jueves, agosto 28, 2008

Volando

Volar estos días es un acto de fe. Y no están los tiempos para confiar. Pero no te queda más remedio. Así que al mal tiempo buena cara y vamos a sonreir que así se nota menos el acojono.

La cuestión es que yo ya había perdido el miedo al avión. Despegar y aterrizar se habían convertido en una de esas rutinas que uno acepta con agrado. Siempre me dormía en los despegues. El arrullo de los motores y el cambio de presión en cabina me relajaban enormemente. Y me quedaba frito durante diez o quince minutos. Si hubiera volado el día del accidente, yo estaría seguramente dormido cuando el avión cayó. En fin, es difícil sacarse de la cabeza lo que debió ser ese momento para aquella gente. ¿Qué les pasaría por la cabeza?¿Sería todo rápido o tuvieron que sufrir durante mucho tiempo?¡Pobres!



¡Hay tanta vida en un avión! Cada avión es un mundo. Me he emocionado muchas veces viendo la alegría de los niños que viajan y sus preguntas y sorpresas constantes. Los padres con sus bebés pequeñísimos que, seguramente, llevan a sus familias para que los conozcan. Las parejas, los grupos de amigos vocingleros, los que van de turismo, los italianos que están siempre. Mucha gente y muchas historias. Se ha visto ahora con el accidente. ¡Cuántas historias emocionantes: los que perdieron el avión y se salvaron y los que adelantaron su viaje y murieron; los que venían o iban de viajes de novios; las familias enteras que regresaban de vacaciones; los bebés, uno de ellos viajando para ser bautizado en Canarias; el misionero que regresaba de Camerún para su descanso trianual. En fin, mil historias tan humanas y llenas de vida que sobrecoge pensar en ellas. ¡Cuánto habrían estado esperando ese viaje, deseándolo! Y allí estaba esperándolos el destino para romperlo todo. En fin, un desastre terrible.



Más terrible y temible aún si lo ves así, desde dentro. Miras a la gente que te rodea (hoy va el avión casi vacío y llevamos a un grupo grande de estudiantes brasileños que regresan de un curso de verano en Inglaterra) y te preguntas cuál será su historia, qué contarían de él o ella si cayéramos. Me habían puesto en una salida de emergencia pero he preferido cambiarme a una fila con todos los asientos para mí. Así que me he pasado la mayor parte del tiempo, hasta ahora, tumbado. No está mal, pero no es bussiness. El caso es que llevo al lado a un judío ortodoxo ya mayor. Seguro que tiene una gran historia tras de sí. Y por el otro lado un matrimonio. Y detrás una pareja de chicos jóvenes. Y en medio yo. ¿Qué dirían de nosotros? ¿Qué haría especial nuestra historia?



En fin, ya me doy cuenta de que no es un buen pensamiento para amenizar el viaje. Pero ya nos han pasado dos pelis (mediocres) y estamos en un intermedio un poco largo. Pero lo dejo, que parece que comienza otra. A ver si me distrae un poco de estas lucubraciones un poco tétricas.

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