miércoles, enero 07, 2009

El intercambio.


Fue como un regalo de Reyes. ¡Qué hermosa película! Clint Eastwood, de nuevo. Aunque dicen que no es su mejor film, a mí me da igual. Todos los que yo conozco han sido, hasta ahora, extraordinarios. Claro que soy un fan incondicional de Angeline Jolie. Y de John Malkovich. Así que tampoco fue de extrañar que saliera del cine vapuleado por la historia pero encantado por la película.
Dicen que la historia fue real. Que sucedió en Los Angeles a finales de los años 20. Un niño que desaparece, una madre aterrada que hace lo divino y lo humano por recuperarlo. Una policía corrupta que quiere cerrar el caso a cualquier precio, incluso tratando de engañar a la madre a la que entrega otro niño que no es su hijo. Un criminal en serie que asesina niños. Todo un proceso de corrupción del sistema que hace que quienes ejercen el poder puedan tomar decisiones aleatorias sobre los individuos. Y unas pocas personas buenas que utilizando los medios de comunicación y su propia responsabilidad profesional logran que el escándalo estalle. Con esa amalgama construye Eastwood una historia espeluznante. Y si ya resulta angustiosa viéndola en el cine, ¡qué no sería para quienes la vivieron en la realidad! Especialmente la figura de la madre que pierde a su hijo. Muy dura historia, la verdad. Y eso que, al final, se llega a un happy end que resulta bastante bienintencionado, muy americano. Las cosas no suelen ser así en la realidad. Ojalá lo fueran, pero es poco creíble.
Muy bien, Angeline Jolie, como no podía ser menos. Aunque demasiado guapa y compuesta pese a lo desquiciante de la situación. Sus enormes labios siempre rojos, su ropa casi impoluta casan mal con la angustia que transmite su mirada y sus gestos. Elegante como siempre John Malkovich. Esta vez actuando de predicador y mosca cojonera de la corrupción policial. Extraño y perturbador el criminal, mitad religioso mitad pirado. Preocupante el niño pequeño que se hace pasar por el niño desaparecido; parece imposible que un niño pueda parecer tan frío e imperturbable por mucho que lo hayan entrenado. Y muy bien ambientada la historia en los años 20: la ropa, los coches, las viviendas, los ambientes. Parece una película de gansters. Bueno, de eso va, más o menos.
Pero sobre todo, es terrible la sensación que le queda a uno en relación a los personajes policiales y parapoliciales de la historia. Que el poder corrompe es algo sabido. En muchos países la policía es tan peligrosa como los criminales. Pero resulta kafkiano pensar que algo así pueda suceder. Que el nivel de perversión de una persona, de sus criterios profesionales pueda llegar a esos niveles. Y quizás pudiera entenderse en la policía, pero ¿también en los médicos? Nunca entenderé que los médicos del psiquiátrico puedan actuar así, como diabólicas correas de transmisión de la policía y pervirtiendo todos sus criterios profesionales. ¿Cómo puede el sistema pervertirnos a todos? Todos funcionando en base a las mismas reglas infames: enfermeras, celadores, médicos. Es imposible que no haya alguien que se plantee que las cosas no pueden ser así, que están actuando mal. Me resulta difícil de creer. Y si llegara a creerlo, se convertiría en una pesadilla permanente. Ya me pasó eso con la película Gomorra y con muchas historias donde los malos son tan malos que parece imposible creerlo.

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