Cumpliendo el propósito de no perdernos las tres películas más apetecibles de la semana, ayer fuimos a ver la iraní “Un simple accidente”. Todo un acierto, maravilla constatar cómo con muy escasos recursos puede hacerse tan buen cine.
“Un simple accidente” es un film iraní (aunque coproducido con Francia y Luxemburgo) del 2025. Está dirigida por el consagrado director Jafar Panahi (“Esto no es una película”, 2011; “Taxi Teherán”,2015; “Los osos no existen”, 2022). Ha sufrido prisión en su país por su producción cinematográfica, a la vez que ha sido reiteradamente premiado por ella. De hecho, ha sido de los muy pocos directores que poseen los tres grandes premios cinematográficos europeos: la Palma de Oro de Cannes, el León de Oro de Venecia y el Oso de Oro de Berlín. Jafar Panahi es, también, autor del guión, que es magnífico. En realidad, dado que la escenografía no da para mucho, el peso fundamental de la historia lo marca el guión que va marcando los ciclos de tensión y relax, combinando lo dramático y lo cómico, el pasado y el presente.
Los actores son desconocidos para mí, aunque desempeñan con esmero su papel. Los personajes que representan están muy bien caracterizados. Destaca entre ellos la figura de Ebrahim Azizi, el protagonista del film, que sorprende en los giros inesperados en su comportamiento y es quien mantiene la continuidad e interés de la historia como proceso siempre abierto y lleno de sorpresas. En realidad todo el elenco de actores está muy bien.
Técnicamente, el film funciona con recursos mínimos. Los imprescindibles para poder contar una historia. Es un cine heroico, a escondidas. Y eso es, en sí mismo, un notable éxito del director Panahi. Demuestra que también se pueden contar historia y hacerlo con brillantez narrativa aunque no se disponga de grandes recursos. Es el poder del cine como combinación de un buen guión e imágenes simples pero creíbles. Esa es la sensación que tienes a lo largo de toda la película. Escenas claras y sosegadas, una continuidad bien marcada en la sucesiva entrada de personajes, un desarrollo de la historia en torno a un eje simple: ¿es o no es él?
La historia conjuga dramatismo y comedia. Supongo que Panahi, tras una vida tan azarosa y comprometida, se puede permitir ese lujo: recordar el salvajismo atroz de la dictadura del régimen pero con una mirada nueva, rehumanizada, constructiva. Todos ellos han pasado por experiencias dramáticas y necesitan poner fin a un pasado que quebró sus vidas. Ahora tienen la oportunidad de hacerlo, pero tampoco es fácil. Ellos no son como sus verdugos y ese resto de humanidad y empatía que nunca han perdido les pone condiciones. Preciosos los diálogos y controversias, llenas de pasión, sobre la venganza y la cordura; sobre la compasión y el valor de la vida de todos, incluso los malos; sobre la justicia y la proporcionalidad en las relaciones humanas.
El poso humano, cordial, sensible de la historia viene trazado a partir de situaciones cómicas a las que el grupo de conjurados tiene que enfrentarse. La incorporación a la historia de niños y embarazadas, la figura de la novia (la novia empujando la furgoneta es inolvidable), el parto y su celebración, etc. llenan de humanidad y simpatía la historia.
En definitiva, son buena gente y la buena gente no hace ciertas cosas.



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