lunes, febrero 16, 2015

50 SOMBRAS DE GREY





Había prometido que no leería la novela y, pese a ser una promesa estúpida, la cumplí. No me atreví a hacer lo mismo con la película (¡qué demonios, al final la va a ver todo el mundo y no voy a poder participar de las conversaciones en torno a ella!) y esta tarde hemos ido a verla.
Bueno, con la ventaja de no haber leído el libro (así no  tengo que echar de menos nada) y quedándome con lo que el film presenta, no me ha parecido una mala película. Terrible por su contenido y la visión enfermiza del sexo que supone el sadomasoquismo (aunque allí solamente hay sado y aun así, bastante light). La película está muy bien hecha en sus aspectos formales, los actores trabajan estupendamente, los paisajes y ambientes en que se lleva a cabo la grabación están bien seleccionados y el ritmo, en general, es bueno. Yo, al menos, no me aburrí (bastante tenía con ir controlando mis propias fantasías). El protagonista  Jamie Dorman está correcto (aunque quizás un tanto hierático y reconcentrado en lugar de expresar la emoción que cualquiera hubiera sentido en situaciones como las que iba viviendo, o quizás es que los sados tiendan a ser tristes, no lo sé) y ella,  Dakota Johnson pues perfecta. Dicen que el cuerpo que aparece en las escenas eróticas no es el suyo, que tuvo una sustituta, pero su expresividad estaba en la cara, en cómo expresaba sus emociones. Y esa sí fue ella. A mí me encantó.
Pero, obviamente, el morbo de la película está en el sexo y la forma en cómo lo viven los protagonistas. Decían del libro que era “porno” para señoras casadas. Y supongo que mucha gente  iba al cine esperando ver en pantalla aquello que ellos/as se habían imaginada mientras leían la novela. De ahí la frustración. Pero, en todo caso, resulta poco realista ir a ver porno a cines comerciales. El porno se ve en casa o en cines X. La película llega a donde se puede llegar sin romper en exceso las costuras de lo socialmente permitido. Y ese trecho lo cubre bien. Hay escenas eróticas excelentes que te hacen soñar.
Lo que perturba todo el  tiempo es el fondo patológico sobre el que se construye la relación entre ambos. La frialdad racional de él, rota solo a ratos; la mezcla de deseo y temor por parte de ella. Es difícil concebir algo tan hermoso y gratificante como el sexo en un contexto así. La propia idea de la “sumisión” resulta escalofriante. “¿Qué gano yo con eso?”, le pregunta ella.  “A mí”, responde él. En el fondo, él puede gozar con ella solo si goza de ella sin restricciones, sintiéndose su “amo” (la otra palabra desasosegante). Y no es que la idea de “sumisión” no carezca de encanto ni deje de tener su parte erótica.  Eso de no tener que tomar decisiones, que el otro las tome por ti; eso de dejarte sorprender, dejarte llevar a las cotas de placer más altas que tu compañero/a de experiencia sea capaz de proporcionarte, suena guai. Claro  que tal cosa requiere mucha confianza en el otro o la otra y la certeza de que no te hará daño. Todo lo contrario de lo que sucede en relaciones sadomasoquistas en las que el hacer daño forma parte sustantiva del juego.
La película, en ese sentido, es una montaña rusa en las que vas pasando por momentos de complicidad profunda con los protagonistas disfrutando con ellos, imaginándote en sus personajes, fantaseando con pezones y hielos y suspiros; luego, de pronto, aparecen gestos duros, silencios, contratos, la frialdad de planteamientos que eres incapaz de concebir en una persona. La solución final me pareció estupenda. No entiendo cómo contar esta historia requirió tres enormes tomos de novela escrita. La chica es capaz de recuperar su capacidad de ser ella misma, lejos de la “sumisa” que requiere su pareja. Ellos dos están buscando cosas diferentes. Él le está ofreciendo una vida llena de lujos y transgresiones a cambio de que renuncie a sí misma. No es una alternativa
De vez en cuando, yo miraba de reojo a mi mujer para ver si podía leer sus emociones. Pensaba para mí que también ella andaría danzando en sus fantasías lamentando, quizás, no haber vivido la intensidad de algunas de las experiencias de la protagonista o deseando repetirlas. Y miraba a los que nos rodeaban extrañándome de que chicos y chicas jóvenes miraran la pantalla como observadores de una historia ajena que apenas les conmovía.
Así pues, es una película técnicamente buena y que, en su contenido, te hace pensar en lo complicados que somos los seres humanos.  La complicación se centra esta vez en el sexo, pero podría aplicarse a cualquiera de los ámbitos de la existencia humana. Obviamente eso es lo que nos hace interesantes. Y distintos.
Y al salir escuché, “¿pero por qué le llaman a esto 50 sombras de Grey si es La Cenicienta?”.



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