viernes, diciembre 01, 2023

THE OLD OAK

 



Ha sido ésta una semana (siguiendo la tónica de todo el mes de Noviembre) tan intensa de cine que llegas al final ya casi exhausto y sin tener ni tiempo ni energía para poder escribir sobre todo lo que has ido viendo. Las dos neuronas que le quedan a uno se ven incapaces de gestionar tanta información y te queda la memoria como esos pisos de soltero después de varias semanas sin limpiar y recoger: recuerdos e impresiones mezcladas y tiradas por el suelo sin orden ni concierto. De hecho, tengo problemas hasta para recordar las películas que he visto. Es fácil figurarse el caos de las ideas e emociones que se fueron sucediendo al ver cada película. De todas maneras, sí que quiero recordar un par de esas películas memorables. Comenzaré por el último trabajo de Ken Loach, El viejo Roble.

Creo que ha sido el propio Ken Loach quien ha asegurado que este será su último film y que con él se despide del cine que tanto prestigio le ha dado. Así que el gran director inglés que debe estar cumpliendo 87 años (nació en el 1936) se retira. Loach ha sido la referencia fílmica de las izquierdas, preocupado siempre por las problemáticas sociales, luchador contra el clasismo y las malas condiciones laborales, contra la marginación. Director de cine social de calidad: de hecho ha recibido más de 100 galardones internacionales a lo largo de su carrera. Hay que recordar que a él le debemos 50 películas, muchas de ellas memorables: Hidden Agenda (1990, sobre el IRA); Raining Stones (1993, sobre pobreza y religión); Land and Freedom (1995, sobre la guerra española); Looking for Eric, (2009, comedia en torno a Eric Cantoná); I, Daniel Blake (2016, condiciones laborales precarias); Sorry, We Missed You (2019, autoempleo).

Pues partiendo de ese backgroun personal e ideológico de Loach, la película The Old Oak (2023) se entiende muy bien y supone un nuevo alegato social en su larga carrera cinematográfica. En este caso, se aborda el tema de la inmigración y del difícil encaje que tiene en contextos cerrados y marcados por condiciones sociales poco favorables. Pero lo hace con una construcción narrativa que lleva a la esperanza, a un happy end al estilo del cine clásico.

Teniendo la marca de Loach, la película está muy bien en lo que se refiere a la técnica, buena fotografía, buena música, un ritmo de los acontecimientos a veces rápido, a veces demorado, en función del tipo de emociones que quisiera despertar en el auditorio. Y los personajes muy bien logrados, queriendo mantener la historia en el marco de una realidad creíble, con ese cierto toque documental que Loach incorpora a sus films. Uno sale del cine con la sensación de que, efectivamente algo de eso podría suceder en cualquier barrio períférico de cualquier gran urbe europea. Pese a que la historia es una contraposición entre bondad y maldad, ni la una ni la otra se expresan en términos agudos. Aunque el tema sea el mismo, Loach está muy lejos del dramatismo de Clint Eastwood en El Gran Torino. Aquí, todo se mueve en tonos grises, con muchas dudas, con movimientos en pro y en contra, en esa incertidumbre en que los procesos relacionales tienden a desarrollarse.

 Conmueve, por eso mismo, la figura del protagonista Dave Turner, un actor muy del gusto de Loach que ya lo ha tenido en otras películas suyas (Sorry, I missed you; I, Daniel Blake). Él es inglés, pero tiene la figura de un irlandés que añade a su faceta de bonachón castigado por la vida pero superviviente, los raptos de malhumor y bronca. Encaja perfectamente en la idea de dueño de un pub inglés venido a menos acostumbrado a soportar las bromas y el descontrol de sus más asiduos borrachines; y, a la vez, en la figura del tipo sensible y empático dispuesto a ayudar y meterse en líos por cosas que considera buenas. En la película hace un papelón que te enamora desde el inicio. Y a su lado está otra gran actriz, Ebla Mary, muy bien metida en su papel de inmigrante siria, tenaz e inteligente, que llega con su familia a un barrio obrero inglés.

Que el tema de la inmigración es complejo en nuestros días, lo sabemos. Se dijo que el S. XXI, será, de nuevo, el siglo de las migraciones y ya estamos viendo que la profecía se va cumpliendo. El propio Loach declaró en la presentación de su película que él entendía que era un film pertinente a los momentos que estamos viviendo. Y, echando mano de su propia sabiduría de persona octogenaria, Loach nos lo plantea con un final que quizás resulte utópico, pero que transmite esperanza. La historia, desde luego, podría haber acabado de otra manera, pero este final es más esperanzador, mejor para todos.

Un gran Loach con una gran película que le sirve para demostrar que es un gran director de cine y para reafirmarse en la línea de pensamiento social y reivindicativo que mantuvo durante toda su vida.

No hay comentarios: