jueves, octubre 07, 2010

Sabático vs. agenda.



Amigo blog, ¿cuánto tiempo sin escribir, no?. Parece mentira cómo van pasando los días (y las noches, que cada vez se hacen más largas e inhóspitas) entre afanes que apenas tienen fisuras que te permitan un respiro. Sales de un agobio y ya tienes al siguiente esperándote a la puerta. Así no hay blog que sobreviva.

Sin embargo durante este tiempo he escrito mucho: un libro, varios artículos, tres conferencias. Lo que significa que no se trata una fobia particular. No. Es el tiempo que actúa como un corsé que te oprime sin dejarte huecos. Y, además, se alía con la retroagenda (los afortunados tienen agenda hacia adelante; los mataos tenemos una agenda hacia atrás, llena de cosas que no has cumplido y que esperan les prestes atención) para hacer de orejera. Y así vamos como los burros con una orejera a cada lado para impedir que mires a los lados y te distraigas con las muchas cosas interesantes que te pasan al lado.
La cosa es que comenzó Octubre, y con él mi sabático. Me asusta un poco pensar que tengo un año por delante, sin clases, para hacer cosas diferentes a las habituales (eso será imposible, de plano). Un año para mí. ¡Qué bonito suena y a la vez qué terriblemente comprometido! Cualquiera pensaría, con razón, que soy un afortunado. Libre de los compromisos académicos para poder avanzar en proyectos que hasta ahora se hacían imposibles. Pocas profesiones pueden permitirse ese lujo.
Yo quería que éste fuera para mí un año terapeútico. Creo que lo necesito urgentemente para poder relajar un poco el ánimo y librarme de mis propios fantasmas antes de que sean ellos los que se adueñen de mí. Algunos de esos fantasmas permanecen agazapados en el mundo de los duelos y las nostalgias. No sé si los venceré pero espero aprender a amansarlos y a convivir con ellos. Pero hay otros que vienen menos de cara, se mezclan con sentimientos narcisistas que te engatusan y, al final, resultan aún más destructivos. Uno de ellos es el de la agenda. Un fantasma de órdago. Se lo come todo, como el monstruo de las galletas de nuestra infancia. Como la “vagina dentada” de los sueños masculinos, que te atrae con el estímulo agradable del sexo (en nuestro caso de la agenda, ni siquiera es por el sexo sino por eso que se le parece tanto, el orgasmo narcisista) pero luego te va devorando como una mantis religiosa. En fin, un rollo.

Ya me advertía Joaquín Gairín, un buen amigo que acaba de pasar por su propio sabático, que la estrategia para sobrevivir es planificar bien tus tiempos (¡de nuevo la puta agenda, pero si lo que yo quería era librarme de ella!). Si no lo haces, me decía, acabarás haciendo lo de siempre (viajes, charlas, reuniones) pero multiplicado por 10. ¡Toca madera!, fue lo único que acerté a pensar. Y algo de razón debía tener, pues llevo 5 días de sabático y ya he viajado a Porto (Portugal) y a Querétaro (México), he impartido dos conferencias y he mantenido 3 reuniones internacionales.
Algo tendré que hacer con la agenda. Quizás sacrificarla directamente en algún altar sagrado y ofrecer su corazón al dios del ocio. Pero mi problema es que ni siquiera encuentro un hueco en la agenda para planificar el sacrificio. Es muy lista esta agenda. Ya veo que va a ser una lucha desigual.

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