lunes, mayo 27, 2013

Al frente de la clase.





Resulta curioso pues es un film del 2008,  pero no sabía nada de él. Lo había comentado un compañero en la comida. Decía que era una película muy interesante, que merecía la pena verse. Nos contó algo del tema y, efectivamente, me pareció muy atractiva. Además, los consejos sobre buen cine nunca se deben desatender. La vida acaba siendo demasiado corta para perder el tiempo con malos filmes. Así que aproveché la tarde del domingo, encerrado en el hotel, para verla. Como está en You Tube, sin restricciones, pude hacerlo sin dificultad alguna.
Al frente de la clase es un alegato en favor de los derechos de las personas que sufren de alguna enfermedad rara, en este caso el síndrome de Tourette, una anomalía neurológica que hace que los sujetos  realicen movimientos y ruidos que no pueden controlar.
La película impresiona realmente. Y si eres profesor y formador de profesores, aún más. Muy bien pensada, sin melodramas innecesarios (es fácil comprender el drama que viven los sujetos con el síndrome de Tou…) pero con una presencia constante y machacona del síntoma. Eso ayuda a que uno no se pueda escapar por la parte ligeramente cómica de las situaciones (eso que solemos decir a veces de "si no fuera tan trágico darían ganar de reir). Aquí pasa un poco eso. A veces no puedes evitar una sonrisa (tampoco tendría sentido, pues el propio protagonista se ríe con frecuencia de las situaciones que su problema provoca) pero el film no te da respiro y acaba haciéndote consciente de lo agobiante de la situación.
Lo mejor, sin duda, el protagonista, James Wolk. ¡Qué maravilla, cómo se hace con el papel! Yo no conozco a ninguna persona que padezca el síndrome de Tour… pero me da la impresión de que su actuación es muy realista, que borda su papel. Acabas el film agotado, al identificarte con él, pero, a la vez, feliz porque te sientes contagiado de su fortaleza, de su capacidad de resiliencia.
Saqué muchas cosas en limpio de la película. Es todo un manual de educación y de autoayuda.
Lo primero que enamora es su gran capacidad de supervivencia. Debe ser como un milagro eso de vivir la propia enfermedad como un estímulo (ella ha sido mi mejor profesor, dice al final, la que me ha enseñado  la importancia de vivir y de superarme). Es curiosa esta fortaleza mental que, por otra parte, está frecuente en muchas personas con alguna incapacidad. Recuerdo un colega y amigo con problemas de movilidad (había tenido un accidente que le destrozó la pierna y le provocó una cojera irreversible) que me decía que él se sentía feliz de ser cojo. No solo no se quejaba, creía que había sido una bendición para él porque le había permitido llegar a ser como era. Me hizo pensar mucho porque al principio yo creía que no podía ser verdad lo que decía, que era una pose, una forma de sublimar su frustración. Pero no, era realmente una persona feliz que contagiaba alegría y deseo de vivir. De hecho se ha hecho famoso por los éxitos conseguidos en la recuperación de sujetos con algún tipo de discapacidad. Les transmite ese gran poder psicológico que él mismo posee y que le ha permitido llegar a las mayores metas académicas. Al protagonista de este film le pasa también eso, no le cuesta reconocer que tiene un problema (interesante la forma en que afronta el dilema de si es mejor hablar de él desde el inicio de sus entrevistas para obtener el empleo de profesor, o disimularlo), pero de manera alguna acepta que sea el problema el que le marque la agenda vital. Él es quien es con sus ruidos. Es un pack único pero en el que deben estar claras las prioridades y qué es lo fundamental y qué lo secundario.
Eso es exactamente lo que tratamos de inculcar desde hace años a través dela pedagogía de la diversidad. Las posibles discapacidades o minusvalías de los sujetos no constituyen el núcleo de su identidad. No debemos hablar de “ciego”, “cojo”, o “hiperactivo” porque con ello solo logramos confundir la parte con el todo. Ellos y ellas son personas con alguna característica particular que en nada reduce su cualidad de persona ni el conjunto de cualidades y capacidades que como tal posee: es una persona que puede hacerlo todo menos ver, o todo menos andar o menos estarse tranquilo durante periodos largos de tiempo. La escena del niño explicando a sus compañeros esta situación ayudado por el director de la escuela resulta muy emocionante. Probablemente, en la realidad, la respuesta de sus compañeros no hubiera sido tan correcta y emotiva (difícil pasar de la nada al todo) pero resulta emocionante comprobar cómo se puede construir un auténtico respeto a la diversidad, sin culpabilizar a quien la padece sino más bien al contrario, generando empatía con él.
