miércoles, enero 13, 2021

LÍNEA DE FUEGO

 



La última novela de Pérez Reverte (Alfaguara, 2020) merece la pena leerse. Sigue la estela habitual del autor: una buena documentación, un lenguaje vivo y sin remilgos, una escritura cuidada. Eso hace que se lea muy bien, aunque la ruptura constante del relato para pasar de unos escenarios y unos personajes a otros, tan del gusto actual, a mí me resulta incómodo.

Le escuché decir en una entrevista que su objetivo había sido situar el foco en las personas más que en la guerra misma; darles voz a ellos y ellas; demostrar que las guerras más que confrontaciones ideológicas, son masacres planificadas en las que unas personas se ven forzadas a acabar con otras. Algo así, dijo Reverte, y eso me pareció un estupendo punto de partida.

Para conseguirlo buscó un episodio especialmente cruel de la guerra civil española: la batalla del Ebro (1938) y la situó justamente en aquel 24 de Julio en que los casi 3000 soldados (entre ellos, 18 mujeres) de la XI Brigada mixta del Ejercito de la República cruzaron el río para situarse en el entorno del pueblo de Castellet. Todos los nombres son ficticios, pero el relato presenta, en síntesis, lo que fue la dinámica de aquella gran batalla. El ejército republicano que ve la oportunidad de resarcirse enviando un gran contingente al Ebro para atravesarlo y sorprender allí al ejército de Franco, cosa que consigue inicialmente. Pero los nacionales resisten y logran refuerzos con los cuales poco a poco se van haciendo con la situación hasta acabar venciendo. Eso fue lo que pasó y eso lo que cuenta la novela, aunque centrándose en una pequeña posición que se conquista y se pierde consecutivamente. Pero, en mi opinión, todo eso no es sino el contexto de lo que los personajes van viviendo en ese mortífero escenario donde la idea principal a lo largo de la novela va cambiando del anhelo inicial de atacar para conquistar a la urgencia de atacar para sobrevivir. Al final, una guerra es eso: tratar de sobrevivir al ecosistema de muerte que el enfrentamiento armado genera. “¿Qué te parece todo esto?”, le pregunta en un aparte el capitán de uno de los puestos a Pato, la técnica de comunicaciones, que había comenzado la batalla con mucha pasión. Y ella le contesta: “Al principio, asombroso. Ahora, sobrecogedor. Nada semejante a lo que una imagina desde lejos”. Y un poco más adelante en la misma conversación, ella concluye:  Aqui no hay belleza ninguna. Ni siquiera el heroísmo es bello”.

La novela tiene mucho diálogo, lo cual parece coherente con la idea del autor de dotar de protagonismo a los personajes. Eso la convierte en un texto quizás más superficial y menos denso que otras novelas de Reverte con más voz en off y reflexiones del escritor, pero en cualquier caso, si uno espiga en el texto se van encontrado con facilidad todas aquellas ideas y reflexiones que el autor quería transmitir. Además, sitúa la acción en un marco espacial y temporal restringido lo que facilita concentrarse en la dimensión humana: todo sucede cerca y, por tanto, entre los mismos personajes. Mientras lees, acabas haciéndote una idea plausible del escenario y de los personajes que transitan y mueren en él. También ayuda el mapa que ofrece la novela, claro.

 Ha recibido muchas críticas Reverte por su supuesta equidistancia al construir su narración. Yo le felicito por ello. De otro autor quizás hubiera esperado una novela venganza y, por eso mismo, no lo hubiera leído. Ya hay mucho de eso en el mercado. Yo soy navarro y por lo que me contaron mis abuelos, en muchos pueblos dividieron a los hombres por mitades: la mitad para un bando, la mitad para el otro. Y al final, casi todos tenían familiares o amigos en el bando contrario. Si vamos a hablar de ellos, los combatientes, las diferencias solo son coyunturales y tienen poco que ver con lo que ellos y ellas piensen o quieran. Para todos va a ser un drama del que solo unos pocos saldrán vivos. Mas de veinte mil murieron en la batalla del Ebro. Si fuéramos capaces de ver cómo cada uno de ellos había vivido por dentro de su uniforme su experiencia, veríamos que sus miedos, sus movimientos, sus vivencias e incluso sus pensamientos se parecían mucho. Eso lo recoge muy bien la novela con escenas de una enorme cordialidad. Los famosos chistes telefónicos de Gila, la película La Vaquilla de Berlanga y otros muchos relatos e historias de la guerra permiten imaginar ese lado humano y transgresor de la compasión mutua entre combatientes.

En fin, la guerra como desastre humano, como calamidad que transforma nuestra condición humana. La guerra vista con ojos empáticos en la que, salvo los jefes (e incluso ellos porque siempre tienen jefes superiores que les mandan), cada quien ha de vivir un drama en el que se juega la vida. Casi siempre sin quererlo y sin saber por qué.

 

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