jueves, mayo 09, 2013

SEVILLA





Que Sevilla tiene ese algo especial, es algo que se impone nada más llegas a la ciudad. Lo primero el calor desmesurado (salí de Santiago con 16º pero ayer, en Sevilla,  estábamos a 36º). Ya me han contado que este año ha sido un poco especial y que ha llovido mucho. Quizás por eso de los muchos muchos años que llevo viniendo a Sevilla, ésta es la vez que la he visto más limpia, como recién salida de la ducha. Sevilla llevaba muchos años medio sucia, con mucho polvo de obras que deslucían las hojas verdes de los naranjos y los capullos multicolores de los geranios. Perdías el gusto a pasear por los lugares más queridos, en mi caso el barrio de Santa Cruz y sus aledaños. Algunas de las plazoletas de Sta. Cruz eran a esas horas de la mañana un trasunto del paraíso. Daba ganas de sentarse allí, bajo el verde de los naranjos y dejarse estar y sentir, en una especie de meditación melancólica interminable. Supongo que algo así te vacuna contra las inclemencias que la vida nos va trayendo. Tal fue el chute de anestesia del paseo que casi ni holía tanto a heces de caballo en el entorno de la Catedral y la calle Constitución. Preciosa ciudad. Y limpia, esta vez. Y cosmopolita, con miles de turistas deambulado inseguros, mapa en ristre, por las calles.
En fin, como dicen los brasileños ya he matado “as saudades” con un paseo mañanero por el centro y el barrio de Sta. Cruz. Por la mañana es fácil andar. Todo está  fresco, mojan las calles (lo que debe ser algo que figura en las ordenanzas, porque me dicen los amigos de aquí que ese riego lo hacen incluso los días que llueve a raudales), respiras ese olor típico sevillano que no sabría definir. He vuelto a pasar por esas plazas maravillosas del barrio de Sta. Cruz, donde tienes la tentación de quedarte allí para siempre bajo las ramas verdes brillantes delos naranjos. Un placer.
He venido a Sevilla a una Jornada de Trabajo sobre Gestión de revistas científicas. Una pura contradicción con el contexto. Frente a toda esta paz y relax del exterior, en el salón de trabajo todo eran presiones para aumentar el impacto, para cumplir las exigencias de las empresas de acreditación, para internacionalizar los procesos, para profesionalizar a los responsables de las revistas. Siempre más, siempre mejor que los otros para estar mejor posicionados. Un agobio permanente. Yo venía a ver si alguien tenía buenas ideas sobre cómo conseguir dinero para mantener vivas las revistas que yo dirijo. Pero de eso nadie sabe nada o, al menos, nadie cuenta nada. Cada uno va sobreviviendo como puede, casi todos en precario (un colega nos ha dicho que ellos consiguieron el apoyo de una fundación pero que, claro, no nos podía decirel nombre no fuera que le salieran otros novios y complicaran el apoyo).  Es decir, con muchos menos recursos tenemos que tratar de mejorar los productos. Y la cuestión peor es que no solamente debes mejorarlos (intentar que cada vez sean mejores, cosa que de una u otra forma todos intentamos) sino que han de conseguir que sean mejores que los de los otros porque se te va a valorar en función de tu posición en el ranking. Cansa tanta presión. Sobre todo a quienes lo hacemos por amor al arte. Y hay tantas cosas que hacer,  que asistir a este tipo de jornadas me produce una sensación parecida a la de entrar en una biblioteca o una librería, que me deprimo al ver la enorme cantidad de cosas que me quedan por leer.  

En fin, Sevilla siempre es grande y chocante. En los placeres visuales y olfativos que te ofrece, en la alegría que transmite su gente, en el dinamismo de la propia ciudad siempre llena de guiris y gentes de todas partes, incluidos los propios sevillanos que son los que ponen esa punta de guindilla que te hace volver la cara y sonreír ante sus ocurrencias. Claro que en estos años, al menos los placepa dar qué hablar (ayer me decían que la Unesco había amenazado con retirarle el título de ciudad patrimonio de la humanidad por esa inmensa torre que están haciendo a la orilla del río y que, por lo visto, resta protagonismo a la Giralda y a la Torre del Oro; vamos que se te va la vista hacia el rascacielos y te olvidas de lo importante). Y junto a todo ello, otras pinceladas culturales que hasta ahora no había descubierto, como esas poesías de la Puerta de Jerez, escondidas entre el verde de ese relajante lugar.
res visuales, los están llenando de disonancias
En fin, un día duro para el sosiego personal por la cantidad de cosas que se nos exigen a los directores de revistas, pero una jornada interesante de amistad y disfrute de Sevilla y su comopolitismo.

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