lunes, enero 11, 2021

GRACIAS AMIGOS…

 



Gracias amigos y amigas por vuestra participación en ese libro homenaje que acaba de entregarme Felipe Trillo. La verdad es que, nuevamente (y va la tercera) ha logrado sorprenderme. Para nada esperaba yo este nuevo regalo, y nada menos que todo un libro. Yo sé bien lo complejo que es planificar y llevar a término un trabajo de este tipo. Y sé que algo así solo es posible por la tenacidad y amistad de Felipe Trillo. Ya lo decía Quintanilla en nuestro primer Congreso de Docencia Universitaria, allá por el 1999, “con Felipe es mejor decirle que sí, porque ninguna excusa que pongas lo va a desalentar y él va a seguir insistiéndote; así que aceptas y ahorras energías”. Sé, por tanto, que ha sido su amistad y el cariño de Ana y Mónica desde el centro de mando de Narcea los que han hecho posible lo casi imposible. Muchas gracias a todos… de veras.

Lo duro de estos trances onomásticos es que acabas cogiéndoles miedo (por aquello de Gómez de la Serna de que “todos los homenajes son homenajes póstumos”) y, a la vez, gusto. Tanto que, en la cresta del desvarío emotivo, hasta puedes creer que lo mereces. Y ahí sí que estás perdido porque te crean adición. Afortunadamente, me conozco lo suficiente como para no tropezar en esa piedra. Además, llevo bien grabadas en mi mente las palabras que un perspicaz jesuita le había dicho a Felipe cuando fue elegido Decano: “no has ganado nada, ellos te han elegido”. Así me lo tomo yo: no me merezco nada, es un regalo que me hacéis. Cuenta vuestro aprecio mucho más que mis méritos. De hecho, estoy seguro que sería fácil convocar a un nutrido grupo de colegas que escribirían con gusto un anti-homenaje. A fuer de sincero, toda mi vida he sentido esa inseguridad de pensar que lo que yo hacía, decía o escribía era siempre relativo y, con seguridad, discutible. Siempre he estado rozando los límites, arriesgando, como si corriera un encierro y tuviera los cuernos pegados al culo y con riesgo de recibir una cornada. Y cornadas hubo, desde luego. Pero bueno, soy navarro y tauro, qué otra cosa podría esperarse de mí.

Un riesgo notable fue, desde luego, mi embarque con armas y bagajes en el proceso del EEES, que habéis escogido como eje estructurador de este libro homenaje. Es un buen tema dado que estamos celebrando el 20 aniversario del inicio de aquel proceso. Os lo agradezco porque para mí fue importante. Mis inicios profesionales tuvieron mucho que ver con Europa, con la ATEE, con programas vinculados a la formación profesional y universitaria (Leonardo da Vinci, Petra, Erasmus), con el Consejo de Europa (con el que organicé un Camino de Santiago con profesores de todos los países europeos) y con la pedagogía italiana. Así que no tuve muchas dudas cuando se alumbró el proyecto político de un Espacio Europeo de Educación Superior. Me enamoré del proyecto y, como en todo enamoramiento, vi en él todas las virtudes del mundo, lo reinterpreté a la medida de mis sueños e hice cuanto estuvo en mi mano para defenderlo y explicarlo. Recorrí, como bien sabéis, porque en ese proceso me encontré con vosotros, prácticamente todas las universidades españolas y participé en cuantas iniciativas se pusieron en marcha al socaire del proceso de renovación universitaria que se abría en Europa. La del 2000 al 2010 ha sido para mí una década intensa en todos los órdenes de la vida. He viajado mucho; he trabajado con colectivos docentes de todas las especialidades (y tengo que decir que he aprendido mucho de todos ellos y de su forma de ver y comprometerse con la formación de sus estudiantes); he formado parte de equipos interuniversitarios y puesto en marcha iniciativas vinculadas a la docencia universitaria; he pertenecido a comisiones y agencias de calidad… en fin, he disfrutado y padecido intensamente esta época mágica de la universidad. Mirado todo ese periodo desde la perspectiva que permite la jubilación puedo concluir que ha sido un periodo rico en experiencias y en contradicciones. Hace unas semanas me invitaron a dar una conferencia en el marco del Seminario organizado por la Red de Excelencia “Universidad, Innovación y Aprendizaje en la Sociedad del Conocimiento”. El tema iba sobre este mismo asunto: ¿cuál es la herencia que ha dejado Bolonia en la formación de los docentes universitarios? Tras mi intervención, alguien me dijo que se notaba un cierto deje agridulce en mis palabras, como un tono matizado de desilusión. Seguramente es cierto. Las innovaciones educativas con frecuencia son así: se comienza con grandes expectativas y acabas peleando por salvar los muebles esenciales de la docencia. Lo viví de forma muy palmaria en la Universidad de Chile: me convocaron para asesorar un proyecto enorme para transformar la docencia de todas las carreras de ciencias de la salud (8 facultades) y comenzamos con reuniones a las que asistían todos los equipos directivos y jefes de departamento; acabé, meses después, dando algunas sesiones sobre metodología de caso y de proyectos a las que asistían docena y media de profesores.

