miércoles, julio 04, 2012

El Viento



Las rutinas diarias caseras tienen sus encantos. Son los que te alegran la vida y te serenan. Después de un día agotador llegas a casa sin resuello. Te sientas en la cocina con tu santa y tomas algún resto del mediodía junto a la copita de vino (bueno dos) y las nueces para el colesterol. Tres ese trámite ya comienzas a sentirte bien. De la cocina a la salita buscando el sofá reparador. Allí te sueltas y comienzas el zapping a ver qué echan esa noche. Casi siempre son cosas irrelevantes. Parece mentira que entre casi cien canales no encuentres nada que te apetezca. Afortunadamente hay excepciones, como la de ayer. Después de tontear en varios canales, decidimos que la más prometedora de las películas de esa noche era El Viento, en la 2. Buena decisión.
El Viento es una película argentina con un Federico Luppi soberbio. Dirigida por Eduardo Mignogna (intentad pronunciarlo, ya veréis qué trabalenguas) se estrenó en el 2005. Como suele suceder con frecuencia con las películas argentinas, la historia es mucho mejor que la técnica. En este caso, el sonido era horrible y apenas se les entendía a los actores. Una pesadilla. Tampoco se hizo un gran dispendio en exteriores ni efectos especiales (casi mejor). La fotografía estuvo bien y de la música ya ni me acuerdo. El guión y la estructura de la historia, extraordinarios. Estoy enamorado del cine argentino, he de confesarlo.

La historia cuenta el viaje de un ranchero a Buenos Aires para encontrarse con su nieta y tratar de reconstruir unas relaciones que se habían roto hasta tal punto que ella (la nieta) ni siquiera había ido al entierro de su madre que vivía con el abuelo. Él le cuenta cómo murió su madre y poco a poco va haciéndole ver qué equivocada estaba ella pensando que su madre (que la había tenido de soltera) no la quería.

La película tiene ciertas resonancias a la novela de Mark Levy, Las cosas que no nos dijimos, llevada después al cine con el mismo título. Solo que El viento, claro, está contada con esa capacidad de hacerte sentir cosas, de mezclar lo intelectual con lo emocional (cosas del psicoanálisis, supongo) que tiene el cine argentino. La nieta (Antonella Costa, que está fantástica) tiene unas enormes ganas de reconstruir su identidad y conocer cómo fue su pasado. Fue hija de soltera y no conoció a su padre. Toda su infancia quedó en un estado bastante borroso. De hecho, creía que su madre no la quería y por ello, en cuanto pudo, se marchó del pueblo a Buenos Aires a estudiar. Hizo medicina y se quedó allí sin querer volver a saber nada de su familia rural. Tiene un novio de medio pelo y un amante que es su jefe en el hospital. Y así va sobreviviendo. Hasta que, de pronto, se entera de que su madre ha muerto. Pero no va al entierro.

Ahí es cuando aparece por su casa el abuelo. Como suele suceder en estos casos la primera fase del encuentro no tiene buena pinta. Demasiado tiempo separados para que la convivencia resulte fácil. Él le va contando poco a poco la muerte de su madre. Le deja que ella saque toda la amargura que lleva dentro, su sentimiento de abandono por parte de ella, de hija no deseada. La escucha y con esa aparente frialdad llena de ternura va soltando carrete. Le habla de ella, le va dejando ver las cartas que ella escribía cuando se quedó embarazada, cuando le hablaba de ella recién nacida. Le cuenta la historia del embarazo. Poco a poco, como en una película de intriga. Con esa lentitud del diván del psicoanalista que te permite ir descubriendo hasta qué punto tus vivencias están distorsionadas. Y ella va queriendo cada vez más a su madre, añorándola más, echándola de menos. Entre las cartas que le trae el abuelo hay, incluso, una suya de cuando vino a Buenos Aires y contaba a su madre cómo se sentía, cómo echaba de menos el pueblo, cómo sentía la falta del viento.

Hermosa toda esa reconstrucción de la figura de la madre, de ambiente cálido del pueblo, de su propia infancia. Y mientras reconstruye su pasado va destruyendo su presente. Se intensifican sus amoríos con el doctor casado y se diluye el deseo de su novio. Y así, sin saberlo ella va repitiendo la vida de su madre. Como ella queda embarazada de un casado que le deja claro que no se separará para hacer pareja con ella.

La historia importante llega hasta ahí. Lo demás son fuegos artificiales de fin de fiesta. El abuelo confiesa un delito antiguo y siente que debe pagar por él aunque nada tiene que pagar tras tanto tiempo. Y su castigo es volver a la aldea. Y allí se irá la nieta, a tener su propia hija que (posiblemente, aunque eso ya sucede fuera del guión) se irá un día a Buenos Aires a estudiar. Sólo que ella, no tendrá un abuelo que la rescate.
Linda historia, che!

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