Es difícil de explicar lo que se siente. El cante es eso, música que te va envolviendo como esa especie de humo artificial con el que se empeñan ahora en adornar los escenarios. Ella cantaba, sentada firme allá en el fondo y la música iba creciendo, haciéndose una nube que te envolvía. No puedes pensar, no merece la pena. Basta con dejarte ir y que la música te lleve.
Antes de comenzar dijo unas palabras y tenía la voz tan casposa que pensé que venía enferma como quien sale de una gripe. Pero no era eso. Ésa era su voz de estropajo para que sus lamentos sonaran como los rugidos del aire que debe zigzaguear entre rocas. Fantástico.
Antes de comenzar dijo unas palabras y tenía la voz tan casposa que pensé que venía enferma como quien sale de una gripe. Pero no era eso. Ésa era su voz de estropajo para que sus lamentos sonaran como los rugidos del aire que debe zigzaguear entre rocas. Fantástico.
No sé mucho de flamenco. Supongo que hay que nacer en Andalucía para que la piel no sirva de obstáculo y el sonido te llegue al alma. A mí me pasa eso con las jotas, que se me pone carne de gallina, que puedo echarme a llorar en cualquier momento. Pero, fíjate, el flamenco es tan contagioso que no resulta difícil, incluso para legos, meterse en él y dejarse llevar. Y si quien lo canta es Carmen Linares, el placer estético está servido.
La cosa es que se celebra en Compostela "Sons da diversidade" un clico musical que ha ido madurando en los últimos 6 años y que cada convocatoria nos sorprende con cosas nuevas y maravillosas. El mundo está cruzado por culturas musicales tan distintas y tan ricas que merece la pena vivir la experiencia de disfrutar de ellas. Y dentro de ese gran caleidoscopio de sonidos, hoy le tocaba el turno al flamenco, con Carmen Linares como gran protagonista.
“En las dos últimas décadas, el cante flamenco de mujer lleva el nombre de Carmen Linares”, así comenzaba el programa de la sesión de hoy. Y con esto sucede como con el cine. Cuando ves una gran película inmediatamente piensas que será seleccionada para los Oscars. Escuchando hoy a Carmen también entiendes que el piropo de los organizadores de la gala no es exagerado.
La sesión ha tenido un poco de todo. Ella fue pasando por casi todos los palos: bulerías, canto de las minas (los más espectaculares), bulerías, cantigas romeras, granainas y rondeñas, alegrías, etc. Carmen venía acompañada de dos guitarristas, dos palmeros y un percusionista. Magníficos todos. Impresionante el ritmo que tiene la gente del flamenco, cómo se combinan, cómo se bifurcan siguiendo cada uno el suyo, cómo se complementan. ¡Es tan potente el ritmo flamenco, tan absorbente, tan imposible (el follón que se puede armar con unas palmas y unos taconazos)…! Uno de los palmeros, además, bailó. ¡Qué energía y ritmo! Le fue fácil tenernos a todos embobaos, que le interrumpiéramos a cada poco con aplausos (el pobre se quedaba quieto con la posturita ya marcada, como una estatua en movimiento, hasta que acabáramos de aplaudir).
Las letras no suelen ser el fuerte del flamenco. Perdón, supongo que para los enterados serán un auténtico maná intelectual. Pero no es fácil seguir el hilo. Cuenta más la connotación, el tono, la intensidad que la semántica, pienso yo. Pero Carmen canta a poetas y eso engrandece su guión. Por allí pasaron García Lorca, Juan Ramón Jiménez, Miguel Hernández, Bergamín, Machado. Preciosa la letra de Lorca: “El río Guadalquivir va entre naranjos y olivos…”. Pero a mí me ha impresionado otra que venía a decir más o menos: “Será que no sé contar, será que me sobran penas, que cuando cuento mis penas, me salen penas de más”. La he tenido que apuntar a oscuras para que no se me olvidara. Me parece estupenda.
En fin, una tarde de domingo diferente. Y muy interesante. Quedas con ese regustillo de haber disfrutado mucho. Aunque no sea fácil contarlo. Ya lo veis.
En fin, una tarde de domingo diferente. Y muy interesante. Quedas con ese regustillo de haber disfrutado mucho. Aunque no sea fácil contarlo. Ya lo veis.
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