domingo, agosto 10, 2008

La memoria de los peces.

Lo malo (y lo bueno, según como se mire) de los veranos pasados por agua es que uno va mucho al videoclub. Y acabas no encontrando nada que ya no hayas visto. Salvo esas pelis de terror, ciencia ficción, violencia bruta y otras milongas a las que uno es alérgico de nacimiento. A veces te olvidas de que ya has visto alguna pero te lo recuerda el encargado cuando la anota en tu cuenta “oiga, que ésta ya la llevó hace cinco meses”. En fin, poco a poco se van agotando las alternativas y te ves condenado a escoger lo que hay.
De las que hemos ido viendo estos días pasados, hubo algunas pasables. Me encantó, por ejemplo, CACHIMBA, una peli chilena de Silvio Caiozzi (2004) realmente entretenida. Además, los acentos me traían muy buenos recuerdos de las voces de amigos chilenos. Se diría que uno podría estar viviendo la historia del descubrimiento del museo personalmente. Pero lo de hoy ha sido más chungo. Me tropecé en la estantería con “La memoria de los peces” de Conrad Son, que además es el protagonista (aquí sí se hace cierto aquello de quien reparte se guarda para él la mejor parte) y una serie de actrices que no conocía de nada (Dora Venter, Jessica Fiorentino, Michelle Wild, Anastasia Mayo). Me dije, bueno, ésta tiene buena pinta. Además me sonaba de haber leído en algún sitio una crítica interesante a la película. Pero me extrañó que fuera española. Yo la hacía inglesa o irlandesa. De todas formas, parecía interesante. Además en la propaganda de la carátula se utilizaba la metáfora de la poca memoria de los peces para aplicarla a los hombres y a su escasa capacidad para mantener relaciones estables. Puede estar bien, pensé.
¿Bien? ¡Qué cosa, por dios! Menos mal que ya no tenemos niños en casa porque se me hubieran subido los colores. Resulta que era cine erótico. Unas tías estupendísimas y el director-protagonista (tampoco estaba mal según opiniones autorizadas) que se acostaba con todas ellas. ¡Qué marcha el tipo! Su esposa, su secretaria y la sustituta de la secretaria, una fotógrafa, una prostituta. Y todo sin solución de continuidad. Claro que él no debía pegar palo al agua, sobre todo porque no le quedaba tiempo. Y para complicarlo más, aún se comía el coco sobre si quería a la una o la otra, sobre si engañaba a su esposa o sólo estaba pasando una confusión pasajera. ¡Un morro que para qué!
Y a eso venía el título, a que los hombres tenemos menos memoria que los peces (parece que a ellos les dura 9 segundos su impresión y así pueden estar constantemente mirando fuera de la pecera y viendo cosas distintas, aunque siempre sea lo mismo). Esa parecía ser la moraleja de la película, muchas relaciones, mucho sexo (¡extraordinario el tipo, oye!) pero al final siempre es lo mismo. Un poco depre como mensaje, me parece a mí. En fin, una película con poca historia pero con mucho trasero y un buen surtido de suspiros. Eso sí, las chicas buenísimas. Y el director-protagonista-follador un tipo inagotable. Y calvo, lo que siempre sirve de estímulo a los idem.

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