domingo, septiembre 04, 2022

¡BUENA SUERTE, LEO GRANDE!

 


 Uf!!!, menos mal que llegó septiembre y comienza una nueva temporada de cine. Se ha hecho eterno el verano sin nada interesante que ver en la cartelera. Ahora empiezan a aparecer algunas pelis sugestivas. Quizás porque comienzan las clases y vuelven los estudiantes. Pues bienvenidos sean y esperemos que la oferta nos dé oportunidades de volver al cine.

Si hubiera sido por el título, ni siquiera me hubiera fijado en ella. Buena Suerte, Leo Grande, suena a película infantil con animales. Pero pensé que, estando Emma Thompson, incluso así merecería la pena. Y cuando leí un comentario sobre ella, ya me quedó claro que esa misma tarde iríamos a verla.

No sin recelo, debo confesar, porque estas temáticas sobre sexo y relaciones siempre acaban proyectando luz y sombras sobre quien las ve (y más aún si quien está a tu lado es tu esposa o tu pareja). Es difícil quedarte al margen y vivirlas como una historia ajena, siempre acabas implicándote en ellas y sintiéndote en una especie de dinámica de grupo en la que después de que los actores cuenten su historia, tú tienes que contar la tuya. Demasiado compromiso…

Bueno, pues Buena suerte, Leo Grande, es una película inglesa de este mismo año (de hecho, la vimos en la sesión de estreno). Está dirigida por Sophie Hyde, muy habituada a este tipo de historias intimistas (My last ten hours with you; 52 martes; Amistades salvajes) y protagonizada por Emma Thopson y Daryl McCormack. Los dos están muy bien en la película, pero, así como el papel de Emma tiene muchos registros y cambios, que ella borda, el de Daryl es más plano y contenido, sin altibajos, lo que lo hace un poco más artificial.

Como película, se trata de una historia de interior (casi todo sucede dentro de una habitación de hotel) lo que te hace sentir como en un teatro. Eso obliga a la cámara a ir buscando movimientos que den dinamismo a la narración, y a los personajes a ir buscando espacios y posturas que rompan la inercia de la foto fija y generen cuadros diferentes y atractivos visualmente. En cualquier caso, no aburren ni se tiene una sensación de claustrofobia en ningún momento. Si lo que la directora quería era que centráramos la atención en los actores y sus sentimientos, hizo bien en evitar distracciones y encuadres abiertos. Salvo en la escena del baile, la música pasa desapercibida (seguramente, problema mío que estaba atento a otras cosas). Y los diálogos me parecieron fantásticos. Se desvían a veces por derroteros y consideraciones innecesarias, pero son buenos y atrevidos.

Y la historia da para muchas lecturas. Se puede leer como una comedia con situaciones y diálogos muy divertidos, pero también se puede ver como un drama, el de una señora mayor que tras un largo matrimonio frustrante desea recuperar su juventud y el sexo que no tuvo. Se puede ver como una historia interesante y ajena, o planteártela como un problema universal de las personas adultas, mujeres y hombres, que llegados a una edad piden cuentas a la vida y a la forma en que les ha tocado vivirla. Mi problema es que tiendo a recaer de forma inmisericorde en este último grupo. Y cada película de este tipo es como un examen de conciencia y un ajuste de cuentas conmigo mismo. De ahí, seguramente, que disfrute tanto con las películas cómicas y las de espías y del oeste. Al menos con ellas no tengo que pensar tanto.


 

No es fácil el tema que plantea Hyde. Bueno, si te fijas solo en lo que sucede en esa habitación del hotel, está bien, es divertido. A quién podría no apetecerle, entrado en años, tener un vis a vis amable y sexual, o sensual sin más, con una persona joven y hermosa. Está en la naturaleza humana y bendito sea ese deseo (lo peor viene cuando hasta el deseo se pierde). Pero en esas historias, lo preocupante es su origen: el por qué Emma Tompson busca la compañía del joven gigoló, la forma dramática y decepcionada en que ella describe su vida. Y en eso, la historia se convierte en algo convencional: un marido inepto que no supo satisfacerla, una vida frustrada, muchas deudas pendientes con el pasado. La culpa es de él, obviamente. Pero, la  verdad, para justificar ese deseo postrero de ella no  hacía falta destruir la imagen de él. Hubiera quedado igualmente genial esa búsqueda de experiencias intensas, solo porque ella lo deseaba, como una deuda que tenía pendiente consigo misma. Ese giro del guión, metiendo en la danza al marido, incorpora otros elementos muy del gusto actual de vincular el empoderamiento femenino a las debilidades y carencias masculinas.  Bueno, no sé, yo no dejé de tener en mi cabeza al marido. Y tal como yo me lo imaginaba, no parecía contento, la verdad. Y no tanto por lo que allí sucedía, sino por la forma de justificarlo a su costa.

En fin, una película muy interesante, con una Emma Thompson muy metida en su papel y con una infinidad de registros que te lleva del llanto a la risa, del temblor físico del deseo interno al disfrute táctil de quien toca una piel ajena llena de estímulos, de la desilusión por una vida que ha ido haciendo estragos en su moral y en su cuerpo, a la empatía consigo misma ante el espejo. Ella asegura que la experiencia la transformó.  A los espectadores no sé cómo les afectará. A algunos (ellas o ellos) quizás les anime a imitarla. A otros, sobre todos ellos, quizás les ronde la cabeza una pregunta inquietante: ¿cómo contaría mi mujer o mi pareja nuestra vida sexual en una situación similar?

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