domingo, febrero 12, 2023

LA MATERNAL

 

A veces uno llega al cine con ganas de disfrutar de una sesión tranquila y relajante. El cine también es eso. En este caso, además, eso es lo que hacía suponer el tráiler que ya habíamos visto en sesiones anteriores: un grupo de chicas jóvenes que vivían juntas su embarazo y postparto. Y que, en ese ecosistema fraternal, compartían sus risas y sueños llenos de vida. Parecía apetecible.

Pero, claro, tardamos poco en comprender que la cosa no iba de eso. Pilar Palomero que dirige esta película, retoma de alguna manera su gusto por contar historias sobre chicas jóvenes (hace 2 años, hizo “Las niñas”). Y la película vuelve sobre problemáticas muy próximas al mundo personal y emocional de chicas jóvenes. Son chicas, en este caso, que quedan embarazadas y eso, obviamente, les cambia la vida. Esa situación, sin duda dramática para cualquier persona, lo es en grado máximo para chicas con escasa protección familiar o en situación personal compleja.

La cosa es que aquella expectativa de implicarte en una historia emotiva de chicas madres y de bebés encantadores (un festín emotivo para quienes vivimos la abuelitud de forma satisfactoria) se va al carajo desde la primera secuencia del film. Aún sin entender de qué va la cosa, te sorprendes en medio de un carajal de destrozos absurdos. Y de ahí arranca la historia.

Una historia que cuenta cómo la protagonista, una chiquilla de 14 años, en una situación familiar compleja, está viviendo una adolescencia complicada. Y se hace aún más complicada cuando en una visita médica le informan de que está embarazada. Su vida desordenada y el embarazo sobrevenido la llevan a una especie de hogar funcional donde, bajo el apoyo y cuidados de unos tutores (o cuidadores, o educadores), un grupo de muchachas viven esa experiencia de convertirse en madres a una edad excesivamente temprana para ellas.

Y así, situados ya en el centro de la historia, comienza la experiencia de espectador sometido a la montaña rusa de momentos emotivos y simpáticos seguidos por otros de una tensión intensa y dolorosa. No es fácil quedarse ahí fuera como simple espectador, lo que sucede en pantalla te llega al alma y trae a tu memoria situaciones que tú mismo has vivido.

Por otra parte, lo que cuenta la película tiene mucho que ver con mi propia historia personal. Cuando acabé la carrera de psicología me sumé a la experiencia que había iniciado un colega y amigo de organizar “hogares funcionales” en los que, en nuestro caso, recogíamos a chavales adolescentes inadaptados de los centros para menores, los llevábamos a nuestras casas y  formábamos con ellos unas familias funcionales y normalizadas. La que entonces era mi novia y sigue siendo mi esposa se vino, después, a vivir con nosotros y juntos fuimos configurando ese grupo de convivientes que también se ve en la película. De hecho, nuestro primer hijo nació mientras vivíamos con los niños y fue toda una experiencia para ellos que lo querían y lo cuidaban como su mejor juguete. Eran los años 70, tiempos de la antipsiquiatría y la desinstitucionalización. En mi caso fueron 6 chicos entre 9 y 14 años. Tampoco eran adolescentes fáciles, y esa sensación de tensión siempre la tenías. El nuestro era un trabajo de voluntario y, por tanto, cada uno de nosotros tenía su propio trabajo fuera de casa. Yo daba clases en el horario de tarde de la Complutense y cada día regresaba a casa preguntándome “a ver qué ha pasado hoy”.

La película me sitúo, por tanto, en aquel mismo contexto de tensiones y alegrías que yo ya había vivido en mis primeros años como psicólogo y pedagogo. Las situaciones eran diferentes, pero el contexto de emociones y ambivalencias se parecía mucho. Es lo que tiene compartir vida con adolescentes, que acaban metiéndote en sus subidas y bajadas de humor y vitalidad. Eso lo sabemos todos los padres/madres.

 Pero volvamos a La Maternal. Pilar Palomero reconstruye bien lo que puede ser ese ecosistema con chicas cuya vida complicada van contando. La vida cotidiana se ajusta bien a los caracteres diferentes de cada una de las embarazadas o madres. Obviamente es la protagonista, una Carla Quilez impresionante (me pareció injusto que ni siquiera estuviera nominada en los Goya). Ella es una adolescente compleja para quien toda esta experiencia supone un tránsito demasiado brusco y dramático entre la niñez y la vida adulta.  Ser madre primeriza y afrontar esa experiencia es siempre bastante dramático (un momento especialmente atractivo para el cine, que también lo ha incluido como tema central Alauda Ruiz de Azua en su reciente película “5 lobitos” y que le ha supuesto a Laia Costa, la madre primeriza, el Goya a la mejor actriz principal). Y el dramatismo crece si solo tienes 14 años, un carácter inestable y careces de un entorno familiar que te arrope.

Todo es muy ambivalente en la película. La Maternal cuenta una historia que está llena de la alegría de unas chicas jóvenes que transitan desde las fantasías propias de la infancia que aún no han abandonado a la necesidad de juerga que les exigen sus hormonas juveniles. Y cuenta también, su desesperación al oír llorar a los niños y no conseguir tranquilizarlos, al sentirse agotadas porque no duermen y frustradas ante la dificultad para que el bebé aprenda a mamar. La maternidad se les hace muy cuesta arriba. Esa ambivalencia se convierte en una permanente tensión que te golpea como espectador. No dejas de temer que pueda pasar cualquier cosa, lo peor.

Técnicamente la película es correcta. La Palomero conduce bien la historia, aunque también ella se ha dejado seducir por la ampliación del metraje: dos horas de película no mejoran la historia. De hecho, es una de las críticas que gran parte de los comentaristas le hacen. Generar redundancias y alargar las secuencias no mejoran ni la historia ni la forma de contarla. Pero, en fin, parece que hoy es difícil sustraerse a esa tentación de prolongar las películas. Por el contrario, muy de agradecer es el hecho de que las muchachas que conforman el grupo de la maternal no son actrices profesionales y eso las hace más imperfectas y naturales. La música está bien porque, además, ha incluido sesiones de discoteca y una actuación de Estopa.

En definitiva, nos ha gustado la película, pero hemos salido de la sala confesándonos que había sido muy dura, que el disfrute que esperábamos se frustró. Pero, contentos, a la vez, de ese retorno a una fase de nuestra vida que sufrimos y disfrutamos con toda la intensidad con que se vive una experiencia que nos marcó. Y, bueno, con esa sensación de que, al igual que lo nuestro salió razonablemente bien y casi todos aquellos niños se convirtieron en adultos maduros, también en la historia del film esas chicas van madurando y la protagonista acaba encontrando una cierta paz personal y la capacidad de reconstruir la relación con su madre. Y con ello, un futuro más claro y feliz para ella y su hijo.

 

 

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