viernes, diciembre 08, 2023

ANATOMÍA DE UNA CAÍDA (Anatomie d'une chute)

 


Siguiendo la estupenda estela de buenas películas que nos ofrece esta parte del año, fuimos a ver Anatomía de una caída, película de este mismo año dirigida por Justine Triet, con guión de la propia directora junto a Arthur Harari (colaborador habitual en la construcción de sus guiones). J. Triet es una directora joven que comenzó con su producción conocida en el 2007. Sus últimos trabajos han sido El reflejo de Sybil (2019) y Los casos de Victoria (2016). Y las tres tienen un toque especial de thriller con mezclas de elementos jurídicos y psicológicos, una combinación muy atractiva para atrapar al espectador.

Comencemos diciendo que es, a mi parecer, muy buena película (¡se llevó la Palma de Oro de Cannes 2023 y otros varios premios!). Lejos está, por supuesto, de la espectacularidad de Napoleón que es la última que vimos. La Triet no he necesitado de grandes efectos especiales pues la batalla que contaba se refería a ese mundo interior y complejo de las intimidades de un matrimonio. Y la verdad es que cuenta una historia interesante aunque desproporcionada para explicarnos cómo la lectura de un acontecimiento puede tergiversarse hasta el absurdo cuando lo diseccionas con el bisturí de las elucubraciones.

La parte técnica está muy lograda: ambientes (precioso el paisaje nevado de Grenoble), la parafernalia y las vestimentas del juicio, la música… Fantástico el guión que logra meterte en situación para que ni pestañees, y para alegrarte o cabrearte según se vayan produciendo los acontecimientos (que en realidad son solo lenguaje porque no hay hechos, solo narración de hechos o situaciones). Bien la música, tanto ese bucle musical que se repite en tono muy alto, o la música agresiva del niño que trata de expulsar sus demonios, o la relajada de momentos más tranquilos. Y, fantástico, el ritmo con los cambios de escenarios, con el vaivén de los avances y retrocesos de la acción policial y judicial. Son dos horas y media, pero se te pasan volando.

La película está protagonizada por Sandra Hüller que está fantástica. Muy rica en matices, sin sobreactuar nunca, pese a las tensas situaciones por las que pasa su personaje. También el niño (Milo Machado Graner) que coprotagoniza el film lleva muy bien su papel, así como el abogado defensor (Swann Arlaud). En general, todos los actores secundarios están muy bien seleccionados y cumplen muy bien con su función. Particular inquina me despertó el fiscal, a quien hubiera insultado a gritos de ser el juicio real. ¡Qué bien hizo su papel de personaje odioso y tergiversador!

La historia que se cuenta tiene mucha miga. En realidad, el tema central es simple: una pareja de escritores se desplaza de la ciudad al campo, a un paraje de los Alpes (supuestamente) nevado y precioso, pero muy alejado del mundo. Se supone que para recobrar su inspiración y, a la vez, cuidar de su hijo que perdió casi totalmente la vista en un accidente. Una tarde, aparece el marido muerto fuera de la casa y todo hace suponer que se ha caído (o lo han tirado) desde el desván de la casa donde estaba trabajando con la música a todo trapo. Obviamente, no habiendo nadie más en la casa, la esposa acaba convirtiéndose en la principal sospechosa. Y ahí empieza todo el lío policial y judicial para tratar de establecer qué pudo pasar. Lo que sucede es que, en realidad, la caída es solo la excusa para entrar con el bisturí de la realidad aumentada a analizar la vida de pareja de los protagonistas. No debería titularse Anatomía de una caída, sino anatomía de un matrimonio. 

 Lo que duele en la película es sentir hasta dónde se puede llegar en ese hurgar en la vida privada de las parejas. Resulta agobiante lo que un proceso así tiene de supuesto creíble, el pensar que algo así podría pasar (pasarnos) cuando la interpretación de la realidad desborda a la propia realidad y el “pudo ser así” sustituye al “fue así”. El guión está construido milimétricamente para moverse entre dos aguas, dejando todas las posibilidades abiertas. Claro que para ello todo el proceso va avanzando sobre arenas movedizas con actuaciones flagrantes de ilegalidad (el fiscal sibilino que usa las discusiones de pareja y la literatura como argumento de cargo; el psiquíatra que cuenta las intimidades conocidas en consulta; los expertos que hacen lecturas sesgadas de los datos de que disponen, etc.). Resulta fácil empatizar con la esposa acusada.

En fin, al final es cine, y cine del bueno. Sales de la sala con ganas de respirar y de discutir sobre lo que has visto. Buen cine, por tanto.

 

 

 

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