domingo, marzo 08, 2009

Volviendo de México

Y de nuevo por el blog. Ha sido una ausencia extraña, también para mí. Pero supongo que esas cosas pasan. Son momentos de un cierto vacío, sin cosas que contar. O con demasiadas cosas por contar y escasa esperanza de que resulten interesantes para nadie. También es una terapia personal que te requiere un periodo de silencio, de ordenar ideas, de no tener que preocuparte por qué decir ni por qué pensar en los demás cuando escribes. En fin, qué más da. La cosa que es no deseo una obligación más, aunque fuera agradable y me gustaría dejar el blog para momentos en que, realmente, me apetezca contar algo.
Como hoy, por ejemplo, recién llegado de México. Aun está mi organismo alborotado (estoy escribiendo esto un domingo a las 7 de la mañana porque ya no soy capaz de dormir) pero tengo una sensación espléndida del viaje. Y eso pese a que ha sido agotador, toda una tournée por 4 estados mexicanos y por 4 instituciones universitarias en tres de las cuales no conocía a nadie. Pero sigo pensando que eso en México es un asunto venial. Son todos tan amables, se desviven tanto por ti que te sientes como si estuvieras en casa.

La parte académica ha sido todo un éxito. Si por ellos y ellas fuera, podría quedarme a trabajar en México o estar viajando cada semana a una institución distinta. Tantas invitaciones te abruman. Todos quieren que vuelva y, además, no así en una visita relámpago sino para una temporadita de forma que pudiéramos entrar más en profundidad en los asuntos. Se han hecho conmigo cientos de fotografías. Andaba por allí Juan Delval y me decía que si cobráramos 3 pesos por cada fotografía regresaríamos ricos. Es cierto que les interesaba la figura no la persona, pero así y todo, resulta agradable porque veías su alegría, su orgullo (lo pondremos en la WEB del Instituto, me decían), su deseo de sentirte cerca (“no doctor, así no, abráceme”). En fin, ingenuo que es uno. Y hombre, al fin y al cabo. De todas formas, espero que luego no hagan vudú con las fotos.
Esta vez, la gran protagonista cultural del viaje ha sido Oaxaca. Una ciudad realmente preciosa. Me recordó mucho a Puebla, pero con un centro histórico mucho mejor conservado. Una delicia para poder pasear por ella, para entretenerte en sus iglesias y Museos, para no dejar de ver cosas en cada esquina. Eso sí, caía la tarde y aquello parecía un desierto, aunque para nosotros daba lo mismo pues estábamos tan cansados que lo único que apetecía era irse a dormir. Y luego la parte arqueológica fue toda una gozada. Un día nos fuimos a Mitla (lugar del descanso para los muertos) y otro a Monte Albán, toda una experiencia en la cultura zapoteca. Aquellos espacios inmensos con sus edificios pétreos, sus pirámides, sus imágenes de figuras humanas y animales, las vistas del valle… Da un poco de susto ser español en aquel contexto (oí a uno de los guías de otro grupo que decía que todo aquello lo habían destruido los españoles). Una maravilla, en todo caso.


Por cierto, que he descubierto que en Oaxaca, en esa fiesta preciosa que llaman la GALAGETZA, utilizan los gigantes como en Tafalla, aunque hay que reconocer que con mucha menos gracia para bailarlos que allí. Eché de menos a Paula para darle ritmo a la cosa. Hasta estuve yo mismo a punto de ofrecerme a bailar a alguno.

Y después, la correría por aeropuertos y universidades. San Luis Potosí para trabajar con la Benemérita y Centenaria Normal del Estado; el Distrito Federal para compartir curso y taller con la Universidad Paramericana a quienes no conocía de nada; y como postre inesperado (eso no estaba previsto y hasta hubieron de cambiar mi billete de regreso) la visita a Puebla para trabajar con la Autónoma de Puebla. Cada una de ellas con gentes distintas, con orientaciones pedagógicas muy diferentes, pero todas encantadas de poder compartir sus preocupaciones y enormemente generosas a la hora de valorar mis aportaciones.
Bueno, pero lo mejor de todo, la gente. Cada viaje que hago a México es como un doctorado en ciudadanía y amistad. Vas conociendo gente que derrocha amabilidad (en cada actividad de que realizas son muchísimos los que se te acercan para preguntarte si deseas alguna cosa: un cafecito, agua, una galleta, lo que sea, pero la cuestión es que están pendientes de ti, te cuidan, sientes el aprecio de una manera casi física). He tenido experiencias bastante similares en otros países iberoamericanos, pero lo de México me tiene anonadado.
Y no es sólo la amabilidad ambiente. Luego están las personas concretas que se hacen cargo de ti y te miman hasta más no poder. José Miguel y Maru como organizadores del evento de Oaxaca, siempre atentos; Minerva y su amistad inquebrantable. Mari Cruz, una persona encantadora que no me conocía (sólo por amigos comunes) y que se desvivió por todos nosotros hasta el punto de estar dispuesta a perder fiestas familiares (cosa que por supuesto no permitimos) por atendernos a nosotros; Dalid en San Luis Potosí dándonos tiempo a recordar viejas nostalgias de su paso por Santiago de Compostela. Maite y la gente de la panamericana, amables hasta la exageración, en el D.F. resolviendo cuantos problemas se fueron presentando. Y Guadalupe en Puebla, insistente primero como corresponde a cualquier organizador que quiere montar un evento en pocos días, y cordial y ayudadora en todo el tiempo, incluidos los momentos de farra en casa de mi hermano Rafael. Todos ellos son una muestra de esa dimensión afectiva que aún se conserva viva en México y que aquí vamos perdiendo.
En fin, una experiencia que llena de satisfacción. No estoy muy seguro de que les haya aportado mucho, aunque sus caras y comentarios desmentían mi insatisfacción. Y hasta hubo quien me susurró “cómo se tiene que sentir orgulloso, profesor, de haber dejado esa profunda huella en todos nosotros”. Gusta oírlo, pero no es fácil creérselo. Estas cosas de las que me han pedido hablar (el trabajo por competencias) es una cuestión de ponerse a trabajar, de dedicarle tiempo. En una charla o en un taller de pocas horas solo puedes iniciar el tema y generar más dudas de las que tenían. De todas formas, me siento contento. Agotado física y mentalmente, pero encantado.

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