domingo, junio 05, 2022

ENNIO: EL MAESTRO.

 



He de confesar que fui al cine con una mochila de dos errores. El primero, no haber caído en la cuenta de que el Ennio del título se refería, cómo no iba a ser así, a Morricone. Yo pensaba en otro tipo de maestros (¡qué se le va a hacer, uno es profesor!). Que tenía que ver con la música lo dejaba claro el cartel anunciador, pero no se me ocurrió pensar en Morricone. Cosas de la edad. El segundo error, éste sí imperdonable, fue el no haber mirado la duración del film. Esta nueva manía de los directores de alargar innecesariamente sus historias me desespera. Y, al menos, si ya vas preparado pues mira… lo vas llevando, pero cuando te coge de sorpresa y pasan los 90 minutos y la cosa sigue y sigue y parece no tener fin, la desazón te va comiendo la moral.  En alguna ocasión me he salido de la sala. Esta vez me armé de paciencia y aguanté. Pero el placer de una historia bien contada y en el tiempo correcto, desapareció.

Todo lo anterior no quiere decir, desde luego, que el film de Tornatore no tenga su encanto. Lo tiene, desde luego, porque recordar películas míticas de los últimos 50 años es una experiencia fantástica. Y hacerlo de la mano de la música de Morricone, es un auténtico placer.

La película, realizada en el 2021, pero estrenada en España hace solo unos días, se configura como un documental que quiere destacar la figura del gran maestro compositor. Diversos personajes famosos (tanto músicos como directores de cine o actores en sus películas) van contando sus experiencias con Morricone. Todos, hablan de él con cariño y admiración. Pero son muchos y sus intervenciones (algunas muy hiperbólicas en cuanto a las alabanzas) resultan, al final repetitivas. Por allí pasan sus profesores y colegas en el conservatorio, grandes directores como Bertolucci, Stone, Bellochio, los Taviani, Tarantino, etc. Y algunos grandes actores como Clint Easwood. Con todo, lo más interesante es ver y escuchar al propio Morricone contando sus experiencias, explicando sus partituras, dirigiendo las orquestas.


 

Todo un trabajo de arqueología visual y documental que, sazonada con la música del gran maestro Morricone, te va llevando en volandas por las películas de tu vida, sobre todo por aquellas películas del Oeste que resultaron inolvidables. Pero como Morricone les dio a todos los palos de la música, también se ofrecen músicas inolvidables de tipo mucho más dramático (la música para el 11M por ejemplo). Y supongo que para quienes saben de música, el disfrute debe ser espectacular.

Al final es una gran experiencia, hay que reconocerlo. Merece la pena no perdérsela. Pero hubiera bastado con los 90 minutos habituales. Muchas intervenciones son reiterativas o no aportan nada a la historia que se nos cuenta. A mí me encanta el rigor temporal de Woody Allen: noventa minutos exactos y basta. Sigue siendo cierto aquello de que “lo bueno, si breve, dos veces bueno”.

 

 

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