sábado, noviembre 22, 2025

FATHER, MOTHER, SISTER, BROTHER


 

Este año no he disfrutado como debiera del ciclo de cineuropa. Son 139 películas que se proyectan en 17 días. Marea un poco ponerse a elegir entre un elenco tan enorme de films. Y corres el riesgo del empacho. Se todas formas es una oportunidad que marca el otoño compostelano y que si te gusta el cine no puedes desatenderla. Lo malo de este año es que ha coincidido con otros compromisos familiares y académicos que nos ha obligado a interrumpirlo varias veces. Y así solo lo hemos podido aprovechar a sorbos.

Además, el cine es muy suyo. Requiere de una atención muy sistemática (película a película) y sin dilaciones, porque como se te acumulen varias sin haberte parado a analizar cada una en su momento, al final se te mezcla todo y tienes problemas para recordar hasta los títulos. O al menos, eso es lo que me pasa a mí. Ahora mismo, soy incapaz de recordar ni las características ni las historias de las 5 películas que hemos visto en este ciclo de cineuropa. Sé los títulos porque conservo las entradas, pero me llevaría mucho tiempo y un gran esfuerzo mental ir contando de qué iba y qué me parecieron cada una de ellas. Así que me quedaré con la última, la de ayer por la tarde: “Father, Mother, Sister, Brother”.

Se trata de una película estadounidense de este mismo año, dirigida por  Jim Jarmusch  a quien ya conocemos por otras magníficas creaciones (French Water, 2021; Paterson, 2019). Jarmusch es también el autor del guión y de la música (una obra absolutamente de autor). Y cuenta con un elenco de autores que sorprende:   Charlotte Rampling, Cate Blanchard, Tom Waits, Adam Driver… El resultado no sorprende: todos ellos llevan su papel a unos niveles que expresan todo el valor de su veteranía. Recibió el León de Oro a la mejor película en el festival de Venecia.

 En realidad, es una obra de actores que bien podría desarrollarse en el teatro.  Importan los gestos de cada uno de ellos. Esos gestos, siempre minimalistas y muy definidos en cada detalle, son la historia del film: como el personaje mira y hacia dónde, cómo se sienta, qué dice (y qué no dice), qué postura adopta. Pura comunicación no verbal con algo de conversación. Y todo muy lento, como si se quisiera dar tiempo a explorar cada detalle. 

La historia está concebida en varios capítulos, que recogen escenas de encuentros familiares. Uno dedicado al padre, otro a la madre y el tercero a los hermanos. Los tres intentando describir situaciones familiares anómalas (al menos, en relación a nuestra cultura familiar). En la primera parte, rodada en Massachusett (preciosos los paisajes nevados y la carretera perdida entre montañas) dos hijos ya mayores van a visitar a su padre viudo con el que apenas tienen contacto. Y esa falta de contacto y empatía se muestra en los silencios y en la conversación escasa y parsimoniosa que son capaces de establecer. Todos disimulan, fingen y se sienten extraños pese a las viejas añoranzas de la relación familiar cuando su madre vivía. La segunda parte, rodada en Irlanda, se centra en la visita que hacen a su madre dos hermanas de talante diverso a la que poco ven. La suya es una madre controladora y formalista para quien los comportamientos son formas de expresión ritual que ha de acomodarse a las normas en las que ella las educó. Tampoco existe complicidad alguna entre ellas y la conversación resulta inane. No tienen de qué hablar y todo semeja forzado. En la tercera parte, rodada en París, hermano y hermana vuelven a la casa ya vacía de sus padres que hace algún tiempo fallecieron. En su caso, los hermanos sí tienen una fuerte vinculación personal y sí echan de menos a los padres, pero porque ya no existen . Al final, como se ve, la imagen que se presenta de las familias es bien pobre y da la impresión de que los padres resultan un incordio tanto mientras viven, como al morir por la cantidad de elementos inútiles de los que hay que desprenderse. 

 Técnicamente, la película me ha parecido perfecta, dentro de su simplicidad. Cada detalle, cada gesto, cada movimiento de los actores (de su mirada, de sus manos, de su postura) se convierte en un mensaje. Son preciosas las imágenes cenitales sobre los paisajes nevados, sobre la mesa con sus tazas de té y la posición de las manos, sobre la postura de los hermanos en las salas vacías.

Decía Watzlawick  (Teoría de la comunicación humana) que “no se puede no comunicar” y esta película podría ser un buen ejemplo de ese principio. No hace falta hablar para expresar lo que uno está sintiendo. El papel de Tom Waits es una master class sobre comunicación no verbal.

En resumen, la película es un gran espectáculo visual. Un ejercicio perfecto de movimiento de actores y configuración de escenarios. En ese aspecto me ha encantado. Resulta más indiferente en lo que se refiere al contenido. Seguro que algunos comentaristas destacaran en ella su valor como reflejo del progresivo deterioro de las familias como célula de convivencia. Yo eso no lo he sentido. Cuesta identificarse con ninguno de los personajes porque queda muy lejos de nuestras experiencias familiares, mucho más cálidas y próximas. La visita a los padres ya mayores es siempre un acontecimiento, tanto para los hijos que los visitan como para los propios padres que los reciben. Y aunque, a veces, la comunicación verbal tampoco sea muy intensa, la relación suele ser cálida y cariñosa.   

 Es, en definitiva, un film lleno de detalles: frases que se repiten (¿pero se puede brindar con te?) para dar un cierto halo de continuidad a las historias. Por cierto, me he quedado sin poder entender el significado de las escenas repetidas en los tres episodios de los jóvenes circulando en skate board. ¿Será la libertad frente al formalismo, la velocidad frente a la parsimonia de la historia que se nos cuenta, la vida libre y despreocupada frente a la clausura y dependencia mutua de la familia? A saber…                                                                                                         

 

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