lunes, abril 27, 2020

TENGO UNA TEORÍA...



“Tengo una teoría…”, escuché que decía el actor. Eran casi las 4 de la tarde y yo estaba a medio despertar de la siesta, en ese sopor etéreo por el que vas transitando desde el sueño a la realidad. En mi caso, suele ser un tránsito tranquilo, yo sentado en el sofá en el que cada sobremesa me acurruco para sobar un ratito entre sonrisas (hace ya días que sustituí el telediario, siempre cargado de malas noticias y sermones oficiales, por los chicos del Big Bang en la TNT). Y la frase seguía, no la recuerdo literalmente, diciendo algo así como que su teoría era que la vida está formada por los diversos momentos impactantes que hemos ido viviendo; y que son esos momentos los que hacen que seamos como somos.  A las dos neuronas que tenía activas en ese momento les pareció una idea prometedora. Y le presté atención.
Estaban pasando la película Todos los días de mi vida (una traducción extraña de su título original The Vow, el voto, supongo por la cosa de los votos matrimoniales que los contrayentes se hacen en las pelis románticas), un film del 2012, dirigido por Michael Sucsy y protagonizado por Channing Tatum y Rachel McAdams. La película se ve con gusto y, en su conjunto, resulta interesante. Tuvo malas críticas, algunas de ellas insistiendo en que, para ser una película romántica, no se veía feeling entre los protagonistas, como que no transmitían esa fuerza que diera credibilidad a la historia. Puede ser, pero yo no observé eso. Al contrario, me parecieron los dos muy guapos e interesantes. Pero, en cualquier caso, lo que me interesó mucho fue el guion que venía sazonado de ese tipo de frases que te van dejando ese regustillo de las ideas interesantes y que te hacen pensar. Algunas, desde luego son cursis a más no poder, pero bueno, al final, eso es lo que se espera de una película romántica. Otras me parecieron realmente interesantes.
La historia de la película, supuestamente basada en un hecho real, es muy interesante. Chico y chica que se conocen, se enamoran y se casan en un proceso muy original y atractivo. Uno de esos amores de película. Al poco de casarse, tras una cena cariñosa entre ambos, cuando regresaban a casa ella le tienta a detenerse y aprovechar la situación: “tengo una teoría, dice ella, si una chica lo hace en un auto, seguro que queda embarazada. Era imposible rechazar el convite y fue trágico aceptarlo. Un camión sin control los arroyó y los arrojó contra un poste. Del accidente los dos salen heridos, pero sobre todo ella que sufre un gran golpe en la cabeza que la mantiene un tiempo sedada en la UCI hasta que recobra la conciencia. Pero su recuperación es compleja porque pierde la memoria de sus últimos años y, especialmente, de los años que duró su relación con su esposo. No reconoce a éste ni se acuerda de toda la etapa vivida con él. Y esa es la trama de la película, cómo recuperar a tu esposa de la desmemoria y como recuperar el amor que se tenían. Porque, “si no te recuerda a ti, cómo sabrá que está enamorada de ti”.
El proceso no parece simple y menos aún, cuando aparecen en escena los padres de ella de los que se había separado y a los que había mantenido al margen en su nueva etapa como novia y después esposa. Ellos también quieren recuperarla aprovechando su desmemoria. Aparece, incluso, un exnovio al que abandonó cuando estaban a punto de casarse sin que ella recuerde ahora por qué. En fin, que tienen un buen lío por delante, tanto ella como él.
Para el protagonista la recuperación pasa por dos fases muy interesantes, la primera es una recuperación directa mediante la reconstrucción de los recuerdos de lo que fueron: los escenarios, los amigos, las comidas, los sentimientos. Esa estrategia no da buen resultado y tal como van las cosas más bien parece que la perderá. Por eso cambia de estrategia: lo importante no es recuperar a la situación pre-accidente sino volver a enamorar a la actual chica. Y ahí comienza un nuevo escenario, una nueva relación basada en el cortejo, en no dar nada por supuesto sino en tratar de amalgamar una coreografía muy parecida a la que ya habían utilizado antes en su noviazgo.
Y es en ese marco donde empieza a brillar el guion y a hacerse interesante y novedosa la historia. A mí me encantó tanto la parte literaria del guion cuanto los movimientos psicológicos de los personajes. La propia narrativa del film contrastando los momentos del presente (post-accidente) con flashback  que llevaban a situaciones paralelas en el pasado (pre-accidente) ayuda seguir con emoción el desarrollo de la historia y a identificarte con los personajes. Y es, en ese contexto, en el que van apareciendo algunas perlas literarias tanto en lo que se refiere a las relaciones de pareja como en lo que se refiere a reflexiones sobre la vida. El título original de la película (El voto: The Vow) trata de destacar el contenido de los textos con los que ellos se comprometieron al casarse tanto en el primer casamiento como en su recuperación posterior:
Prometo, decía ella, sin importar los retos que puedan separarnos, que siempre encontraremos el camino para volver a estar juntos. Prometo vivir al abrigo de tu corazón y llamarlo siempre hogar. Prometo ayudarte, a amar la vida, prometo tratarte siempre con ternura y tener la paciencia que se requiere, hablar cuando sea necesario y a compartir el silencio cuando no.
Prometo, le contestó él,  amarte apasionadamente en todas las formas ahora y para siempre; prometo nunca olvidar que este es un amor para toda la vida y saber siempre que, en lo profundo de mi alma, no importa qué nos pueda separar, siempre nos volveremos a encontrar el uno al otro”.
Por supuesto, no me dio tiempo a escribir los textos mientras veía la película. Los he recogido de Internet. Pero, efectivamente, ese fue, cuando menos, el sentido de lo que se dijeron. Otra frase interesante fue la que la madre de ella le dice cuando ella recupera la memoria de lo que sucedió cuando ella marchó de casa y comenzó esa segunda etapa de su vida cuyo recuerdo había olvidado con el accidente: lo que sucedió fue que su padre se estaba acostando con su mejor amiga. Ella le reprocha a su madre que pese a tal infidelidad ella hubiera seguido con él. “Yo elegí, le contesta la madre, seguir con él por todas las cosas que había hecho bien y no dejarlo por lo único que había hecho mal. Decidí perdonarlo”. Me pareció una apreciación inusual pero muy interesante.
Pero, volviendo al inicio, lo que me gustó especialmente fue esa teoría que a mí me despertó de la sienta y que era como comenzaba (y como acabó) la película. “Yo tengo una teoría. Una teoría sobre los momentos de impacto. Mi teoría es que esos momentos de impacto son como destellos de mucha intensidad que te cambian la vida por completo y terminan definiendo quién eres”. Comparto esa teoría, la vida está hecha de esos momentos clave.  Momentos relevantes y de diverso tipo, difíciles de identificar a priori, o de prevenir. También sobre eso se pronuncia nuestro protagonista: los momentos de impacto son esos momentos “de amor físico, mental y de cualquier otro tipo; esa es mi teoría, que esos momentos de impacto nos definen, pero nunca tuve en cuenta que podrías dejar de recordarlos todos”.
¿La vida es eso, los momentos de impacto de vamos viviendo? ¿Eso es lo que somos nosotros, la consecuencia de esos actos de amor que acabaron definiéndonos? ¿Cómo tienen que ser de intensos para que dejen huella? ¿Pueden olvidarse esos momentos? ¿Es eso lo que sucede cuando los amores se pierden o diluyen hasta quedar en nada? Y si eso sucede, ¿cuál es la alternativa, recuperarlos en nuestra memoria o reconstruir la nueva situación con nuevos momentos de impacto? Un lío.

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