No es bueno exagerar, pero algo parecido ha sucedido con el EEES. Yo creo que ha dejado algunas innovaciones sustanciales en las infraestructuras y la organización de los estudios, incluso en la formación docente (al menos, no se discute tanto su necesidad y sentido estratégico), pero el resultado global no ha sido el esperado. Es difícil mantener la tensión institucional que requiere un proceso duradero de innovación. Y más si la innovación se ha de proyectar en una faceta de la universidad (la docencia) que no se considera prioritaria. Estoy seguro, que el actual proceso de pandemia va a provocar cambios e inversiones mucho más importantes en el ámbito de la investigación (prioritario en la universidad) que en el de la docencia (importante, pero en un segundo plano).

Bueno, ¡va!, en todo caso no era esto lo que yo quería decir en este momento. Como dice un amigo. “los homenajes no deben buscarse ni pedirse, pero deben aceptarse y agradecerse”. Y eso quisiera hacer yo, una vez más. Todas las personas que participais en el libro sois buenos amigos o amigas. Amigos y amigas de antiguo.  Amistad que, en algunos casos, sobrepasa con creces el sentido habitual de esa palabra. Hemos vivido juntos experiencias académicas y personales de esas que dejan huella. Hemos tenido la suerte de pertenecer a esa época de la universidad en la que los encuentros eran constantes y los afectos (o desafectos) patentes; tiempos en los que lo académico y formal no impedía lo lúdico y una sesuda conferencia era perfectamente compatible con un buen y divertido almuerzo en común. Sin necesidad de estar de acuerdo en todo, nos hemos respetado, nos hemos apreciado y hemos sabido mantener vivo ese calorcillo afectivo que te aproxima al otro por lo que es como persona, es decir, yendo más allá de lo que cada uno es como profesional o de la posición que ocupa en la comunidad académica.

Mi agradecimiento, en primer lugar, para Ana y Mónica, las chicas de Narcea, que han hecho posible este precioso regalo. Ellas saben lo mucho que yo les aprecio y yo sé que también ellas me aprecian a mí. Y ese aprecio mutuo se ha ido concretando en las múltiples publicaciones mías que con su ayuda han ido apareciendo en Narcea. Ellas y yo sabemos el inmenso cariño con que acogieron la propuesta de poner en marcha esta colección dedicada a la docencia universitaria. Y ahí está. 60 volúmenes hasta la fecha. Sin duda ninguna, le mejor colección sobre docencia universitaria en lengua castellana. Este libro homenaje es un gran regalo, queridas amigas. Os lo agradezco en el alma.

Para hacer aún más difícil esta catarsis personal, había de ser Juan Manuel Escudero quien abriera el libro junto a Begoña Martínez. Juan Manuel ha sido un referente esencial en mi vida académica desde el principio. Él llegó a Santiago un poco más tarde que yo, aunque mucho mejor formado y con su oposición hecha. Y su llegada supuso la incorporación al grupo de una nueva visión de la Pedagogía; pero supuso, sobre todo, la aparición de un nuevo talante, una forma distinta de dirigir el departamento y, después, la Facultad. Con él nos fuimos formando quienes estábamos a su alrededor y con su ayuda preparamos nuestras respectivas oposiciones. Su marcha a Murcia nos dejó un poco huérfanos y muchos de nosotros hubiéramos dejado gustosos nuestra comodidad gallega por acompañarlo a su aventura murciana. Y así ha sido desde entonces, hemos seguido aprendiendo mucho de él, hemos colaborado en muchas cosas y seguimos manteniendo ese aprecio silencioso y de respeto que los años han ido consolidando. Con Begoña la cosa viene también de lejos, de sus tiempos iniciales en la Facultad de Donosti que siempre sentí como mi segunda casa académica. Ella sabía mucho de Educación Especial y yo, que llegaba con mi experiencia personal con menores inadaptados, me sentía muy próximo a lo que ellas hacían y  admiraba al precioso y dinámico equipo que tenían montado. Esa fuerza interior que posee y esa explosión de empatía tan contagiosa han sido siempre su mejor carta de presentación y su mejor recurso. Begoña, me alegra enormemente que hayas querido compartir este libro.

