“Tu blog ya no es tan interesante, ahora solo escribes sobre cine”. Me lo dijo una amiga así, de sopetón. Bueno, le dije para ganar tiempo, gracias por pensar que alguna vez lo fue, porque mi sensación es que escribo para mí mismo, que, salvo algún despistado, nadie lo lee. Y después le expliqué que, efectivamente marzo había sido un mes ocupado por el cine. Tuvimos el ciclo de cine educativo en el Ateneo de Santiago y luego estaban las películas que se iban estrenando en los cines comerciales. O sea que es verdad, últimamente escribo sobre todo de cine. Pero, ya llegó abril y hoy vamos a cambiar de tercio. Volvemos a un tema bien querido (y también frecuente en el blog): los amigos y amigas. Y su importancia para la salud y el bienestar.
En pocos días se han sucedido dos artículos de prensa que me han suscitado esta reflexión. No porque lo que decían me resultara nuevo (como psicólogo ya lo sé), sino porque aportan evidencias provenientes de diferentes y relevantes contextos (Harvard y Oxford). El día 26 de marzo Laura Miyara comentaba en La Voz de Galicia (pag. 40: sección Sociedad) el informe de Harvard sobre el estudio longitudinal iniciado en el año 1938 en torno al bienestar humano. La pregunta básica que se hacían fue: ¿qué es lo que nos hace felices? Iniciaron su estudio con una muestra de algo menos de mil adolescentes (entre estudiantes de la universidad y chicos y chicas de los barrios de la ciudad) y los han ido siguiendo durante 84 años. Es verdad que inicialmente los sujetos estudiados eran personas jóvenes, heterosexuales, de raza blanca y de género masculino, pero esas desviaciones se fueron corrigiendo a medida que pasaban los años hasta lograr una muestra equilibrada en dichas variables. Los investigadores Robert Waldinger y Marc Schulz acaban de publicar los resultados de esa enorme investigación en un libro: “Una Buena Vida”, publicado en español por la Editorial Planeta.
La conclusión central del estudio era previsible: las relaciones humanas de calidad son el más potente predictor del bienestar personal. Lo que llama más la atención es que el estudio vincula también las buenas relaciones a la salud de las personas. “La sorpresa fue, confesaba Waldinger a la BBC, que las personas que tenían relaciones más cálidas se mantuvieron físicamente más saludables a medida que envejecían”.
Es decir, las buenas relaciones constituyen una condición básica para el bienestar y la salud porque afectan a nuestra fisiología. La vida cotidiana va generando estrés. Y el estrés está vinculado a la frecuencia cardíaca, a la presión arterial, etc. Esas alteraciones forman parte natural de nuestra vida y de los equilibrios adaptativos constantes que nuestro organismo va haciendo. Normalmente, nos recuperamos del estrés a través de las rutinas de nuestra vida ordinaria. Lo que ha destacado el estudio es que la soledad y el aislamiento no solo son, a veces, situaciones estresantes, sino que, cuando no lo son, ayudan poco a disminuir nuestro estrés cotidiano. Y eso no sucede cuando tú interactúas con otras personas y hay alguien que te escuche o cuando la presencia de otros facilita el que salgas del runrún interior provocado por el estrés.
Los investigadores hablan de una “felicidad basal” para describir esa tendencia innata a sentirse más feliz y adaptado o, por el contrario, para tender a la ansiedad. Así, tras momentos de mayor satisfacción o euforia, nuestro cerebro y nuestras sensaciones suelen retornar a su línea base de bienestar. Pero esa tendencia se modula en función de las condiciones en que se vaya desarrollando nuestra vida, del peso que en ella hayan tenido y tengan las relaciones de calidad.
Total, que el misterio está en preguntarse las relaciones que mantenemos son de calidad. Y la pregunta es obvia: ¿cuándo son de calidad las relaciones? Ese es el tema que aborda el libro Una Buena Vida. La larguísima investigación realizada (y otros muchos datos que han ido recogiendo de diferentes estudios sobre el tema) vincula la calidad de las relaciones a varias condiciones. Algunas de esas condiciones abordan la cuestión por el lado del NO: la calidad no está relacionada:
ü Con la cantidad de relaciones, no es el número de relaciones o contactos que tengas (uno puede sentirse solo en medio de un gran grupo de gente o perteneciendo a una familia numerosa). Ni con el estado civil que tengas (soltero, casado, viudo). Ni con la situación económica (salvo en caso de necesidad relevante). Ni con los muchos o pocos contactos formales basados en la profesión, la actividad laboral, el ocio.
Por el contrario, la calidad SÍ está vinculada a condiciones como:
§ El grado de intimidad de las relaciones: superar la superficialidad o el formalismo. El contacto físico: por ejemplo, el simple hecho de darse la mano produce reacciones cerebrales de reducción de la ansiedad y el miedo. La atención: el estar presente e interesado en la relación, no solamente escuchando o estar haciendo otra cosa. El participar activamente en la relación: el observar o quedarse al margen no aporta gran cosa. Cuestión importante en las relaciones a través de las redes sociales: mirar simplemente no aporta nada, hay que intervenir, dejar comentarios, participar en los diálogos. El hablar con la gente. Las relaciones menores, poco importantes, circunstanciales también tienen un gran valor. Esas relaciones amables que no llevan necesariamente a la amistad pero que van llenando tu mundo y abriéndote al entorno que te rodea: los vecinos, los comerciantes, los camareros, las personas con que compartes un viaje o una espera. El contacto visual, la aproximación a ellos/as y todo el recorrido de conversación amable que se mantiene refuerzan tu identidad y presencia en tu entorno de vida y generan una sensación de bienestar y autoestima muy positivas.
En fin, gusta comprobar que pese a que el mundo va en la dirección de sustituir las relaciones presenciales por otras virtuales, el saber convivir y mantener un contacto amable y próximo con los demás sigue siendo una receta válida para alcanzar esa felicidad que tanto añoramos. Lo decía Waldinger: Si tuviéramos que reducir nuestro trabajo de ochenta y pico años a un solo principio, ese principio diría: las buenas relaciones nos mantienen más sanos y felices. Amén!
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