lunes, enero 26, 2009

Revolutionary Road


Aunque debería estar haciendo mis deberes atrasados (muchos y cada vez más), es domingo por la noche y no puedo dejar de darle vueltas en la cabeza a la hermosa película de hoy: Revolutionary Road de Sam Mendes con Leonardo DiCaprio y Kete Winslet.
La película es muy interesante. De esas que te seducen por la historia, te atrapan por el gran trabajo de los actores y, al final, te hacen pensar porque abordan temas de todos y de siempre. En este caso, la lucha entre los sueños y el conformismo en la vida de las personas. Bueno eso y mucho más que tiene que ver con la vida en pareja, con el trabajo, los amigos, la fidelidad, los hijos. Es decir, el juego de verdades y mentiras en las que se mueve nuestra vida cotidiana. Y todo eso, en medio de una fotografía excelente (algunos fotogramas son realmente espectaculares: los cientos de empleados caminando por la calle, las imágenes reflejadas en el espejo…), de una música desasosegante en los momentos cruciales, de unos actorazos que clavan sus papeles de forma extraordinaria (la película tiene un cierto estilo teatral, se desarrolla principalmente en interiores en los que los primeros planos son abundantes y muy expresivos del mundo interior de los personajes).
La historia está basada en una novela de Richard Yates y eso le da una profundidad impresionante. Los temas que salen a colación son cosas importantes: las relaciones de pareja, el aborto, la necesidad de construir un futuro frente al pragmatismo de contentarse con lo que se tiene, el dilema entre la realización profesional de las mujeres, los hijos, la locura, etc. etc. Y se van tratando con toda la ambivalencia que encierran y sin obviar el drama que a veces significan.
Cuando vi el título, pensé que los problemas de pareja que anunciaba el anuncio de la película se deberían a la implicación política de algunos de los esposos (aún ayer vi en la TV la película “13 rosas” y sigo traumatizado). Pero, ¡qué va! Revolutionary road es eso, una calle que se llama así. Y allí es donde se van a vivir con sus dos hijos cuando empezó a irles bien. Ella quería ser actriz de teatro pero su carrera se frustró. El era uno de los cientos de empleados de una empresa de ventas en la que ya había trabajado su padre. Nada especialmente atractivo para ninguno de los dos. Y ahí es cuando ella propone romper con la situación e irse a París que había sido el sueño de él. Su teoría es que quien no se arriesga no fracasa pero tampoco vive, ni disfruta. Ella podría trabajar como Secretaria en un organismo oficial y él tomarse su tiempo para decidir qué quería hacer de su vida. Al principio lo convence y también él comienza a soñar con liberarse de trabajo, jefes y rutinas, pero luego las cosas se complican (no lo contaré para no destrozar la película a quien no la haya visto) y esa posibilidad de recomenzar parece menos viable.
La pareja ya estaba mal desde el inicio del film. Sorprende la dureza de sus discusiones, la forma como se tiran a la yugular del otro. Me ha llamado mucho la atención que ella en muchas ocasiones le pide a él que se calle. Valora mucho el silencio: el silencio que sosiega la tensión, el silencio que rompe las acusaciones, el silencio que tapa ciertos temas de los que no es preciso hablar porque sólo hieren (incluida la confesión que hace él de que se ha acostado varias veces con una colega de oficina). Cuando todo parece ya definitivamente roto ella pide solo silencio. Pide que la deje tranquila un momento para pensar, para sosegarse. Muy interesante porque es verdad que, muchas veces hablar no ayuda, solo te hunde más en el pozo. Las discusiones de las peleas, incluso cuando estás intentando aliviar la situación, se parecen mucho a ese bracear desesperado cuando alguien quiere sacar del agua a alguien que se ahoga. El chapoteo de la desesperación que, a veces, no solo no mejora las cosas sino que las empeora.
Son discusiones duras, de veras. También es verdad que se enfrentan a temas bien complicados. Eso de tener que renunciar a sueños posibles para garantizar realidades menos idílicas pero más seguras es, sin duda, una situación muy complicada. Dejar un trabajo que no te gusta por otro que nadie te garantiza es una decisión que puede amargarte la existencia, al menos hasta que tomas la decisión. Y siempre tendrás la sensación de que te has equivocado. Me gustó mucho una frase de él que busca la analogía entre su trabajo y la vida: “saber lo que tenemos, saber lo que necesitamos, saber de lo que podemos prescindir: eso es control de existencias”. ¡Quién pudiera tener claras esas cosas cruciales!. Todo sería más sencillo.
Ya dije que los protagonistas están magníficos. Ella se mereció con toda justicia el Globo de Oro a la mejor actriz y espero que se lleve también el Oscar. Frente a un papel como el de ella, lo que hace Penélope Cruz en la película de Woody Allen no tiene comparación. Y junto a los protagonistas hay un magnífico elenco de actores secundarios que bordan sus papeles. Las dos parejas de amigos. El que hace de loco está espectacular y sus intervenciones son de tomar apuntes (pena que no se vea nada en la sala porque merecería la pena). Son todo un tratado de perspicacia y capacidad para reconocer los dramas humanos. Seguramente porque a él ya le había tocado pasar por situaciones personales complejas. Pero la verdad es que los clava.
En fin, una película para pensar. Los dos protagonistas fueron pareja también en la película Titanic. Allí se les hundió el barco. Aquí se les ha hundido el matrimonio. Pero en ambas ocasiones nos han emocionado. Y mucho.

No hay comentarios: