viernes, octubre 31, 2025

UN SIMPLE ACCIDENTE

 



Cumpliendo el propósito de no perdernos las tres películas más apetecibles de la semana, ayer fuimos a ver la iraní “Un simple accidente”. Todo un acierto, maravilla constatar cómo con muy escasos recursos puede hacerse tan buen cine.

“Un simple accidente” es un film iraní (aunque coproducido con Francia y Luxemburgo) del 2025. Está dirigida por el consagrado director Jafar Panahi (“Esto no es una película”, 2011; “Taxi Teherán”,2015; “Los osos no existen”, 2022). Ha sufrido prisión en su país por su producción cinematográfica, a la vez que ha sido reiteradamente premiado por ella. De hecho, ha sido de los muy pocos directores que poseen los tres grandes premios cinematográficos europeos: la Palma de Oro de Cannes, el León de Oro de Venecia y el Oso de Oro de Berlín. Jafar Panahi es, también, autor del guión, que es magnífico. En realidad, dado que la escenografía no da para mucho, el peso fundamental de la historia lo marca el guión que va marcando los ciclos de tensión y relax, combinando lo dramático y lo cómico, el pasado y el presente. 

Los actores son desconocidos para mí, aunque desempeñan con esmero su papel. Los personajes que representan están muy bien caracterizados. Destaca entre ellos la figura de Ebrahim Azizi, el protagonista del film, que sorprende en los giros inesperados en su comportamiento y es quien mantiene la continuidad e interés de la historia como proceso siempre abierto y lleno de sorpresas. En realidad todo el elenco de actores está muy bien.

Técnicamente, el film funciona con recursos mínimos. Los imprescindibles para poder contar una historia. Es un cine heroico, a escondidas. Y eso es, en sí mismo, un notable éxito del director Panahi. Demuestra que también se pueden contar historia y hacerlo con brillantez narrativa aunque no se disponga de grandes recursos. Es el poder del cine como combinación de un buen guión e imágenes simples pero creíbles. Esa es la sensación que tienes a lo largo de toda la película. Escenas claras y sosegadas, una continuidad bien marcada en la sucesiva entrada de personajes, un desarrollo de la historia en torno a un eje simple: ¿es o no es él?

 La historia conjuga dramatismo y comedia. Supongo que Panahi, tras una vida tan azarosa y comprometida, se puede permitir ese lujo: recordar el salvajismo atroz de la dictadura del régimen pero con una mirada nueva, rehumanizada, constructiva. Todos ellos han pasado por experiencias dramáticas y necesitan poner fin a un pasado que quebró sus vidas. Ahora tienen la oportunidad de hacerlo, pero tampoco es fácil. Ellos no son como sus verdugos y ese resto de humanidad y empatía que nunca han perdido les pone condiciones. Preciosos los diálogos y controversias, llenas de pasión, sobre la venganza y la cordura; sobre la compasión y el valor de la vida de todos, incluso los malos; sobre la justicia y la proporcionalidad en las relaciones humanas.

El poso humano, cordial, sensible de la historia viene trazado a partir de situaciones cómicas a las que el grupo de conjurados tiene que enfrentarse. La incorporación a la historia de niños y embarazadas, la figura de la novia (la novia empujando la furgoneta es inolvidable), el parto y su celebración, etc. llenan de humanidad y simpatía la historia.

En definitiva, son buena gente y la buena gente no hace ciertas cosas.

 

 

jueves, octubre 30, 2025

LOS DOMINGOS

 



 

En llegando esta época otoñal, como te descuides un poco se te acumulan las películas apetecibles en cartelera y no das abasto. En este momento hay tres que no quiero perder (la iraní ”un simple accidente”, y dos españolas, “los domingos” y “la cena”). Al final, el horario de proyección ha hecho que comencemos por Los Domingos.

Los domingos es una película española de este mismo año (2025) dirigida y guionizada por Alauda Ruiz de Azúa, muy interesante directora que ya nos había encantado con “5 lobitos”. Memorable fue también la serie en cuatro episodios "Querer". Sus films son capaces de penetrar intensamente en los sentimientos y debates interiores de las personas, sobre todo mujeres. Y lleva a los espectadores a situarse ellos mismos en la historia que ven en pantalla y a vivir los dilemas que viven los personajes.