Antonio Medina y yo lo hemos compartido casi todo en nuestra vida académica. No recuerdo bien si fue él o fui yo quien llegó antes a la UNED (hablamos del año 1974). El venía de la inspección y yo de la Complutense. Y allí convivimos 4 años de intenso trabajo y relación. Después, él se afianzó en la UNED y yo me vine para Santiago, pero hemos seguido manteniendo siempre una cordial relación y amistad. A pesar de que la vida de cada uno nos llevó por derroteros y temáticas diferentes, ambos seguimos compartiendo preocupaciones y afectos que van más allá de lo académico. Él me llama cada vez que organiza alguna cosa y yo hago lo mismo con las que organizo. Y, aunque siempre tiene una agenda sobrepasada de compromisos, hace lo imposible por estar presente y participar. Y así ha sido con los Simposios de Poio, con los congresos de AIDU y con cualquier iniciativa que le propongamos. Él ya sabe cuánto le agradezco su amistad y su participación en este libro.

Las queridas amigas Carlinda y Preciosa también se han animado a escribir un texto. Ellas repasan muy bien mi presencia en Portugal. Y es verdad, una de las constantes de mi vida académica (y también personal) ha sido la relación con Portugal. Yo creo que Galicia se entiende mejor si se vincula a Portugal. Y eso es lo que he hecho desde que estoy aquí: mis iniciativas siempre han incluido a Portugal y siempre he tenido en Portugal amigos y mentores muy queridos. Los colegas portugueses me han parecido siempre de una sensibilidad y una cultura excepcional. Los inicios tuvieron que ver, efectivamente, con el currículo, planteamiento no bien aceptado, por entonces. Un colega me mandó una viñeta aparecida en un periódico en el que yo figuraba como el flautista de Hamelin que con su música curricular conducía al abismo al profesorado. En cualquier caso, ha sido muy rica la experiencia en Portugal. Y lo ha sido porque he tenido la fortuna de entrar en contacto con personas muy importantes para mí: desde Albano Estrela y su esposa, hasta Julia y Joao Formosinho, desde José A. Pacheco a Antonio Novoa, desde Teodoro a Coimbra y Alcoforado. Y entre todos ellos, he sido afortunado con la amistad de Carlinda y Preciosa que me han integrado en su grupo y me han permitido participar de experiencias interesantísimas en la vida académica portuguesa. Su capacidad de trabajo me ha asombrado siempre. Es un placer contar con ellas en el libro y ver el cariño con que reconstruyen mi pegada profesional en Portugal, aunque debo confesar que yo he aprendido de ellos mucho más de lo que he sido capaz de aportarles. Gacias Carlinda y gracias Preciosa.

Antonio Bolívar es uno de los patriarcas de la Didáctica española. Patriarca no por viejo sino por sabio. Y eso lo sabemos cuantos hemos tenido la suerte de cruzarnos en su camino y disfrutar de sus textos. No hay tema pedagógico que Bolívar no afronte y, cuando él lo hace, las consideraciones habituales suben de tono y adquieren una configuración erudita y de reflexión incontestable. Me he encontrado con muchos admiradores suyos en Iberoamérica y he podido compartir con ellos nuestra fascinación por la profundidad de sus aportaciones sobre la Didáctica, sobre el currículo, sobre la formación del profesorado, etc. Todos le debemos mucho en este mundo complejo y polifónico de nuestra especialidad. Es un honor que hayas participado en este libro. Muchas gracias, Antonio.

