domingo, abril 02, 2023

TODO A LA VEZ EN TODAS PARTES

 

 Pues sí, qué quieren que les diga, a mí me gustó. Va uno al cine tan sobrecargado de referencias negativas (la peor película que he visto nunca, insoportable, no hay quien la aguante, la gente se salía del cine a la mitad de la proyección, un horror caótico…), que casi tienes que poner cara de pedir perdón para confesar que te ha gustado. Y entiendo que a quienes se marcharon del cine a medias ni les gustara ni la entendieran porque la película exige verse completa. Solo se entiende así.

Es verdad que hay genialidades de línea recta y narrativas claras (un contexto, unos personajes, una historia), pero nada que objetar a otras genialidades mucho más fluidas y caóticas, acordes con el mundo líquido y polícromo que nos ha tocado vivir. Si en la vida real se mezcla la realidad y el deseo onírico, lo verdadero y lo fake, lo real y lo virtual, mi yo y mi avatar, el verso y el metaverso, extraño sería que el cine no tratara de representar estos mundos paralelos a través de su lenguaje. Te sientes, desde luego, zarandeado como si hubieras montado en una de esas atracciones que se mueven para todos lados buscando que pierdas el equilibrio. Y de hecho, en la película, pierdes el pie en algunos momentos, no sabes quién es quién, si estás en la realidad o en el multiverso, pero como la historia continua acabas cogiendo el hilo de nuevo. Es como una conversación en la que no llegaste a oír o entender bien alguna de las palabras o frases que se decían, pero sigues adelante y enseguida te sitúas de nuevo.


 

Sin duda alguna ésta será la película del año. Si no lo es por sus méritos (cosa siempre subjetiva), lo será por el debate que ha logrado suscitar. Está dirigida y guionizada por Dan Kwan, Daniel Scheinert, (los Daniels), directores-guionistas que llevan mucho tiempo trabajando juntos. De su gusto por este tipo de films basta ver que tras filmar “Todo a la vez en todas partes”, su nueva creación del 2023 ha sido la serie “Star Wars: Skeleton Crew”. Es una película total, en el sentido de que el auténtico protagonista es el propio film, más que los actores que participan. Destaca, desde luego, Michelle Yeoh (la madre), a la que ya habíamos visto en Avatar; Ky Hui Quan (el padre), y Stephanie Hsu (la hija).  Reflejando un mundo preferentemente onírico, las imágenes y los efectos especiales son la reina de la fiesta. La música está muy bien y va acomodándose en cada momento al tono y la métrica del barullo que se organiza.

 Como la película tiende a ser una especie de triturado de todos los géneros, uno va transitando por momentos de “dejà vu” que lo sitúan en otros escenarios. Me pareció simpático el inicio de la película, al modo Woody Allen. Y muy original, también, el diálogo entre las piedras en una escena que podría pertenecer a Clint Eastwood. El humor grueso de algunos momentos son de difícil tragadera para nosotros, pero te llevan también al semiporno hortera del cine americano. Las peleas de Kung Fu te recuerdan los films de Bruce Lee o Jackie Chang. Y así van saltando de recuerdo en recuerdo siempre bajo el paragüas del molde cine mágico. Pero no es un sumatorio inconexo de escenas o estilos ajenos, todo está bien ligado y responde al plan, perfectamente definido, por los guionistas.  

Y bajo todo ese caos de peleas y saltos de un mundo a otro se va perfilando una historia que es, en el fondo, una historia de amores. La inmigrante china que gestiona una lavandería y debe pagar sus impuestos en un momento en el que su marido quiere separarse de ella y su hija demanda una atención especial porque anda a tumbos en su vida relacional y amorosa. Una pelíocula de amor, por tanto. Amor entre la pareja, amor entre madre e hija. Un rescate de la necesaria conexión y apoyo mutuo entre los miembros de la familia. El cine argentino esto nos contaría de una manera etnográfica y doméstica y en 90 minutos. Los Daniels nos lo cuentan a través de ese mundo onírico, lleno de peleas y saltos entre mundos. Y de paso, a base de bucles narrativos, se van  los 139 minutos.

En fin, que cada uno haga lo que le parezca oportuno, que vaya a ver la película o que la bloquee en su agenda porque anticipa que no le va a gustar. Personalmente creo que merece la pena verla y verla en el cine (sus coreografías excesivas resultan poco adecuadas para la televisión doméstica). Y me pareció que la cara de las personas que estaban en la sala conmigo tenían, al finalizar la proyección, una cara de satisfacción similar a la mía.

 


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