sábado, febrero 04, 2023

TÁR

Llevábamos ya dos semanas buscando un hueco para verla, pero los horarios en que se programó eran poco adecuados a nuestras rutinas diarias: o justo después de la comida o a las nueve y media de la noche. Al final, aprovechamos que teníamos que llevar a nuestra hija al aeropuerto al final de la tarde, para quedarnos a la sesión de la noche. Pese a ser jueves y estar los cines en un gran centro comercial, el entorno estaba desangelado. No parecía buen momento para nada…quizás la hora y el frío. Pese a ello, aún había gente en el cine, como un quinto del aforo y, desde luego, era la película más solicitada de todas las que se exhibían.

Tár sorprende desde el inicio. Eso de que empiecen pasando los créditos interminables de quienes han participado en la película, ya no se lleva. Se deja para el final, mientras la gente se va. Entiendo que se hizo con una intención clara, aunque a mí se me escape. Que el film comience con una larga entrevista a la protagonista, no deja de ser otra provocación, esta quizás más entendible vista la voluntad de entrar en su profundo pensamiento musical que es la línea matriz del film.

La película de Todd Field (EEUU, 2022) es una gran película y seguro que se irá arropando de premios y reconocimientos a medida que vayan sucediéndose las convocatorias. De hecho, ya está nominada a 6 Oscars, 5 Baftas y otros varios. Y, desde luego, la actriz australiana Cate Blanchett, que está soberbia durante todo el film, seguirá recibiendo premios y honores bien merecidos. Frente a su papel, todos los otros quedan difuminados, con excepción, quizás, de quien hace de su pareja sentimental y concertino en la orquesta. Blanchett llena la pantalla y marca el ritmo de la historia y de las emociones por las que la película nos hace transitar. Su identificación con el personaje (o quizás, la identificación del personaje con ella, pues el guión está hecho, intencionalmente, a su medida) es total. Su mérito como artista roza lo perfecto. He leído que para interpretar a TÁR estudió piano, aprendió a hablar alemán y hasta se familiarizó en la dirección de orquestas, de manera tal que las imágenes en las que actúa la orquesta en la película fueron reales, con la Filarmónica de Dresden tocando y ella misma dirigiéndola.

Aunque la historia está construida como si se tratara de un biopic, un relato basado en un hecho real, su director confirmó que no se trata de nada de eso. Es un trabajo de ficción que aprovecha los sarpullidos del MeToo, para volver a hurgar en la herida del acoso sexual, en este caso, con una mirada más compleja y llena de matices, pues la acosadora es una mujer famosa. De manera que hay dos líneas de desarrollo del film: una que se centra en la música y en la forma de vivirla y expresarla por una directora de orquesta; la otra, centrada en la historia personal de alguien que, tras haber alcanzado la gloria profesional, ve cómo, poco a poco, todo se va destruyendo a su alrededor, fuera y dentro de sí misma.

En lo que se refiere a la música, la película es toda una master class que te adentra en lo que hay de vida y de intenciones en cada partitura. Desde su idolatría por la 5ª de Manhler (Todo cambia con la 5ª… la quinta es un misterio), la directora Tár va desgranando su visión de autores y obras musicales. Una visión que va más allá de la arquitectura técnica de cada pieza. La música es una conversación entre el músico y quienes escuchan su obra. Lo que ella, como directora, se plantea es lo que cada autor quiso expresar con su música y cómo ese pensamiento se traduce en matices de ritmo y ejecución. Es muy interesante esa forma de vivir la música. Y contada desde la visión de una directora y con el dramatismo que Blanchett le aplica, hace que te sientas realmente implicado y expectante en los momentos musicales del film.

 Con todo, a medida que avanza la película (otra vez, con un metraje innecesariamente largo, de 158 minutos), y sobre todo en su tercio final, te vas dando cuenta de que la música, al fin, ha sido solo el señuelo que se ha utilizado para entretenerte mientras se producía el drama personal de la protagonista. En cierta manera y salvo los detalles que cada entorno profesional posee (y hay que reconocer que el de la música es muy atractivo y da mucho juego), la historia hubiera semejante si en lugar de una directora famosa de orquesta, se hubiera tratado de una arquitecta, una catedrática de universidad o una cardióloga. En el fondo, la película es una reflexión sobre la fragilidad del éxito profesional, incluso del éxito en cotas máximas, ante ciertos errores personles u otras circunstancias sobrevenidas. En su caso, se trata de su propio carácter notablemente autoritario y petulante, a veces; pero, sobre todo, del supuesto trato de favor a algunas personas basándose en su afinidad personal y relaciones sexuales. Todo el mundo personal y relacional tan complejo de la diva (su pareja, su hija, sus ayudantes, sus músicos, todo ese mundillo que la rodeaba y lisonjeaba) se va agrietando hasta consumirla. Y aquella mujer que se veía a sí misma en la cresta de todos los triunfos, se ve, de pronto, fuera de todo, incluso de sí misma.

Técnicamente, la película tiene una construcción original. Ya aludí a eso de iniciarse con los créditos, largos y pesados, que ya empieza a descolocarte. Y esa lentitud se va propagando durante todo el inicio de la película, como para dejar claro que la duración ampliada del film no es algo sobrevenido, era lo que se buscaba: jugar con los tiempos. Combinar, como en la música, los tiempos lentos (lungo, moderato) con los tiempos rápidos (allegro, vivace). El tiempo, en la vida como en la música, es un elemento esencial, dice Tár, por eso mi mano derecha a veces se detiene en lo alto y eso significa que el tiempo se detiene. Combinar la música con los movimientos emocionales es otro acierto de Field. Dicen que la música es pura matemática. Puede que sí, pero la música es sobre todo emoción, vivencia, comunicación. Es algo que el film recoge muy bien.  

En fin, que pese a su metraje excesivo (salir del cine casi a media noche, resulta desproporcionado; daba hasta miedo moverse por el garaje inmenso del centro comercial todo vacío y sin ver a nadie salvo el bosque de columnas), merece la pena no perderse esta película. Pero hay que verla, claro está, en el cine, con pantalla grande y con sonido de alta calidad.

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