En un mes tan proficuo en buenas películas como ha sido Noviembre, probablemente no habríamos escogido ésta para llenar una tarde de cine. Pero se dio la ocasión de que acudiría a la sesión de estreno en Santiago, María Vázquez, una de las actrices que participa en el elenco. Ella tiene un papel marginal en el film, pero su presencia era un plus interesante después de Matria. Y allí fuimos. Ella nos contó algo de su papel y, como era de esperar, puso por las nubes, la película.
En fin, no estuvo mal, aunque tampoco fue para echar las campanas al vuelo. Obra inicial de Victor Iriarte, nos narra un caso de robo de bebés. Robo a medias, aunque eso no reste dramatismo a la situación. La madre biológica no puede atender a su hijo y lo da en adopción. La madre adoptiva no puede tener hijos y le ofrecen un bebé de una madre de la que le dicen que ha muerto en el parto. Años después, la madre natural pretende saber de su hijo, pero no logra que nadie le informe. Eso la cabrea e inicia un proceso errático, pero eficaz, de búsqueda de su hijo desaparecido y de venganza sobre quienes han ocultado su identidad y se han aprovechado de su desaparición. Y así hasta un final feliz en que ambas madres y el hijo logran una reconciliación envidiable.
La historia está bien contada, aunque con desarrollos laterales innecesarios y que aportan poco a la historia. Desvían, además, de esa parte de realismo que parece buscar al director (cuya pretensión, según nos contaba María Vázquez en la presentación, era denunciar el problema que el robo de niños representó durante la transición…”lo que hace pensar que la transición no fue tan buena como algunos quieren hacernos creer”, concluyó). Las actrices hacen ambas un gran papel, tanto Lola Dueñas como madre biológica, como Ana Torrent como madre de adopción. También el chico, Manuel Egozkue, está bien, aunque su papel tiene pocos matices.
Me encantó la música, tanto la música de fondo, como la música como protagonista importante del film. Las clases de música, el piano omnipresente tocado por la madre adoptiva, por ella y su hijo a 4 manos, por la madre natural. La música presente en muchos momentos y por mucho tiempo en el film. Me pregunté muchas veces por qué tanta música y acabé pensando que quizás era una forma de suavizar el dramatismo de la historia, de actuar como expresión de emociones, calmadas a veces, hirientes, otras.
Hermosos también los paisajes, con un gran protagonismo del agua y del río. El río amplio, diáfano y fluyente como contraposición a los lugares oscuros, llenos de recovecos y de peligros donde actúan y delinquen funcionarios y profesionales corruptos. En cambio, el texto de los diálogos es, a veces, un poco chorra y reiterativo. De esas cosas que el llamado cine de autor introduce sin necesidad, a beneficio de inventario.
En fin, tampoco está mal la película. Se puede ver, pero deja un sabor de boca agridulce. Y eso que, ya digo, hay mucha música y, además, se acaba en un final feliz.
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