martes, mayo 11, 2021

NOMADLAND

 

“Ningún adiós es definitivo y por eso nos despedimos hasta la vista”. “La vida es un viaje que transcurre entre paisajes, personas y emociones”. “Los recuerdos son los que hacen que las cosas sigan vivas”. No puedo asegurar que sean frases literales del guión (mi memoria ya no da para tanto; antes las escribía en cuanto las oía en el cine, aunque tampoco soy capaz de hacerlo ahora sin interrumpir el disfrute del film), pero yo las oí. O creí oírlas. Y desde luego son ideas recurrentes sobre las que transita el guión.

Hermosa película estadounidense, dirigida por Chloé Zhao y protagonizada por Frances MarcDormand que hace un excelente papel (ya la habíamos admirado en Tres anuncios en las afueras, también oscarizada). Son bien merecidos los muchísimos premios que ha recibido, entre ellos tres oscars (mejor película, mejor dirección, mejor actriz), dos globos de oro (película y dirección), 4 BAFTA, León de Oro en Venecia y en fin un largo listado de reconocimientos. Y lo interesante es que se trata de una película comedida, minimalista, sin excesos de ningún tipo. Pero te atrapa, te hace vivir el mismo recorrido de emociones, dudas e inquietud que vive la protagonista y quienes se van cruzando en su azaroso deambular.

Dejar todo lo que tenías, medio queriendo medio sin querer, para iniciar otra vida comenzando de cero exige o mucha desesperación o mucho coraje. Confinarte en una furgoneta, sin más asideros externos, es un órdago a la vida: te puede salir bien o mal, o ambas cosas, que es lo que le pasa Fern. Te abres a disfrutar el mundo sin intermediarios ni constricciones, pero te arriesgas a quedarte solo y ahogarte en tu propia desesperación.

Y sin embargo ella consigue que su vida siga. Va viviendo por episodios, como los temporeros de nuestra tierra, yendo de lugar en lugar al socaire de las posibilidades de trabajo que las estaciones o las urgencias comerciales van ofreciendo. Y eso le da para sobrevivir. Y, como el dinero tampoco constituye un eje central de su vida, va disfrutando de las muchas otras cosas que la naturaleza y las personas en su situación le ofrecen. No le falta encanto a ese estilo de vida en el que todo está abierto al azar, a los encuentros fugaces, a la necesidad humana de compañía y apoyo mutuo. La narración es amable en ese sentido: presenta a gente buena, gente que se ayuda, que confía, que se divierte. También sufren, desde luego, pero dentro de ese marco normalizado y alternativo de luces y sombras que la vida conlleva. La película es un drama, pero humano, soportable, incluso bello. No hay crímenes, ni robos, ni violaciones o maltratos. Ellos viven solos, pero logran hacerlo con dignidad y sin sobresaltos. 

 Yo hice mucho camping. También recorrimos países enteros e hicimos miles y miles de kilómetros. La verdad es que nunca nos pasó nada lamentable o que se saliera de los pequeños accidentes de la vida cotidiana. Y lo disfrutamos mucho. Viajar de camping es eso, llegar y marcharse; saludar a gente y despedirse de ella; admirarse por lo que ves y abandonarlo para buscar otros entornos. Lo único constante, seguro, tuyo es el coche y la tienda o caravana que te cobija. Por eso me fue fácil identificarme con la protagonista. Un estilo de vida que quizás hoy se ha llenado de peligros. Unos reales y otros simplemente inducidos por intereses económicos vinculados a la seguridad. Por eso, gusta ver en la película que, incluso ésa vida alternativa es una vida digna, atractiva y, dentro de lo que cabe, segura. Aunque, también creo que muchos de nosotros, solo de pensarnos en su situación, nos agobiaríamos de miedo; de miedos genéricos y profundos que podrían referirse a cualquier de las muchas incidencias posibles que la vida nómada puede conllevar. La película nos conduce a través de un relato amable en el que no estás en tensión por lo que le pudiera pasar a la protagonista. No hay malos.

Aunque la música es excelente y también lo es el guión, lo que a mí me ha gustado más han sido los paisajes y la vida interior de la protagonista. Ese contraste entre la amplitud física del escenario y el minimalismo vital y emocional en el que se mueve la protagonista. El contraste entre la luz exterior y la obscuridad e incertidumbre interior. Ella cuenta (y luego lo vemos en su viaje a los orígenes) que, en su casa, ubicada al final del pueblo, tenían una terraza grande donde se veían al fondo las montañas y entre medias estaba la nada. No había nada, un desierto. Allá, al frente, la inmensidad fuerte y estable de la sierra y en el entremedio nada. Es la nada (física y después económica) que ha contagiado su vida y que ella pretende llenar viajando y buscando gente y trabajo allí donde esté.

Por eso, al final, es una película de contrastes. Un amigo me escribe tras verla: “¡Cuánta vida interior! La  soledad es compañía, perder es ganar, menos es más, volar es echar raíces, la amistad es despedirse, irse es la promesa de encontrarse, viajar es vivir…”. Una película que, pese a su apariencia de lentitud y de narración plana en la que nunca acontece nada extraordinario o inesperado, hay mucha vida y te mantiene en un nivel de emoción y expectativas que la hace muy interesante. Seguro que provoca muchos voluntarios para experimentar ese tipo de vida que, aunque duro, reúne muchos atractivos.

Muy buena película. Merece la pena verla.

 

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