lunes, septiembre 12, 2022

UN DÍA IMPORTANTE

 


Es verdad, hay día y días. Muchos son anodinos y se van con la misma simpleza con que llegaron. Otros te sorprenden porque los esperabas normales y resultaron originales e incluso fantásticos. Te dejan un regusto especial por la sorpresa y el regalo de bienestar que te dejan. Y hay otros que llegan con preaviso y llenos de alertas y prevenciones: cuando te programan una intervención médica, una revisión de hacienda, un examen. El 12 de septiembre era uno de esos días importantes. El día D en la carrera académica de María, el día de su prueba de acceso a la plaza de “profesora contratada doctora” en la Universidad de Vigo. Después de 10 años ejerciendo la profesión docente y deambulando por diferentes tipos de contratos, siempre temporales y perecederos, se le ofrecía la oportunidad de consolidarse definitivamente como académica y profesora.

La cosa, en principio, no pintaba mal. Ella tiene experiencia y conocimientos, pero, como toda prueba, hay que pasarla y sufrirla. Los profesores estamos acostumbrados a poner pruebas a nuestros estudiantes, pero a algunos les cuesta mucho enfrentarse a las que ellos mismos han de superar. María es de esa cofradía de los sufridores. Es capaz de ver nubarrones en un cielo despejado. Así que la maldita prueba la trajo por el camino de la amargura desde que le pusieron fecha. Pero el tiempo no perdona y sigue avanzando inexorable. Y fue así que, entre nervios y agobios, llegó el día.

Y no llovió. O sí llovió, pero con esa lluvia tranquila y sosegada por la que veníamos suspirando todos desde hace tiempo. Ningún sobresalto (ni siquiera la tecnología falló, que para eso estaba Luca allí de garantía). María ahogó los nervios y sus personales fantasmas a base de nicotina (otra pésima consecuencia de los prolegómenos de la prueba) y de muestras de apoyo de quienes estábamos por allí y se acercó al patíbulo echando mano de su genio interior, cargado de resiliencia, que es lo que le permite sobrevivir.   Y empezó su presentación.

Quiero comenzar agradeciendo a los miembros del tribunal su presencia en esta prueba…” Esa frase fetiche es como comenzar una conversación con un desconocido hablando del tiempo: tenemos un tiempo estupendo, ¿verdad? Superada esa primera fase para romper el silencio, el miedo escénico se alivia. Uno ya ha probado su tono de voz, ya ve la pantalla, ya ha puesto en marcha los motores. Ahora basta dejarlos funcionar.

 Y así fueron pasando los minutos y las diapositivas. Habló de su currículo (que todos encontraron excelente y apropiado, excesivo incluso, dijo alguien), habló de la materia a la que concursaba y del proyecto docente que presentaba para ocuparla y habló de la forma en que pensaba integrar docencia e investigación. Una hora y cinco minutos. Perfecto. Sin un solo titubeo, sin dudar de lo que decía, sin contradicciones. El mensaje era complejo, a veces, pero no lo parecía cuando ella lo iba explicando. Y las diapositivas ayudaban mucho a entender lo que decía.

El tribunal no fue de esos tribunales que entienden que su trabajo es machacar a los candidatos. Más que fiscales parecían abogadas defensoras. Currículum excelente y muy en sintonía con la plaza a la que concursaba, el proyecto docente muy bien articulado y muy coherente, la guía didáctica para los estudiantes muy ajustada a las condiciones de los estudiantes de primer curso, la investigación muy original y perfecta desde el punto de vista de las nuevas orientaciones pedagógicas de centrar la docencia en los estudiantes. En definitiva, muchos “muy” y todos positivos. Tuvo más críticas el sistema (el Plan de estudios, la organización académica, la presión por el impacto de las publicaciones) que la candidata.

Le dejaron un tiempo para preparar sus respuestas, pero dado que no había preguntas, prefirió salir al pasillo y, además de alimentar a la bicha de la fumeta, departir impresiones con Luca y sus amigos. Volvimos a entrar y, efectivamente, no respondió a preguntas y se dedicó a comentar alguna de las cosas que se habían dicho. Ahora, ya sí, con su genio de siempre y con la seguridad de quien ya cruzó el río sin hacerse ningún rasguño y, además, posee experiencia y conocimientos suficientes para concluir la exposición con desparpajo.

Y después, el debate del tribunal para poner nota (calculo que debate escaso, pues todos habían sido muy positivos en sus estimaciones), el papeleo de las actas y la comunicación del resultado. Resultado, obviamente, muy positivo. Con lo cual, se le propone como profesora a ocupar la plaza en concurso (el tribunal solo juzga a la candidata, luego es la universidad quien la nombra). Luego, los aplausos, los besos y el happy end.

“Un traballiño feito”, se dice por aquí. Un trago pasado, un desafío superado, una oposición ganada. Uno no se lo llega a creer, así de inmediato. Se tarda varios días en internalizar que terminó la fase de candidata y comenzó la fase de elegida. Después de tantos meses con el agobio metido en el cuerpo, cuesta sacarlo fuera. Pero decrece la presión y uno comienza a respirar de otra manera. Dicen los mejicanos que cuando uno logra hacerse funcionario y tener una plaza fija “está ya en el buen camino”. Ojalá que así sea. A María se la veía contenta. En el fondo no es que dudara de su éxito en la prueba, pero le jorobaba el hecho mismo de pasarla, de someterse al juicio ajeno. La relajó ver que todo fue bien. También a Luca se le veía encantado. Es probable que se hubiera contagiado de la versión agorera de peligros indefinidos que le transmitía María sobre las pruebas y los tribunales. Aunque supongo que muchas de las cosas que allí se dijeron le sonarían a chino, pudo comprobar que la sangre no llega al río. Y, sobre todo, pudo cercionarse in situ de que María abusa mucho de la desconfianza con respecto a sí misma, pues tiene recursos más que suficientes para superar cualquier tipo de prueba que universidad le exija.

En fin, un día importante para todos nosotros. También para sus hijos que ya comenzaban a cansarse de la permanente presencia oculta de “esa puñetera prueba que te tiene tan nerviosa”. Y es verdad, a veces estas cosas (cada uno tiene las suyas) se convierten en moscas cojoneras que te complican la vida mucho más allá de lo admisible y soportable. Así que todos hemos salido ganando. Y la que más, desde luego, María. Para ella comienza otra etapa de su vida (en la que no faltarán otras pruebas y agobios) pero el haber superado la primera, va creando callo y te deja en mejores condiciones para afrontar las próximas con menos nervios y pesimismo. Amén.   

 

1 comentario:

ainohazc dijo...

Qué bonito papá !!!