Ángeles Parrilla es una de esas personas que te hacen amar la vida universitaria porque te entiendes bien, porque se hace evidente el respeto y la admiración mutua, porque lo personal se enreda con lo académico y juntos forman una aleación robusta, porque los papeles podrían intercambiarse perfectamente. Yo podría ser su alumno (y de hecho, lo soy en muchas cosas) de la misma manera en que fui su profesor. Dirigí su tesis doctoral, pero fui yo quien más aprendió en el proceso. Le he acompañado en su biografía académica, pero sintiendo siempre que le debía yo a ella más que ella a mí. Y hemos compartido muchas aventuras europeas vinculadas a la inclusión escolar con recuerdos imborrables de nuestras reuniones en Amsterdam con Nicola Cuomo, en Italia con Miguel L. Melero y donde quiera que pudiéramos compartir nuestras convicciones. Ella es un referente internacional en los temas que trabaja y fue capaz de formar un grupo magnífico en la Universidad de Sevilla al que pertenece Anabel Moriña, de quien guardo buenísimos recuerdos de mis visitas a aquella universidad. Me siento feliz de poder tenerlas y leerlas en el libro. Muchas gracias Ángeles y Anabel.

Manolo Area es otro de esos exalumnos que te sobrepasan y te permiten (exigen) resetear tus conocimientos y completar las lagunas que los nuevos tiempos, doctrinas y recursos van creando. Alumno aprovechado, optó pronto por irse a Canarias y, a fuer de inteligente, allí sentó sus reales. La lejanía no ha sido obstáculo para que sigamos manteniendo una relación excelente tanto en lo personal (estos días de vaciado de despacho y de eliminación de documentos, me he encontrado fotos de mi hija pre-adolescente cuidando fascinada a sus hijos pequeñitos) como en lo académico (aunque sus temas tecnológicos no pertenezcan a mi “zona de confort”). Ya he sobrevolado su texto, pero leeré con mucha atención lo que en él señala porque ésa es la temática que en este momento de pandemia resulta prioritaria y sobre lo que me están pidiendo constantemente aportaciones que no sé muy bien cómo articular. Nuevamente me tocará aprender de mis exalumnos, como debe ser. Muchas gracias, Manolo.

Carlos Marcelo es otro de esos amigos constantes a los que tengo tanto que agradecer que resulta imposible resumirlo. En realidad, debería odiarlo porque tan guapo, tan alto, tan simpático él, era aparecer Carlos en cualquier congreso o reunión y todos los demás pasábamos a un segundo y humillante plano. Pero es otra de las personas con las que te puedes entender bien y de la que es posible aprender mucho. Viajero incansable como yo, no es la primera vez que nos encontramos en un aeropuerto de cualquier país. Desde sus primeros tiempos, él junto a Luis Miguel Villar marcaron un nuevo tiempo de la Didáctica española, más internacional, más erudito, más atractivo. El equipo de Sevilla se convirtió así en el referente español para quienes soñábamos con una didáctica actualizada. Sus eventos eran nuestra Meca y por allí pasábamos de manera constante a recargar pilas. Y en ello sigue Carlos, aunque ahora ha enriquecido su perfil. No solamente sigue siendo un experto del máximo nivel en lo que se refiere a la formación del profesorado, sino que, además, sabe todo lo que hay que saber sobre cultivo de tomates y otras hortalizas en el jardín de casa. Y dice, con razón, que eso le hace feliz. También en eso nos sigue enseñando. Muchas gracias, Carlos.

Isabel Cantón es otra de esas amigas de siempre. De esas personas con las que puedes contar para cualquier empresa que le propongas. Ella ha sentado sus reales en León y está orgullosa de ello (te corrige de inmediato si se te ocurre hablar de Castilla-León: “no es un guión, remarca, es una y, Castilla y León”). Trabajadora, luchadora, firme en sus convicciones. Además de amiga, para mí ha sido una perfecta anfitriona en la infinidad de viajes que realicé a León a raíz del proceso de Bolonia. Siempre amable y ayudadora, en León te sentías como en casa. Y así, se ha convertido en la actualizad en una de las docentes claves en Didáctica, alguien que puede marcar la transición entre la generación de los viejos pedagogos que vamos jubilándonos y la generación de los nuevos docentes que se van afianzando en el campo de la didáctica. Muchas gracias, Isabel.

