martes, septiembre 13, 2022

UNA SORPRESA AGRADABLE: restaurante Pacífico, Ourense.

 



Encontrar un restaurante los lunes resulta una tarea ardua y frustrante. Casi todos cierran por descanso semanal. Tiene justificación, desde luego, porque los camareros también son hijos de díos y merecen descansar como todo hijo de vecino. El trajín de los domingos merece un descanso los lunes, pero los restaurantes deberían hacer como las farmacias, turnarse para que los lunes no acabe siendo día de ayuno y abstinencia para quienes comen fuera. Muchas veces me he preguntado qué harán los pobres turistas que están en un lugar donde prácticamente todos los restaurantes cierran ese día (a veces son los domingos, y otras los lunes).

En fin, era lunes, mi hija tenía que superar su oposición en la universidad y, cumpliendo el rito, se suponía que debía invitar a los miembros de su tribunal a comer. ¿Pero dónde, si casi todos los restaurantes de Ourense cierran los lunes? Tuvo que echar mano de colegas que son buenas conocedoras de la oferta gastronómica de la ciudad y, después de muchos titubeos, acabó haciendo la reserva en el restaurante Pacífico. Las referencias eran buenas, su ubicación no era mala y, sobre todo, nos recibían gustosos en lunes.

La oposición salió bien (en caso contrario, tampoco habría comida, supongo) y allá nos fuimos rozando las 14 horas. El local desmerece un poco porque parece más un bar de barrio, con espacios escasos y mesas pequeñas que permiten poca holgura a los comensales. Está puesto con gusto con evocaciones vegetales. Pero, así y todo, nos quedamos un poco fríos de inicio.

Los comensales fueron llegando mientras los primeros nos entreteníamos con una cervecita. Al final, éramos 11. Y comenzó el ágape y las sorpresas. María había contratado un menú degustación y nos pusimos a ello.

 El primer plato fue “salmorejo con tosta de tartar” que ya era apetecible con solo verlo. El salmorejo estaba muy rico pero la tosta de tartar te permitía disfrutar de ese sabor original del pescado crudo pero muy bien marinado y aderezado. “Esto está muy rico…”, fue la forma colectiva de articular nuestra sorpresa. Cambio de platos y cubiertos (el servicio fue esmerado y amigable durante toda la comida) y pasamos al segundo plato: “lubina marinada con crema de aguacate” Espectacular la imagen del plato con una mezcla de colores, sabores y aromas perfecto. Nuevo cambio de elementos y llegó el tercero: “ravioli de ternera y gambón”, muy rico también y original en la presentación. 

 


De cuarto plato llegó el “bonito de Burela”, un plato perfecto con una base de calabacín sobre la que se posa el bonito coronado por tres círculos de remolacha tostada que son como las velas encarnadas de un barco navegando por la ría. Fantástico, no solo por la estética sino por el sabor tan natural y gallego del conjunto.  Le siguió la carne, “presa ibérica curada con boniato, shirtake de miring y encurtido de nabo”. Nos avisaron de seguir el orden apropiado para que los sabores de las salsas no alteraran el sabor original de la carne. Conveniente aviso pues el encurtido de nabo tiene un sabor fuerte e intenso que hubiera alterado saborear los otros complementos. Buen plato. Siguiendo una tradición muy gallega (sobre todo en las bodas) una vez llegados al final de la parte proteínica de la comida, se ofrece un bajativo para limpiar el conducto y poder avanzar en la degustación. 

 

Nos ofrecieron un sorbete de piña y menta para el cambio de sabor y poder entrar, así, con buen paladar a los postres. El primer postre fue “tiramisú de fresa”, una gozada de sabor presentada como tres bolitas coronadas por un panal de fresa. Es curioso la cantidad de variantes en formas y sabores que puede adquirir el tiramisú. Este estaba exquisito (hasta Luca, italiano y cocinero experimentado, sonrió al saborearlo). Y acabamos con un “queso con membrillo y miel” que fue un digno colofón a la extraordinaria comida que nos habían ofrecido

En total, siete platos magníficos llenos de sabores particulares. Platos pequeños, como resulta apropiado cuando se quiere hacer valer la calidad sobre la cantidad. Y al final, reconoces que es suficiente y quedas lleno y satisfecho. Un menú basado, sobre todo, en maceraciones de productos crudos que permiten disfrutar de ese regusto fresco y natural de los diferentes sabores. Sabores originales en una presentación de alto nivel estético.

Una sorpresa en toda regla. Los chicos y chicas jóvenes a los que se les veía trajinar en la cocina tienen una calidad y un mérito extraordinario. Quizás estén empezando su carrera profesional y, como todos, tendrán que ir poco a poco. Pero, la verdad, se merecen un escenario mejor que el que ahora tienen y un conocimiento (y reconocimiento) de la ciudad más intenso. Seguro que dentro de unos meses será difícil encontrar plaza para comer allí.

Para nosotros fue toda una sorpresa. María acertó de plano. Al final, que fuera lunes nos vino bien. De ser otro día nos hubiéramos quedado en cualquier restaurante del centro.  Comeríamos bien, pero en formato convencional.  Sin embargo, hemos disfrutamos muchísimo de la comida. Cada plato era una sorpresa que te obligaba a olvidarte del anterior para entrar en un nuevo espacio de sabores. Restaurante Pacífico, en la calle Peña Trevinca de Ourense. Recuérdenlo.

 

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