martes, diciembre 26, 2023

A FUEGO LENTO

 

En Santiago de Compostela tenemos un restaurante con este nombre. Así que el propio título te mete ya en la historia que contará la película. De todas formas, me gusta más el título original del film, La passion de Dodin Bouffant, porque, sabiendo que él era un famoso cocinero francés del S. XIX, se entiende mejor el doble eje pasional en el se desarrolla la historia  que nos cuenta el director vietnamita, afincado en París, Tran Anh Hung.

Últimamente abundan los films que nos cuentan historia en las que se mezclan la cocina y el enamoramiento. Y es verdad que la cocina constituye un ecosistema relacional tan intenso, tan pendiente del buen hacer, del arte, del buen gusto, del placer… que no resulta extraño que quienes se mueven en él, sobre todo si sintonizan en dar sentido a lo que hacen, acaben seducidos por el ambiente.

La película es, como no podía ser de otra manera, francesa. Y dado que los nuevos tiempos están sembrados de minas morales o sanitarias o estéticas que anatematizan la glotonería y el disfrute sin filtros de la gula, los promotores sitúan la historia en aquel pasado menos controlador del siglo XIX francés. Así todo puede discurrir con más tranquilidad y menos censura. Y así, libre de amarras, la película se convierte en pura desmesura gastronómica.

No cabe duda de que Tran Anh Hung es un gran director. Se mueve muy bien en la creación de ambientes sugerentes, en los que la iluminación, el sonido y el ritmo te van situando en el escenario justo que requiere la historia. Ya desde el principio el espectador se siente en la mitad de una gran cocina, donde se están haciendo múltiples cosas a la vez, donde hay un ritmo frenético, a veces, y otras lento, donde todo funciona con una precisión y un ajuste exquisito. Cocinar es un proceso creador del que puedes seguir su desarrollo paso a paso hasta llegar a ese momento final en el que lo estético se mezcla con lo apetecible, la vista con el gusto y con esa sensación de deseo que te recorre todo el cuerpo. Y claro, cuando les ves probar lo que han cocinado y poner esos gestos de éxtasis y placer intenso no puedes por menos que unirte a su desmadre y salivar empáticamente.

 La pareja de protagonistas, Juliette Binoche y Benoît Magimel, está perfecta y son quienes dan un valor especial al film, ella más protagonista en la primera parte; él con mayor y mejor papel en la segunda. Con ellos, un elenco de personajes poco relevantes en el film. También merece una especial mención todo el equipo técnico porque, probablemente, el mayor mérito de la película esté justo ahí, en la ambientación, la imagen (pródiga en hacernos visualizar los detalles los alimentos y las sensaciones de quienes los saborean), el sonido, los movimientos de la cámara (con ese scroll horizontal final en el que la cámara hace un círculo de 360º para situarnos en el centro del escenario donde ha transcurrido la historia), el ritmo (se entiende la lentitud consustancial al disfrute, pero, al final, le sobra claramente metraje).

Y entre tanto plato, tanta glotonería, tanta desmesura en cantidad y calidad, como si fuera un proceso subterráneo e intangible va dibujándose el enamoramiento. En los inicios de la película, lo material, lo tangible, lo presente en cada plano es la comida; pero a medida que avanza el film, la comida se mezcla con el enamoramiento y se convierte en mensaje amoroso: no hay joyas, no hay flores, no hay requiebros verbales; lo que hay son exquisitices cocinadas con todo el amor del mundo para la persona amada. Y es así, exactamente, como ella el regalo, lo examina y admira, lo saborea, lo disfruta. Cada nuevo plato se convierte en una declaración de amor. Es hermoso verlo.

Francia ha escogido esta película para que la represente en los Oscars. Al hacerlo, ha desplazado a “Anatomía de una caída”, que a mí, personalmente, me gustó más. Con todo, estoy seguro que A fuego lento va a ir recibiendo muchos premios, más en el entorno europeo que en el americano, supongo, por aquello de que la cultura del comer bien está más arraigada entre nosotros. Pero reúne cualidades que la sitúan en posiciones muy elevadas entre los filmes ahora en los cines. Una vez más, una buena película francesa.

 

 

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