Muy contrario a ese espíritu es lo que aparece como actitud de directores y colegas en las diferentes escuelas por las que va pasando solicitando trabajo. Luego, también la de algunos padres. Es descorazonador que gentes de educación (pero también de otros contextos como el golf, los restaurantes, el cine e, incluso, la iglesia) se muestren tan poco comprensivas. Duelen las miradas, los reproches, los prejuicios. Claro que tendríamos que ponernos nosotros mismos en esa situación y ver cómo reaccionaríamos. Por eso, cuando se encuentra con la pareja de directores que son capaces de elevar sus consideraciones más allá de los prejuicios, uno siente que otro tipo de mundo es posible. “Después de tanto hablar lo que hemos hablado, tenemos que demostrar que creemos en ello”, o algo así, es su justificación al contratarlo. Cierto, porque si no, al final, todo se queda en palabras. Ninguno de los que le rechazaron se confesaría persona “excluyente” o racista. Y probablemente no lo fueran en sus palabras, pero sí en las decisiones que adoptaban creyendo que hacían lo mejor.
Resulta muy emocionante el periplo que el protagonista sigue en la búsqueda de pareja.  Supongo que en ese terreno  tan sensible en la construcción de la propia autoestima, él ya había tocado fondo. Quizás hasta habría renunciado a tener pareja alguna pensando que nadie soportaría su enfermedad. Pero, en la misma tónica de todo lo que es su capacidad de resiliencia, sigue creyendo en él mismo. Así que su cita a ciegas resulta tierna y divertida. Y tiene la suerte de dar con una chica que está más allá del “qué dirán” y de los convencionalismos (probablemente, también ella había asistido a una escuela inclusiva). Sabe reconocer lo que hay dentro de él de tierno, de persona que domina las circunstancias, incluso aquellas que no le favorecen. Que sabe reír (incluso de sí mismo y de sus problemas) y hacerla reír. Y las cosas les salen bien. Ambos se lo merecen.
Bueno, y la otra cara hermosa de la película es el trabajo que el protagonista hace como profesor. Impresiona ver la clase vacía a la que le llevan los directores de la escuela que se arriesga a contratarlo, pero impresiona aún más ver la procesión de colegas que se van acercando a ella trayéndole cosas para la clase. Al final, completa un extraordinario repertorio de recursos didácticos para trabajar con los niños y niñas de su clase. También emociona ver el cuidado con que lo  va preparando todo para su llegada desde varios días antes. Él está emocionado y logra transmitir esa emoción a quienes le vemos metido en cuerpo y alma en el diseño de su propuesta pedagógica. Y cuando los niños llegan, ese tono de preocupación y calidad se mantiene. No es fácil para él pues debe hacer frente a su problema, debe explicárselo a los niños, debe asumirlo él mismo como una condición de normalidad en su vida profesional, debe ir dando una respuesta equilibrada a las dificultades que su situación trae aparejadas: por ejemplo que algunos padres no vean claro que en sus condiciones pueda dar clase y resultar positivo para sus hijos. Pero él  sigue adelante, se inventa cosas a trabajar con los niños, logra meter el mundo de fuera en sus clases (el ejemplo de la camionera y sus rutas es magnífico). En fin, hay muchas cosas de las que emocionarse en la película, pero la forma en que este profesor afronta el trabajo con los niños  es, sin duda, una de ellas.
Me pareció un poco sin sustancia ese salto en el vacío de nombrarlo profesor del año. No hacía falta para nada ese reconocimiento un tanto peliculero. Pero se entiende que al director del film le viene bien para acabar la historia con el speech final, todo un discurso programático sobre el  valor de la superación personal y lo que la educación, la buena educación, puede aportar para lograrlo. Llevamos años hablando del valor educativo de la diversidad, del derecho de todos a ser tratados como iguales para poder desarrollar un proyecto de vida lo más completo posible. Esta película que, además, está basada en un caso real, resulta muy reconfortante. Ya tengo de que hablar con mis estudiantes en el inicio del nuevo curso.

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