Santiago de Compostela celebra estos días el festival de cine CINEUROPA, tres semanas de dedicación intensiva al cine, siete salas repartidas por la ciudad, más de 300 entre películas, documentales y cortos, de suma actualidad algunos, de merecida recuperación otros. Y lo que impresiona más es ver la movilización ciudadana que el festival provoca, las salas llenas de gente de todas las edades, las conversaciones permanentes sobre el cine. Me recuerda mucho a los maratones de cine que nosotros hacíamos en los colegios mayores en nuestra etapa de estudiante: eran horas y horas de cine (10-15 horas diarias siguiendo sesiones continuas de película tras película). Bueno ahora ya no es lo mismo, pero llevamos varios días con dos películas cada tarde. Y, uff!, te llega.
Empezaré diciendo que esta tarde hemos visto una gran película. Es cierto que como profesor puedo vivir y sentir esas situaciones de una manera especial, pero calculo que eso mismo es lo que han sentido y vivido todos los que la han visto: su gran potencia narrativa, su ritmo creciente, la tensión que te genera, la forma en que acabas identificándote (yo, al menos) con la joven profe a la que le crecen los enanos y cada vez que da un paso para intentar arreglar las cosas, todo sale al revés. El hecho de que haya sido nominada al Oscar como mejor película extranjera, es buen reflejo de su calidad.
Sala de Profesores es una película alemana de este mismo año 2023, dirigida por Ilker Catak y protagonizada por Leonie Benesch (fantástica profesora joven) y Leonard Stettnisch (que hace un papelón como alumno). El guión es muy bueno y logra contar la historia de una manera que te mantiene permanentemente en vilo. Logra, además, que algo que podría parecer un problema escolar nimio se convierte en una rendija por la que se van a colar muchos de los problemas de convivencia que afronta nuestra sociedad. La fotografía, casi siempre de interiores, está bien y la música te lleva en volandas a lo largo de la historia marcando el ritmo, acelerado en ocasiones y más tranquilo en otras. Pero la gran arma de Catak es ese vértigo que se expresa a través de la propia protagonista, en sus anhelos, en sus prisas, en los dilemas que afronta, en sus momentos de agobio, en sus carreras, en el tránsito de unas secuencias a otras…
Es asombroso ver cómo la rápida secuencia de situaciones y giros en la historia a la que nos va enfrentando el guión, las conversaciones (siempre correctas, pero con ese grado de tensión que plantean las preguntas que se van abriendo), la forma en que personas sensatas como los profesores se van viendo superadas por los acontecimientos, todo ello hace que no te puedas figurar qué va a suceder a continuación. Así que la película se hace corta.
Vista la película con mis ojos de profesor, resulta muy interesante. Ya ha habido, en el pasado otras películas y obras de teatro planteando cuestiones similares: que un hecho aislado acabe removiendo las rutinas académicas y perturbando la convivencia en el centro escolar. En este caso es la aparición de pequeños robos en el colegio, pero podría ser cualquier otra cosa. Las instituciones escolares son ecosistemas complejos que subsisten en base a equilibrios difíciles. Los factores personales se mezclan con los profesionales y ambos con los laborales; está presente la política con sus normativas, los gestores y docentes con sus criterios profesionales, los estudiantes con sus demandas y los padres y sus WhatsApp como fuente de presión permanente. Al final, las escuelas son un trasunto bastante fiel de lo que es la sociedad en su conjunto. A veces, el profesorado vive la fantasía de que su escuela es como una especie de oasis en un entorno problemático, pero esa idea feliz dura hasta que surge algún problemilla como el que plantea la película y la fantasía se desvanece.
La profesora protagonista no lo hace mal, a mi manera de ver, salvo, quizás, su ímpetu en querer resolver el problema de inmediato y por ella sola. Tampoco el profesorado se sale de su papel, aunque alguna de sus formas por esclarecer los hechos resulten inoportuna. Ni cabe achacar posturas incomprensibles a los padres. Ellas/ellos están en su papel y sus preocupaciones son justas. Es decir, en realidad todos los sectores de la comunidad educativa se mantienen en ese espacio de normalidad que cabría esperar de ellos/as. Pero el conflicto surge porque hay muchas formas de ver, analizar y gestionar los problemas. Al final, las escuelas son microcomunidades sociales que funcionan sobre bases bastante similares a las de la macrocomunidad a la que pertenecen sus miembros.
Así pues, una buena película, no tanto como película educativa o sobre la educación, aunque esto habría que matizarlo porque en ella hay, quizás, poco de instrucción, pero hay mucho de educación en valores, de gestión de relaciones y conflictos, de respeto a los estudiantes. Es una película sobre la vida social en general. La historia que se cuenta sucede en una escuela y eso le da un toque especial, pero podría suceder en otros contextos (un hospital, una entidad pública, una empresa, etc.) y su desarrollo, más allá de los detalles contextuales, sería bastante similar.
Tan satisfecho salí de la presentación que, como en el ciclo de Cineuropa te piden que valores cada película que veas, yo le puse un 10.
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