Está protagonizada por la jovencísima (17 años) Blanca Soroa que hace de Ainara, la joven adolescente que desea hacerse monja. Es su primer papel en un largometraje pero lo borda. Se diría que posee la figura perfecta, la mirada tranquila, la serenidad que se supone a alguien capaz de plantear un desafío vivencial de ese tipo. Lleva bien su papel, aunque sin que éste le permita muchos lucimientos, pues es bastante plano. Quien se come la pantalla con su expresividad, sus giros y su buen hacer es Patricia López Arnáiz (Mientras dure la guerra. 20.000 especies de abejas), la tía Maite que es todo fuego y dilemas internos. Con muchos frentes abiertos (su patrimonio, su matrimonio, su sobrina) y haciendo gala de atea y descreída, le llevan los demonios ante la decisión de su sobrina. En realidad es ella la protagonista de la película cuya trama se sitúa, justamente, en el shock que produce el que una hija-sobrina plantee que quiere ser monja. El papel de padre de la adolescente y hermano de la tía lo juega Miguel García y lo resuelve bien, austero. Me encantó por su simpleza y contención Nagore Aramburu, la superiora de las monjas, capaz de transmitir mensajes de todo tipo sin mover una pestaña.

 Técnicamente la película es irreprochable. Rodada en ambientes cerrados y con luces tenues, no provoca agobio ni da la impresión de estar en un teatro. La imagen juega con primeros planos y zonas desvaídas para destacar los personajes relevantes de la escena. Juega también con los detalles. Magnífico el sonido, sobre todo cuando suena la música del coro que va sobrevolando la narrativa más allá de las escenas donde el coro es el personaje. Es una música tan melódica y contagiosa que acaba envolviéndote y llevándote en volandas a través de las situaciones que se van sucediendo en pantalla. Es música pura. No entiendes la letra, pero da igual, porque lo importante es ese sonido envolvente que  te va llevando como una ola. Un placer que contrasta con los dilemas y la tensión emocional que se vive en la pantalla.

Y la historia está bien. No es la primera vez que se lleva al cine el caso de la hija que quiere hacerse monja ("Historia de una monja"1959 con Audrey Hepburn; "Therese", 2004; "Novitiate", 2019). Obviamente, esa situación no tiene el mismo impacto ahora que el que pudiera tener en otros tiempos. Y su impacto es mayor si tal cosa acontece en un contexto poco religioso o militantemente ateo. Alauda es buena diseccionando situaciones dilemáticas intensas. Lo logra, también, en esta película, sobre todo en el personaje de la tía. Y tiene el mérito, Alauda, de que los dilemas los plantea con honestidad, sin el escoramiento personal o ideológico con que suelen tocarse estos temas en el cine. 

 La verdad es que el que una hija te diga que quiere ser monja es una situación compleja. Incluso para los creyentes. Rompe muchas expectativas paternas y acaba siendo como una pérdida de la continuidad familiar (el contacto frecuente, los nietos, el hacer cosas juntos…). En cualquier caso, lo vivan como lo vivan los padres, lo que nunca podrán hacer es secuestrar la voluntad de sus hijos. Al final, se precisa una transformación de las expectativas y, salvo casos de riesgo flagrante, parece más aceptable que esa transformación se produzca en los padres a que la solución sea obligar a los hijos a renunciar a sus sueños.  

En fin, lo que más me ha gustado de la película es la naturalidad con que se aborda el tema. Seguro que la directora tiene su propia visión y opinión sobre lo que cuenta (y, probablemente, más cercana a la de la tía que a la de la sobrina), pero respeta ambas posiciones y trata de reflejarlas en el guión con profundidad, honestidad y equilibrio. No es escaso mérito.


domingo, octubre 19, 2025

REIMAGINANDO ORAZO

 


Esta temporada radiofónica, Carlos Alsina suele comenzar su perorata de las 8 de la mañana (Más de uno, en Onda Cero) diciendo: “déjenme que les cuente una historia… no se preocupen que va a ser cortita”. Le funciona.

Yo también quisiera contaros a cuantos amamos Orazo y estamos preocupados por su futuro, esta pequeña historia de ayer sábado.

