jueves, octubre 30, 2025

LOS DOMINGOS

 



 

En llegando esta época otoñal, como te descuides un poco se te acumulan las películas apetecibles en cartelera y no das abasto. En este momento hay tres que no quiero perder (la iraní ”un simple accidente”, y dos españolas, “los domingos” y “la cena”). Al final, el horario de proyección ha hecho que comencemos por Los Domingos.

Los domingos es una película española de este mismo año (2025) dirigida y guionizada por Alauda Ruiz de Azúa, muy interesante directora que ya nos había encantado con “5 lobitos”. Memorable fue también la serie en cuatro episodios "Querer". Sus films son capaces de penetrar intensamente en los sentimientos y debates interiores de las personas, sobre todo mujeres. Y lleva a los espectadores a situarse ellos mismos en la historia que ven en pantalla y a vivir los dilemas que viven los personajes.

Está protagonizada por la jovencísima (17 años) Blanca Soroa que hace de Ainara, la joven adolescente que desea hacerse monja. Es su primer papel en un largometraje pero lo borda. Se diría que posee la figura perfecta, la mirada tranquila, la serenidad que se supone a alguien capaz de plantear un desafío vivencial de ese tipo. Lleva bien su papel, aunque sin que éste le permita muchos lucimientos, pues es bastante plano. Quien se come la pantalla con su expresividad, sus giros y su buen hacer es Patricia López Arnáiz (Mientras dure la guerra. 20.000 especies de abejas), la tía Maite que es todo fuego y dilemas internos. Con muchos frentes abiertos (su patrimonio, su matrimonio, su sobrina) y haciendo gala de atea y descreída, le llevan los demonios ante la decisión de su sobrina. En realidad es ella la protagonista de la película cuya trama se sitúa, justamente, en el shock que produce el que una hija-sobrina plantee que quiere ser monja. El papel de padre de la adolescente y hermano de la tía lo juega Miguel García y lo resuelve bien, austero. Me encantó por su simpleza y contención Nagore Aramburu, la superiora de las monjas, capaz de transmitir mensajes de todo tipo sin mover una pestaña.

 Técnicamente la película es irreprochable. Rodada en ambientes cerrados y con luces tenues, no provoca agobio ni da la impresión de estar en un teatro. La imagen juega con primeros planos y zonas desvaídas para destacar los personajes relevantes de la escena. Juega también con los detalles. Magnífico el sonido, sobre todo cuando suena la música del coro que va sobrevolando la narrativa más allá de las escenas donde el coro es el personaje. Es una música tan melódica y contagiosa que acaba envolviéndote y llevándote en volandas a través de las situaciones que se van sucediendo en pantalla. Es música pura. No entiendes la letra, pero da igual, porque lo importante es ese sonido envolvente que  te va llevando como una ola. Un placer que contrasta con los dilemas y la tensión emocional que se vive en la pantalla.

Y la historia está bien. No es la primera vez que se lleva al cine el caso de la hija que quiere hacerse monja ("Historia de una monja"1959 con Audrey Hepburn; "Therese", 2004; "Novitiate", 2019). Obviamente, esa situación no tiene el mismo impacto ahora que el que pudiera tener en otros tiempos. Y su impacto es mayor si tal cosa acontece en un contexto poco religioso o militantemente ateo. Alauda es buena diseccionando situaciones dilemáticas intensas. Lo logra, también, en esta película, sobre todo en el personaje de la tía. Y tiene el mérito, Alauda, de que los dilemas los plantea con honestidad, sin el escoramiento personal o ideológico con que suelen tocarse estos temas en el cine. 

 La verdad es que el que una hija te diga que quiere ser monja es una situación compleja. Incluso para los creyentes. Rompe muchas expectativas paternas y acaba siendo como una pérdida de la continuidad familiar (el contacto frecuente, los nietos, el hacer cosas juntos…). En cualquier caso, lo vivan como lo vivan los padres, lo que nunca podrán hacer es secuestrar la voluntad de sus hijos. Al final, se precisa una transformación de las expectativas y, salvo casos de riesgo flagrante, parece más aceptable que esa transformación se produzca en los padres a que la solución sea obligar a los hijos a renunciar a sus sueños.  

En fin, lo que más me ha gustado de la película es la naturalidad con que se aborda el tema. Seguro que la directora tiene su propia visión y opinión sobre lo que cuenta (y, probablemente, más cercana a la de la tía que a la de la sobrina), pero respeta ambas posiciones y trata de reflejarlas en el guión con profundidad, honestidad y equilibrio. No es escaso mérito.


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