viernes, diciembre 30, 2022

AVATAR: EL SENTIDO DEL AGUA.

 

Había que verla. Da lo mismo cuáles sean tus preferencias con respecto al cine o tus manías estéticas o narrativas; da lo mismo lo que digan las críticas o los amigos que la han visto… hay que verla. Y verla en 3D y en pantalla grande, obviamente. Luego puedes salir del cine más o menos contento, pero seguro que tienes la sensación de haber asistido a una experiencia distinta a cualquier otra.  Y aunque puedan establecerse comparaciones con la primera película de Avatar (oí comentar a la salida del cine a algunas personas que aquella les había sorprendido más porque resultaba la primera y suponía mucha mayor ruptura con el cine de entonces), los trece años que han pasado desde entonces son un espacio suficiente para ver esta nueva película con otros ojos, con nuevas exigencias.

Este nuevo film de Avatar, tiene el mismo director que la primera, James Cameron.  Él fue, también, el guionista del primer Avatar, aunque a esta segunda versión se han incorporado otros dos guionistas: Rick Jaffa y Amanda Silver. Los personajes principales siguen siendo los mismos: Sam Worthington, Zoe Saldana, Sigourney Weaver, Stephen Lang. En esta nueva versión se ha incorporado, además, Kate Winslet. Han cambiado, también, los responsables de música y la fotografía: Simon Franglen y Russell Carpenter, respectivamente, en esta secuela. Queda garantizada, por tanto, la continuidad y, a la vez, la novedad de esta nueva versión.

 Lo primero que se puede decir de la película es que se trata de un espectáculo visual impresionante; desmesurado en ciertos momentos. Una película que se puede abordar desde tantas miradas que basta ver la miscelánea que se recoge cuando la publicidad pretende señalar a qué género cinematográfico pertenece: ciencia ficción, aventuras, cine fantástico, acción, romance, familia, extraterrestres, ecología. De todo hay en este film y quizás por eso dura más de tres horas (192 minutos, para ser exactos; media hora más que el primer Avatar).

Lo que tiene de bueno es que no te enteras. Estás tan metido en cuerpo y alma en la pantalla, las imágenes son tan provocadoras que no te dan respiro, de forma que esa enormidad de tiempo pasa sin que te des cuenta. El 3D está muy bien logrado y te abduce, te mete en la pantalla y sus volúmenes, te acerca a los personajes hasta convertirte, casi, en un personaje más de la historia. Seducción que también logra el film por la clara dicotomía moral y estética que plantea entre los personajes: los buenos, muy buenos; los malos, muy malos. De esta manera, la vinculación emocional con los buenos va de seu.

Las críticas al film han venido más por lo narrativo que por lo visual. Las innovaciones en el formato visual, en los efectos especiales, en la estética de las imágenes y movimientos de la historia no se compadecen con lo que la propia historia narra: el espectáculo visual supera siempre a la narrativa. Es una película para ver, para sumergirse en un mundo onírico en el que cada detalle te seduce y asombra. La historia que se cuenta acaba siendo un aspecto secundario ante la desmesura con que las imágenes la cuentan. Si comparamos las antiguas películas de balleneros cazando las ballenas y cómo se plantea la caza de esas orcas gigantes en Avatar, se ve claro cómo en aquellas el centro era, justamente, ese proceso de la caza y lo que lleva consigo, mientras que en Avatar, la historia se centra en el universo gigante de medios que permiten crear imágenes espectaculares y dramáticas. 

 Con todo, no es que la película no haya incorporado temáticas interesantes: la colonización, la inmigración, el ecologismo y la vida natural en contacto con la naturaleza (el canto que se hace del agua es realmente hermoso), la familia, la guerra y la destrucción, etc. Lo que sucede es que siempre quedan en el fondo, porque el protagonismo corresponde siempre a la imagen.

Personalmente he disfrutado mucho. Me gusta y prefiero el cine que cuenta historias, pero de vez en cuando hay que disfrutar de películas como avatar, sumergirse en ese caos visual de sonidos, imágenes y artilugios que te dejan anonadado. En la secuencia del film se agradece esa fase intermedia de la película en la que los protagonistas van descubriendo el agua y acostumbrándose a vivir en ella.  Es la parte tranquila, de mero disfrute visual y emocional, de preparación para esa locura final de sonidos, imágenes y ritmo infernal que te mantiene en vilo hasta el final.

Lo dicho, sea cual sea el tipo de cine que más nos guste, este Avatar hay que verlo. No se puede contar, hay que vivirlo.

 

 

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