Querido Antonio Bautista, cuando vi que firmabas con Laura Rayón (a quien quizás haya conocido en algún encuentro, no lo sé y le pido disculpas por ello) sentí una gran alegría. No porque me extrañe, sino porque hace tanto tiempo que no nos comunicamos en cosas de estas que me encantó reencontrarte en el libro. Nuestra relación es lejana en el tiempo (aquel curso 1973-74) en el que fuiste alumno mío (era mi primer año como docente, ¡debí ser un desastre!, pero yo os veía contentos) y en el que te seduje para implicarte en la aventura de recoger niños inadaptados en tu piso. Tú trabajabas en Telefónica y todo en la pedagogía te sabía a nuevo y fantástico. Luego, los quehaceres de cada uno han ido en paralelo y nos hemos cruzado pocas veces. Por eso me alegra tanto tu participación. No sé si seré capaz de utilizar el Smartphone en las actividades docentes que me queden en los años de emérito, pero voy a leer con gusto lo que escribís. Muchas gracias, Antonio y gracias, también, Laura, veo que estás en Alcalá a donde he ido mucho de la mano de Mario Martín. Quizás nos hayamos conocido en alguno de esos encuentros. Discúlpame por no recordarlo si ha sido así.

Manolo Cebrián es otro de esos amigos de ni sé el tiempo. Él sabe mucho de tecnología y con su carácter coñón y su simpatía andaluza ha sido nuestro paño de lágrimas en momentos de desesperación con la cacharrería didáctica y la magia electrónica. La tranquilidad con que afronta los desafíos, su apertura a las propuestas ajenas y su empatía a prueba de bombas han marcado desde siempre nuestra relación. Hemos coincidido en muchos compromisos en formación de profesores universitarios y en el Practicum. Y aún nos quedan pendientes otros muchos, si la vida nos lo permite. Asiduo a los congresos de Poio, está jugando ahora un papel fundamental en la nueva etapa de nuestros encuentros sobre el Practicum y en el mantenimiento de su espíritu a través de la Asociación REPPE y su revista sobre prácticas. Muchas gracias, Manolo.

Bueno y al final, ahí está, una vez más Felipe Trillo, el artífice, por tercera vez, de este subidón de endorfinas a través de homenajes varios.  En este caso le acompañan Mónica y Rosa, dos queridas exalumnas (de esas que los profesores no olvidamos) y ahora colegas brillantes en sus respectivas universidades, Murcia y Coruña. Los tres son expertos en temas de evaluación y de eso hablan en su capítulo. Su capacidad para analizar ese importante tema didáctico desde la perspectiva de los estudiantes ha abierto desde hace años una importante brecha en las rutinas evaluadoras de los docentes. Muchas gracias por estar aquí, en este libro, y honrarme con vuestro aprecio que, como bien sabéis es mutuo. Y qué decir de ti, otra vez, Felipe. Somos un caso bien atípico de pareja académica, son tantas las cosas en que coincidimos como las cosas en que nos diferenciamos, pero con la ventaja de que aquellas en las que coincidimos son las realmente importantes, las que marcan la vida de las personas. Y entre ellas está, desde luego, el aprecio y estima mutuo, así como la complicidad que ese bien-querer nos proporciona. Sé bien que esto de ahora con los homenajes no es sino la continuación visible de las otras muchas cosas que han ido sucediendo durante los muchos años que hemos vivido juntos la academia y más allá de ella. Pues eso, muchas gracias, una vez más.

Todos y todas habéis sido muy amables con vuestras aportaciones. El libro, en cuanto tratado, tiene su propia enjundia en lo que se refiere al contenido que en él se recoge: expertos en cuestiones de docencia universitaria reflexionan sobre algunas de las temáticas centrales de nuestra especialidad. Seguro que los lectores sacarán buen provecho de los textos. Y, en tanto que homenaje, es un hermoso regalo que unos buenos amigos y amigas me hacen. Sean bienvenidos los halagos que me concedéis por lo que tienen de amistad y cariño y porque ayudan a suavizar los sinsabores de este periodo de transición a eso que llaman “clases pasivas”. Llevo fatal esto de ir cerrando espacios de tu vida a los que te has entregado durante tantos años (llevo medio año llenando los contenedores de papel para reciclar con mis apuntes de toda la vida, mis libros, mis cosas…un horror). Pero, en fin, recibir el libro ha sido un hermoso inicio de año, un fantástico regalo de reyes. Gracias amigos…

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