sábado, mayo 03, 2008

Nos hemos enfadado


Ha sido el primer enfado serio con mi blog. Después de casi dos años de relación intensa hemos tenido nuestro primer desencuentro. Se veía venir. Últimamente está muy pesado. Muy acaparador. Me está agobiando. Así que se lo dije:tenemos que hablar. ¿Pasa algo?, me preguntó. No lo sé, le dije,pero será mejor que aclaremos algunas cosas antes de seguir adelante. Y quedamos a dar un paseo juntos por el paseo marítimo. Así se haría menos dolorosa la conversación.
Efectivamente, allí estaba él, fiel a la cita. Circunspecto y sorprendido porque, supongo, no se hacía mucha idea de qué podría pasar. De todas formas, comenzó en un tono cordial: una mañana preciosa, dijo. Es verdad, le contesté, muy buena para pasear. Ni frío ni calor. Perdimos así bastantes minutos buscando la forma de entrarle al tema. Al final, fui yo quien comenzó: ¿verdad que está impresionante el mar?. Sí, me dijo, combina esa particularidad tan coruñesa de parecer calmado pero mantener una fuerte energía en sus movimientos y en el choque con las rocas. Es verdad, le dije. Pues fíjate, la semana pasada aún estaba más impresionante, más vivo y salvaje. La lucha con la costa levantaba montañas de espuma. Era todo un espectáculo que te invitaba a sumergirte en él, a vivirlo en cuerpo y alma. Y no pude. Por tu culpa.
Me miró extrañado sin ser capaz de establecer la conexión ni entender dónde estaba su culpa. Sí, insistí yo, no fui capaz de disfrutar de todo aquello porque te metiste entremedias. No podía disfrutarlo porque debía contarlo en el blog. Debía fijarme en las cosas como su futuro narrador, no podía abandonarme a la situación, vivirla sin más. Te oía decirme que tomara alguna nota, que fotografiara, que si no lo hacía, después me olvidaría. Te odié.
Estás muy equivocado, me dijo el blog. Son figuraciones tuyas. Al contrario, yo también tengo que echarte en cara algo: cada vez me gustan menos tus entradas. Miras hacia fuera, cuentas cosas, narras. Me has convertido en un puro “contenedor” de tus palabras. Me has hecho invisible. Al principio no era así. Hablabas de mí, dialogabas conmigo. Recuerdas aquellas entradas donde te preocupaba quién podría leerme, o si yo debía ser un confesonario o el Hide Park Corner… Añoro aquellos tiempos. Ahora solo cuentas cosas, describes, comentas del cine, de eventos familiares, pero nuestra relación ha quedado totalmente al margen.

Eres muy posesivo, me quejé. Y tenemos un serio problema de comunicación. Tú te quejas de que casi no te hago caso y yo me quejo de que me absorves en exceso, que me estoy obsesionando contigo. Y no estoy dispuesto. Creí que me ayudarías a vaciar mi cabeza, a liberarme de preocupaciones; creí que serías mi terapeuta y está resultando que vas a acabar siendo mi neurosis obsesiva. ¡Vaya plan contigo...! Además, llevamos año y pico juntos y ya hemos caído en una rutina totalmente insoportable. Nos hemos hecho previsibles, blog. Esto ya no emociona.

Eres muy injusto conmigo, me dijo con un par de lágrimas asomándose por sus ojos. Te he dado lo mejor de mí. Nunca me he quejado de lo que has escrito. He sido tu cómplice siempre que has transformado la realidad o tus sentimientos para hacerlos presentes aquí sin molestar a nadie. No sé qué más quieres. O qué más puedo hacer yo.
Es fácil, le dije, quiero tener mi espacio. Quiero poder hacer las otras cosas que tengo que hacer sin estar pensando siempre en ti. He dejado de ser actor de mi vida para ser su narrador. Tengo muchas cosas que escribir y lo único que hago es escribir aquí. Esto se tiene que acabar, o renunciaré a ti.

Nunca lo hubiera dicho. Sonó cruel, como toda amenaza. Él se retorció como si le hubiera golpeado el hígado. Haz como veas, me dijo desconsolado. Y seguimos andando sin decir nada durante un buen rato. La mañana estaba realmente estupenda y el mar adorable.

Lo siento, le dije al cabo de un tiempo. No quiero romper contigo, es un simple pataleo. Sabes que soy incapaz de romper una relación, y la que tengo contigo es muy especial. Pero necesito reordenar mis prioridades. Estoy en un momento difícil y preciso de todas mis energías para poder salir adelante con dignidad. Necesito tu complicidad, como la que teníamos al principio. No te vayas lejos pero tampoco te quedes dentro de mí todo el tiempo. A mí me encantará volver a dialogar contigo en las entradas, pero sin que sea una obligación. Ni siquiera el escribir.

Está bien, me dijo, hagamos un pacto. Me haré a un lado. Despreocúpate un poco de mí. Atiende a tus otros compromisos. Tu sabrás que me tienes ahí para cuando quieras escribir algo, pero no importa el tiempo que pase. Y disfruta de las cosas que hagas, no seas capullo. Hasta me vendrá bien, pues empezaré a disfrutar de nuevo de tus entradas.

Estaba seguro de que lo entenderías, blog. Por eso te quiero tanto. Y ya no hubo que hablar nada más. Nos tomamos un café juntos y nos despedimos tan amigos. Es lo bueno de los blogs, acaban conociéndote y les cuesta poco asumir tus demandas. Incluso las exageradas.

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