Con todo lo que me gustó Gila en sus sketches, ayer salí un poco defraudado de la película. Probablemente porque mis expectativas iban por otra línea muy diferente a la que tomó la historia que el director tenía en su cabeza.
¿Es el enemigo? (la verdad, el añadirle el complemento de “la película de Gila” se hace un poco redundante e innecesario) es una peli española del 2024 dirigida por Alexis Morante, un cineasta especializado en documentales musicales (Camaron, 2018; Héroes del silencio, 2021) que se inició en los largometrajes con “El mundo de Oliver” (2022). Esta es, por tanto, su segunda película. Él es, también, el autor del guión junto a Raúl Santos. La fotografía la lleva Carlos García de Dios y la Música Miguel Santos. Está protagonizada por un actor novel, Oscar Lasarte, que hace un aceptable papel representando la figura de Gila (de hecho, ya ha sido nominado a los próximos Goya 2025 como mejor actor revelación). Y le acompañan otros actores españoles relevantes: Salva Reina, Adelfa Calvo, Natalia de Molina, Carlos Cuevas, etc.
Técnicamente, la película está muy bien construida y rodada. La fotografía y los ambientes seleccionados son muy creíbles (la batalla en el bosque, las casetas donde pasan el tiempo de espera, la tapia del fusilamiento) todo está muy bien elegido y configurado. También el sonido, salvo algunos diálogos, está perfecto y, junto a los efectos especiales, marca el ritmo del film, con momentos pausados, otros emocionalmente intensos, otros de gran barullo ambiental. Tanto el director como la productora se han currado el trabajo.
Y la historia, pues qué se yo, tiene su aquel. Morante dijo en una de las muchas entrevistas que le han ido haciendo desde el estreno, que lo que él pretendía era hacer una película que emulara a “La vida es bella”(1997) de Roberto Benigni. Como en aquella, se trataba de contar el deambular de una persona ingenua e ingeniosa en un momento trágico, recuperando el valor del humor para poder soportar la tragedia. La figura de Gila venía que ni pintada para ese propósito.
Y eso es lo que cuenta. Sitúa a un Gila joven que ya despuntaba maneras de cómico en el Madrid de la preguerra, viviendo con su abuela (Adelfa Calvo) y su padre viudo. No tenía una vida fácil, pero como decía él: “de todo nos podíamos reír hasta que llegó la guerra”. Una guerra en la que él participó formando parte de las tropas republicanas del frente madrileño. Y ya en ese trance, el film le sigue en su tránsito por los disturbios previos a la guerra, el alistamiento, la espera para entrar en acción, la batalla, las heridas y la enfermería, el retorno a la batalla, el fusilamiento incorrecto, y la vuelta a casa para dedicarse al humor. La película describe a Gila como un ser ingenuo, ignorante de lo que es la guerra y sus horrores, pero, a la vez, como alguien que es capaz de empatizar con los demás y de hacer todo lo que está en su mano para arrancarles una sonrisa que quiebre su miedo, su amargura o su dolor.
En fin, no es una película extraordinaria, pero está bien hecha y sobre todo, bien ambientada. En realidad, el protagonista principal es la guerra, solo que en ésta figura un soldado simpático y simplón que es capaz de darle una vuelta a lo que sucede para ver su cara más ridícula y loca. De esa manera, la peli va mezclando los horrores de la guerra con la actitud medio inconsciente, medio buenista de Gila. A la bondad de Gila opone, estratégicamente, la dureza militar de los mandos y de la única mujer soldado de la escuadra (Natalia de Molina). En ese contraste, cobra especial relieve la figura humana de Gila, su capacidad de compadecer a los otros, su habilidad para buscar estrategias (los dibujos, el palo teléfono, contar una historia boba) que le permitan sacar al exterior sus angustias y relajar el gesto con una sonrisa. Tener a alguien así en esos momentos dramáticos tiene que valer una fortuna.
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