Los viajes y el frío de estos últimos días, con su correspondiente gripazo cruel, me han dejado sin cine durante casi un mes y ya siento el mono de ese placer noble que te ofrece el cine, mezcla de disfrute visual y de estimulación intelectual. Así que, bien provisto de bufanda y con un chute doble de jarabe antigripal, nos fuimos al cine a ver Decision to leave, la peli del coreano Park Chan-wook que tan buena acogida tuvo en Cannes, donde se llevó el premio a la mejor dirección y que ha sido nominada a la mejor película extranjera de habla no inglesa en varios de los grandes festivales.
Que era una buena película estaba, por tanto, garantizado. Y con esa expectativa entramos en la sala. En otros casos, los nombres que figuran tanto en el elenco técnico como en el artístico te ayudan a fijar esas expectativas; en este caso, al tratarse de nombres coreanos que se te hacen lingüísticamente complejos y que son menos conocidos (al menos por mí) vas un poco a la aventura. De todas formas, en este caso, es muy de destacar la propia estructura del guión (obra del propio director y de Jeong Seo-Gyeong) y la fotografía (Kim Ji-yong) y, por supuesto, los actores, dos actorazos fantásticos que han sabido desarrollar ese papel de personajes emocionalmente intensos, pero con la capacidad de controlar perfectamente sus emociones. La música me ha pasado un poco más desapercibida, con menor protagonismo en la película.
La historia está muy bien pensada para el tipo de producto fílmico de cine negro que querían desarrollar: una historia en la que el crimen y el romance caminen en paralelo, pero como historias diferentes, aunque con los mismos personajes. No es un tema original porque ya se ha explorado mucho esa idea de policía que se enamora de delincuente, tanto si el policía es un hombre como si es una mujer. La cuestión es que en Decision lo leave ese enamoramiento es algo intangible, tan evidente como invisible, construido a base de pequeños rasgos, como guardando permanentemente las formas… Eso requiere un cuidado exquisito, un guión permanentemente saturado de detalles. El propio cartel de la película lo refleja muy bien, ese dedo meñique que se roza con el meñique del otro… y todo es así, un enamoramiento que es un rugir interior pero que exteriormente solo puede expresarse por analogías (“tira ese móvil al mar”… se convierte en toda una declaración de amor), por miradas o suspiros.
Pero, lo que llama más la atención es que ese mismo cuidado por los detalles de la narrativa, los aplica Park Chan-wook a la construcción técnica de la película. El montaje, la transición de una imagen a otra, la secuencia de las escenas, la composición de los elementos, la estética de cada plano, etc. son espectaculares. Pese a tratarse de una historia de crímenes y pasión, es ante todo, una historia de ver, de cine en su más clara esencia. La secuencia final del agua arrastrando la arena y de él buscando a su sospechosa es inolvidable.
Park Chan-wook decía en una entrevista que su intención al hacer la película era contar una historia de amor y de pérdida, pero que no quería darle un tono demasiado trágico, sino que prefería contarlo de manera más sutil y con toques de humor porque así, entendía él, los espectadores podrían empatizar más con la historia. Si esa fue su intención, yo creo que lo ha logrado plenamente. Al menos en mi caso, he salido convencido de que el crimen con el que se inicia la historia es solo un pretexto para todo lo que viene después, que tiene mucho menos que ver con el crimen que con la atracción convulsa y compleja que se produce entre policía y sospechosa.
Claro que no podía faltar un defecto. En este caso, uno más, la extensión excesiva del film (2 horas y 20 minutos), esa manía moderna de los directores de alargar las historias con círculos concéntricos, regodeándose en sus propias redundancias, como si no estuvieran seguros de poder alcanzar su objetivo comunicativo sin insistir en ello. Yo creo que esta misma historia podría contarse de forma eficaz en mucho menos tiempo. A veces me pregunto si el problema es meramente comunicacional, de hipermétrica, o hay, quizás, razones económicas o de catalogación que presionan a directores y productores a realizar películas más largas de lo habitual.
En todo caso, las buenas sensaciones superan con mucho a las malas y mi conclusión es que se trata de una película que merece la pena verse. Y que se ha merecedio con justicia los muchos galardones que ha ido consiguiendo. Y los que vendrán.
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