andar, decía, pero es que no puedo". Y pese a todo su agotamiento, a nada que pudiera, jamás dejaba de hacer bicicleta estática, o pasear, o hacer gimnasia. Todo un ejemplo para nosotros que tenemos bastante menos voluntad que él. Quizás por eso vivió tanto y desafió cuantos informes médicos lo situaban en fases terminales. Ya nos habían dicho los médicos que llevaba viviendo 30 años de regalo (desde que a los 50 tuvo dos infartos y tuvieron que hacerle varios bypass), que disfrutáramos con él lo que le quedará. Pero así, a los poquitos, le fue quedando mucha vida. Y se esforzó en prolongarla cuanto pudo. Los últimos meses con un esfuerzo sobrehumano. ¡Se merecía un descanso!
Su muerte fue tranquila. O eso nos pareció. Quería morir en su casa y lo consiguió. Se armó de valor y pidió a los médicos que le dieran un permiso de fin de semana, como en la mili. Lo consiguió el Viernes por la tarde con la firme promesa de volver a la clínica el lunes por la mañana. Pero no pudo ser. Llegó a casa, se relajó, disfrutó de nuevo de su sofá, vio los toros de la Maestranza, cenó, charló con quienes le acompañaban y se acostó asustado, como siempre, de tener que afrontar la noche. A la madrugada las cosas ya se habían puesto mal y Ramón tuvo que llamar al 112. Mal pronóstico, le dijeron, puede ser cosa de horas. El nos avisó a todos y allá salimos. Nosotros desde Galicia, Michel de Barcelona, Rafa desde México, vía N.York . Llegamos a mediodía y así, aún tuvimos toda la tarde para estar con él. Se animó a los toros pero ya con los ojicos cerrados, oyendo sin más. Pero no estaba bien. Se acostó al rato y le estuvimos haciendo compañía. Seguía tranquilico; su único problema eran las flemas. Le faltaban las fuerzas para luchar contra ellas pero aún se animó a tomar el yogourt que le ofrecía Santi, paladeándolo con gusto. Y así pasamos la tarde, subiendo y bajando la cama, poniéndole a él de pie para que respirara mejor. Pero la respiración comenzó a hacerse más suave y entrecortada. Y así hasta la medianoche cuando ya Michel nos advirtió que la cosa se acababa. Cada vez apneas más largas con retornos casi mecánicos. Y de la última ya no volvió. En todo ese tiempo nos tuvo a su lado, dándole la mano, sorbiendo nuestra propia angustia y haciéndole sentir que estábamos allí. Su mujer, parte de sus hijos, algunos nietos. Fue terrible y pacífico, a la vez. Jamás había asistido a una muerte. Le tengo pánico a la muerte, seguramente herencia de él. Le tenía pánico a su muerte porque sentía que él se la tendría. Pero todo fue muy sencillo. Será un recuerdo agridulce que, seguramente, no olvidaré jamás. Ojalá la mía fuera así. Nos parecemos tanto en tantas cosas que ojalá también lo hagamos en eso.
¡Ay, papi, querido! Durante algunos momentos yo sentí que ya no estabas allí donde nosotros mirábamos. Me acordé de lo que cuentan de la luz al final de un túnel. Debiste estar caminando hacia esa luz toda esa tarde del sábado y sobre todo a la noche. Recordé también lo que cuentan algunos de que el alma sale del cuerpo y se pasea por la habitación observándolo todo desde arriba. Eso pensé que hacías ya hacia el final. Que tu espíritu había dejado el cuerpo y se había sentado, sin problemas ya de movilidad, encima del armario y desde allí nos observabas entre sorprendido y agradecido. Así que morirse era eso, debiste pensar. Y nos veías besarte, ocultar las lágrimas, acariciarte, mirar ansiosos tu ritmo de respiración. Desesperarnos. “Esto estaba durando mucho”, nos repetirías una vez más como para justificarte de habernos dado ese disgusto, “no puedo seguir dando tanta guerra, teniéndoos a todos pendientes de mí. Fijaos los pies de la Salo. Necesita descansar. Y yo también”. Y luego seguirías con una sonrisa nuestros afanes por vestirte de gala para tu gran fiesta. No fue fácil, ya viste. Con los nervios y las prisas te atamos mal la camisa y hubo que volver a empezar.
Después, supongo que habrás tenido que afrontar tu primera jornada en ese lado de allá. Y espero que nos acompañaras durante el día y medio de tanatorio. Ya verías que vino muchísima gente. Mucha gente te quería mucho. Igual que nosotros, muchos debieron sentir que perdían a una persona que había sido importante en sus vidas. Calculo que no te digo nada nuevo para ti si recuerdo que estrenaste el nuevo panteón. Iñaki ha hecho allí una obra de arte. Allí quedaste muy bien colocadito. A pocos metros de tu hijo al que todavía no hemos podido trasladar porque la ley no lo permite. Allí iremos a veros con frecuencia.