Llegué a Orazo sobre las 10:30, como cualquier sábado que puedo escaparme hasta allí.  Y seguí la rutina habitual: comprar la carne y alguna cosilla en Bandeira, cafecito de media mañana en algún bar abierto (cada vez quedan menos, aunque desde hace un año han abierto uno justo al salir de la carretera de la autopista y con un café realmente bueno) y puesta en marcha del día ya en Orazo. Abrir las dos cancelas, procurar no rascar el coche (no siempre lo logro, aunque me esfuerzo),  abrir las casas (ventanas incluidas),  y cambiarme. Eso fue lo hice ayer, que yo soy mucho de rutinas.

Mientras me cambiaba en nuestra habitación de la casa nueva, sentí algo así como una voz en la era y me asomé a ver quién era. Allí estaba un señor a quien no conocía,  como tratando de localizar a alguien de la  casa. Ya puesto en “modo Orazo” salí a su encuentro. Nos saludamos y él, enseguida, 
trató de justificar por qué había entrado hasta allí:

   Mire, me dijo, vivo en Remesar y paso mucho por esta carretera. Siempre me ha llamado mucho la atención la galería.  Y me preguntaba de quién sería la  casa.  Hoy he visto que estaba la puerta de hierro abierta y pensé que era una buena oportunidad para saber algo más de ella”.

Luego me contó que era técnico de turismo y por eso le había encantado la galería. Que él era de Silleda y que había sido profesor de instituto. Ahora ya jubilado le gustaba la fotografía y asesoraba en temas de turismo de interior tanto al ayuntamiento de Silleda como al de la Estrada. Un buen tipo, muy amable. Había sido profesor de personas que después también las tuve yo primero  de alumnas y, después, de compañeras de departamento.

Por supuesto, le enseñé la casa que le encantó. “Mire, me decía, ustedes tienen aquí algo que no se conserva en los pazos: esto parece auténtico. Han conservado la esencia de lo que era la vida en Galicia: los  muebles, los espacios, la estructura, los utensilios.  El que no  hayan hecho muchas reformas es una bendición porque te retrotrae al pasado real de la vida en esta zona”.

Vimos detenidamente la casa y él me fue haciendo comentarios muy interesantes. Enseguida entendió que estábamos ante un dilema básico entre conservar o deshacernos de la casa. El creía que podríamos obtener apoyo del Concello de la Estrada (hablaba de Gonzalo, el alcalde de La Estrada con mucha familiaridad, como si se conocieran mucho). Y parece que conocía bastante a Moncho Brea.

Me sugirió por qué no hacíamos una Fundación que nos permitiera recibir fondos públicos. Que a nivel turístico el enclave de Orazo era muy prometedor. Me indicó que la iglesia de Orazo es una joya. Solo hay en Galicia tres iglesias románicas del S. XI con tres naves: la Porticela en la Catedral, Orazo y hablaba de otra que ya no recuerdo (quizás Cambre). También el crucero exterior es del S. XI. La iglesia junto a la Casa Ulloa hacen un conjunto que une arte y antropología, dijo.

 Yo seguía dando vueltas a la idea de la Fundación. Y pensaba para mí lo hermoso que sería montar la Fundación  CARMELA VÁZQUEZ ULLOA y ligar la  supervivencia de Orazo al nombre de la abuela que fue la que heredó Orazo y lo mantuvo mientras vivió. Todos los herederos seríais patronos de la Fundación con los porcentajes que correspondieran a cada quien.

Obviamente, obtener recursos públicos significaría contraer algún tipo de apertura de la casa a visitas, sin perder la propiedad. Permitiría, a la vez, organizar cosas allí de forma que el mantenimiento de la casa se hiciera sin coste para vosotros y sin tener que desprenderse de ella, manteniendo Orazo como ese “punto de encuentro” de todas las familias (las actuales y las que vendrán con vuestros hijos) vinculadas a la abuela Carmela.

La verdad es que el señor me alegró el día. Tras tanto tiempo sin poder ver un futuro viable, sintiendo ya el dolor de perder algo que ha significado tanto para la familia, que aparezca alguien que te diga que sí puede haber un futuro (un poco utópico, pero posible) no deja de ser un respiro. En lugar de perder Orazo, aparece esa posibilidad de compartirlo un poco (presumiendo de él y de la larga historia de los Ulloa), pero manteniéndolo como espacio familiar en el que celebrar fiestas y encuentros.  Vamos, como siempre, pero ahora en un Orazo mejorado y apetecible.

Me dio su tarjeta, pero me la dejé en el bolsillo del pantalón de Orazo. Lo siento. Os lo diré en cuanto vuelva por allí el sábado que viene.  Un abrazo a todos.