La película de la noche en TV (Todos los días de mi vida) iba entretenida. Como casi siempre ya la habíamos visto antes, no sé si en el cine o en algunos de los pases por televisión. Lo recordaba bien porque también en aquella ocasión me había llamado mucho la atención la frase del protagonista Leo (Channing Tatum): “Tengo una teoría… “. Y su teoría era que la vida no está predeterminada ni nada de eso; la vida está hecha de momentos significativos, muchos de ellos imprevisibles. Y cada uno de esos momentos supone el inicio de una nueva etapa que te lleva a ser de otra manera. Supongo que quería decir que la vida no es un contiuum que se va desplegando con el paso de los años; no es algo que se pueda prever. Irán sucediendo cosas (“momentos”) que ni nos imaginamos y esas cosas nos irán llevando a formas de ser diferentes. Y así, me imaginé yo, nuestra existencia más que definida por etapas sucesivas y coherentes (la edad) estaría formada por capas diferentes y sin una lógica de sucesión previsible. Como las capas de la tierra están formadas por sucesivos sedimentos, distintos entre sí en función de eventos geológicos imprevisibles (un terremoto, un incendio, un cambio brusco de las condiciones).
Me gustó la analogía de los momentos para hacer paleontología de nuestra vida. Si miramos nuestra vida está claro que podemos reconocer diferentes “momentos significativos”. Si fueron muchos o pocos, positivos o negativos, más impactantes o menos, dependerá de las particulares circunstancias de cada quien. Pero está claro que esos “momentos” produjeron un giro significativo en nuestra existencia hasta generar esa estructura de capas que somos ahora. En su caso, el momento significativo que recoge la película es un accidente de coche que cierra su etapa anterior y abre una nueva capa en su estructura vital.
Yo comencé a mirarme a mí mismo, a analizar mi propia arquitectura de capas y enseguida reconocí esos “momentos significativos” de apertura de nuevas capas. Es curioso cómo te ayuda a entender el tono y textura diferente de cada capa. Ves periodos de tu vida que siguen una trayectoria continua y tranquila y, de pronto, llega ese momento y es como perder el suelo y sentir que con ese “momento sobrevenido” algo se ha roto y comienzas otra vida.
Algunos de esos momentos vienen de fábrica y son previsibles: salida de la casa de los padres, primer trabajo, noviazgo y casamiento, hijos, fallecimiento de familiares, etc. Algunos te afectan más y suponen un cambio de etapa vital más brusco e impactante, otros, quizás, lo son menos porque forman parte de lo esperado. Y hay ciertos momentos que, por inesperados, resultan más impactantes: una persona, un accidente, una enfermedad, un episodio (personal, social o laboral). Y eso te cambia la vida.
Te la cambia, o eso me parece, porque cambia tu expectativa de futuro: ya no ves el futuro como en la etapa anterior, para bien o para mal tu posición en el juego de la vida ha cambiado, estás jugando con otras cartas. Inicias otra etapa y lo haces con otras expectativas. Es decir, has cambiado. Y la nueva capa de tu existencia ya tiene otro color, otra textura, otro ánimo.
Lo gracioso es que cargados ya de años puedes hacer balance de tu estructura geovital. De hecho es el entretenimiento habitual que tenemos los mayores: recordar las etapas de nuestra vida, los personajes que fuimos, las personas que modificaron nuestra trayectoria, los momentos significativos que nos impactaron. Es obvio que no seríamos los mismos si esos momentos no hubieran existido, pero ahí están y nos han hecho ser lo que ahora somos.
Claro que eso de volver al pasado, de intentar reconocerte a ti mismo en esa estructura de capas superpuestas tiene mucho de regodeo nostálgico. Pero también puede tener su aquel de proceso terapéutico. Porque sí que sirve para entenderte mejor, para reconciliarte con el ser que fuiste (al final, los recuerdos tienden a ser selectivos y acabamos recordando más y mejor los buenos que los malos), para perdonarte algunos pasos en falso.
En fin, la película tuvo críticas bastante malas, pero es que ni una sola de esas críticas hizo la menor mención a esta idea de los “momentos significativos”. Ellos se lo perdieron.
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