Espero que también acudieras al Funeral. Un abarrote de gente. Me alegró ver a los hijos e hijas de tus hermanos, nuestros primos. Nos vemos muy poco pero ya quedamos en que hemos de hacer alguna reunión de primos aunque tengamos que llevar un cartel que diga quién es cada cual y de qué familia procede. Eso de verse en los funerales es bonito pero resulta deprimente. En fin, allí había mucha mucha gente. De Tafalla,de Pamplona, de Saigós, de Zubiri, de tu pueblo. Lástima que yo soy bastante zote y conozco a poca gente, pero cualquiera de tus otros hijos te contaría con pelos y señales las muchas visitas. Siempre tuviste mucho gancho, papá. No es fácil saber cómo lo hacías. Como no has sido una persona importante (para nosotros sí, eh!)ni rico nadie se ha podido acercar a ti por interés o por sacarte algo. Así que tus amigos lo han sido siempre porque te querían. Has convertido la sencillez en sex-appeal y eso te ha hecho tan atractivo. Si hubiera que buscar historias edificantes de gente sencilla, tus hijos podríamos contar la tuya. A los 50 años, la vida te soltó un zurriagazo en forma de infarto y desde entonces hiciste de tu debilidad tu mayor fortaleza. Así, jugando a ser débil (menos en el mus, que ahí no perdonabas una), te has hecho fuerte y nos has ido seduciendo a todos. Fingías que precisabas ayuda nuestra pero, al final, eras tú quien nos la daba en pequeñas dosis. En fin, no he oído a nadie que hable mal de ti. Y no es amor de hijo. Algo habrás hecho. Yuna buena muestra era la muchísima gente que vino a despedirte.
Y qué, ¿te enteraste bien del texto que te leyó tu hija? Supongo que en esa otra dimensión en la que ahora estás no necesitéis los sonotones. Fue lindo, ¿no te pareció? Lo escribieron entre tus nietos y la Blanqui le puso el sentimiento. Y como saben que tú sabes que yo suelo contar estas cosas en el blog, me han pedido que te lo escriba por si te apetece leerlo en algún rato libre. Te lo pongo al final, papi.
Bueno, chico, pues esto es todo lo que te puedo contar. Como te puedes figurar, estamos todos con el corazón roto. Cada uno va buscando su propia estrategia para ir deshaciendo el nudo inmenso que nos ha quedado en el pecho. Estábamos todos tan centrados en ti que nos va a ser difícil recuperarnos. Tendremos que buscar un nuevo centro. Ahora le toca a mamá. Hasta ahora la hemos tenido un poco descuidada porque la prioridad eras tú. Tú jugabas a ser débil y ella suele jugar a ser fuerte. Pero ha pasado mucho durante estos años y ahora tampoco a ella le va a ser fácil superar tu ausencia. Así que, salvo que nos eche de casa a escobazos, nos va a tener a todos como moscas cojoneras rondando a su alrededor para mimarla un poco. Claro que ya te puedes figurar que no va a ser tarea fácil. Los Beraza no son fáciles de convencer, pero ya buscaremos el camino.
Adiós papí. Ya ves, a ti te daban Seguril para ayudarte a eliminar líquidos. Yo necesito este otro medicamento que es escribir para ir eliminando la angustia que he ido acumulando. Me gustará mucho seguir hablando contigo. Si me animo, lo haré a través del blog. Si no, ya buscaremos algún momento a solas tú y yo.. También eso lo necesito mucho.
Aquí abajo te pongo el texto que leyó la Blanqui. Un beso muy fuerte. Te quiero mucho.

Texto leído en el Funeral, al final de la Misa:
Hoy es un día difícil para todos nosotros. En esta familia no somos de despedidas sino de celebraciones. Así que nos resulta especialmente duro hacerlo hoy contigo, nuestro cabeza de familia y la figura Zabalza por excelencia.
Gracias a ti, hoy estamos aquí todos. Como siempre te ha gustado: unidos y apoyándonos en el de al lado.
A pesar de ser un momento tan triste, nos vienen a la cabeza mil recuerdos tuyos, cada uno de nosotros con sus propias vivencias contigo. Y todos, sin excepción, hemos tenido una sonrisa dedicada a ti. Son momentos fáciles para hablar bien de la persona de la que nos despedimos, pero siempre ha sido así contigo.
Nos has enseñado a querer, a luchar por lo que queremos, a mantener la cabeza alta. A los nietos, además, nos has enseñado a dormir en tus brazos, a saber lidiar con tus hijos y a adorar a la abuela aunque ninguno lo hayamos hecho como tú.
Siempre has dicho que conocerías a uno de tus hijos o nietos entre 100 bebés. ¿Será porque llevamos tus genes antes de nacer?
De alguna forma, nos sentimos alegres por el final que has tenido. Muy a tu estilo, sin llamar la atención, sin quejarte. Y, además, como siempre has querido, en tu casa y rodeado de los tuyos.
Hoy, las personas que estamos aquí y otras muchas que, sin estarlo, comparten nuestros sentimientos queremos decirte ADIÓS, con sencillez, a tu estilo.
ADIÓS papá, abuelo, amigo. Que descanses en paz mientras sigues velando nuestras vidas desde ese otro lado de la existencia. Dale, también, un beso muy fuerte a Javier. Os queremos mucho a los dos. Ya lo sabéis.
….
Gracias a todos los que nos acompañáis en este momento. De parte de nuestra madre, de mis hermanos y sus esposas e hijos y de toda la familia. Mil gracias, también, de parte de él. Seguro que nos estará observando con una sonrisa.
Muchas gracias a todos. Eskerrik asko.

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