domingo, marzo 25, 2012

INTOCABLE



 Las noticias que iban apareciendo en la prensa diciendo de ella que era la película más vista en Francia en los últimos años, los premios que había ido recibiendo (el César al mejor actor para Omar Sy; el premio a la mejor película y, compartido entre los dos protagonistas, al mejor  actor en Tokio; la selección como la película de cierre del festival de San Sebastián) ya hacían apetecible el ir a verla.  Y es verdad, merece la pena. Por muchas razones.
Es una película que cuenta una historia humana, muy humana. Quizás ése sea su primer mérito. Basada en una historia real, cuentan, pero daría lo mismo que no lo fuera porque resulta muy creíble que alguien tetrapléjico precise de la ayuda de otra persona para poder valerse en su vida cotidiana. En cualquier caso, uno ya sabe que está en el cine, no es un programa convencional de apoyo a personas dependientes. Como no podía ser de otra manera, la forma en cómo esa situación se ha resuelto en el filme, es artificial: sujeto rico tetrapléjico contrata a un inmigrante negro y marginal para ayudarle. A partir de esa idea, los productores se han esmerado en construir un buen guión (con mucho humos y sin sentimentalismos) y buscar unos actores excelentes, François Cluzet (“Bienvenidos al Norte”, “La cena de los idiotas”) y un espectacular Omar Sy a quien es la primera vez que veo. Han seleccionado unas situaciones atractivas y nos han contado una historia llena de emoción y humor.
La película está llena de vida. Supongo que por eso atrae a tantos espectadores. Podría ser un drama pero es una comedia, una forma de tomarse la vida, incluso las versiones dramáticas de la vida, con humor y alegría. Disfrutar de lo que se tiene en lugar de pasársela lamentándose de lo que se ha perdido. Claro que eso es más fácil cuando uno es rico, pero no es solo eso. El parapléjico Philippe hubiera tenido una vida lastimosa con cualquiera de los otros candidatos que se habían ofrecido a ocupar el puesto de cuidador. Pero dio con Driss y él trajo toda una revolución a su vida.
Esa fue la moraleja más importante para mí. Nosotros formamos futuros profesionales que trabajarán con sujetos con necesidades similares a las de Philippe, formamos también profesores que atenderán a muchachos y muchachas en las escuelas. No les bastarán sus títulos, ni los cursos que hayan hecho, ni su vocación. Tendría que haber algo dentro de ellos y ellas que les permitiera transmitir a las personas que atienden esa alegría vital, ese sentimiento de la superación, esa capacidad para afrontar situaciones complejas y emocionalmente duras como si formaran parte de la vida normal. Lo que llama la atención del Driss cuidador es que está lleno de defectos, que apenas se ha preparado para ejercer ese trabajo, que es imperfecto en casi todo. Todos los datos disponibles sobre él refuerzan el pronóstico de que va a ser un fracaso total. Y, sin embargo, es el mejor de todos. Estoy seguro que cualquiera de nosotros en una situación similar a la del tetrapléjico escogeríamos a ese negrazo imponente y alegre como cuidador. Es la diferencia entre la academia y la vida. Nuestro dilema de siempre. Yo lo viví de forma directa cuando llevé a vivir conmigo a muchachos inadaptados. Me valieron de poco los diplomas universitarios (al contrario, a veces, sólo servían para hacer ruido y llevarte a actuar como profesional cuando ellos necesitaban más a una persona adulta que los apreciara que a un especialista que los estudiara). También es fácil sentir esa contradicción en el trabajo como formador en la universidad. Notas enseguida que más que erudición van a necesitar mucha alma, mucha vida, mucho humor. Pero todo eso no está en los libros. O lo llevas en el ADN o resulta improbable (aunque no imposible, si los profesores fuéramos así, seguro que algo conseguiríamos) que se consiga.
Pero volviendo a la película, la historia es preciosa. El drama de alguien que no se puede mover sigue presente durante las dos horas del film, pero la forma de contarlo no te deja caer al pozo del sentimentalismo compasivo porque hay mucha más vida que dolor. Porque hasta las situaciones difíciles pueden tratarse con humor (“¿Dónde puedes encontrar a un tetrapléjico”, le pregunta entre sonrisas el cuidador al enfermo. “Donde lo dejaste”. Y ambos ríen con ganas).
Lo mejor de todo es que sales del cine con la sonrisa en los labios. Saboreando ese tono positivo que el cine francés ha sabido imprimir a sus comedias. Admirando una vez más el trabajo espectacular de Cluzet y preguntándote dónde carajo se había metido hasta ahora ese volcán de energía y alegría contagiosa que es Sy.

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