Y al final llegó la oportunidad de encontrar el momento oportuno para encontrar esas 4 horas que exige la película. Nos habían insistido mucho en que la viéramos en pantalla grande, pero no pudo ser y nos tuvimos que contentar con los minicines, aunque, afortunadamente, la sala en que la proyectaban no era de las pequeñas y la vimos bien. Quizás sin esa plusvalía que significa el sonido envolvente.
Y ahora, ya vista, lo primero que tengo que reconocer es que yo iba confundido. Tanto el título original The Brutalist, como las traducciones populares, El brutalista (en lugar del el brutalismo), me había hecho a la idea de que sería una película sazonada de violencia (una especie de nuevo Diango desencadenado). Es lo que tienen las palabras false friends, que te confunden. Y pues resulta que no, que brutalist no tiene nada que ver con brutalidad, que se trata de un estilo arquitectónico que se caracteriza por una combinación enormes construcciones, minimalistas en las formas y en los materiales empleados (brut viene del francés y se refiere al hormigón) que se muestran tal como son. Se trata de resaltar la estética de lo simple. En fin, así se entiende mejor la película.
The Brutalist es una película estadounidense dirigida por Brady Corbet, un joven director de 37 años. Él es, también, autor del guión junto a Mona Fastvold que también juega a esa doble rol de guionista y directora (Dobles parejas; The Crowded Room). El protagonista principal es Adrien Brody, un actor con una amplísima y premiada carrera como actor y con intervenciones espectaculares como en “El Pianista”. Su rostro (y su nariz) son muy reconocibles. Sobre él, que encarna al arquitecto László Toth, recae el peso de la mayor parte de la historia. Y le acompañan Felicity Jones, como su esposa, y Guy Pearce como el millonario que desea financiar la obra. Ellos y todo un grupo de actores que lo hacen muy bien.
La música es de Daniel Blumberg y desempeña un papel importante en el film tratando de crear momentos de agobio con sonidos fuertes, otros de relax y tranquilidad con sonidos más suaves y armónicos. Y hay escenas de juerga y baile muy sugerentes. En definitiva, la música consigue crear un entorno analógico que va modulando el recorrido emocional de la historia que la película nos va contando y logra meterte en ella tanto o más que el propio diálogo (al que la música ahoga en ocasiones, al menos en la versión doblada en español). Ha sido nominada a la mejor banda sonora en los Oscar.
La fotografía corre a cargo de Lol Crawley y es otro de los méritos de la película con un juego interesante de planos medios muy expresivos (la visión en plano nadir de la estatua de la libertad es fantástica), imágenes bien logradas de las entretelas de los edificios (siendo una película sobre arquitectura era necesario) y un contraste atractivo entre ambientes cerrados (jugando entre el lujo y la miseria) y paisajes abiertos preciosos. También nominada a la mejor fotografía en los Oscar.
La historia, pese a tener que cambiar el chip de mis expectativas como comentaba al inicio, me ha parecido muy sugerente y, sobre todo, muy global (como buscando desde el inicio construir una obra clásica de esas que integran todos los componentes de la historia humana). Y eso es lo que Corbet nos muestra, una mezcla de muchas situaciones, como un caleidoscopio (una de esas fotografías de 360º que te permiten hacer ahora los móviles.) En el tiempo que dura el film hemos pasado por huidas, desgracias, fortunas, mendicidad y lujo, trato cordial y abuso, honra y deshonra, comidas de gala y sexo, bailes y gritos, naturaleza y arquitectura, amor y odio, admiración y desprecio, personas sanas y otras enfermas, diálogos inteligentes y otros corrosivos, judaísmo y cristianismo. Y puede que no le falta, incluso, su propia dosis de posicionamiento ideológico con algunas afirmaciones controvertidas: “no hay personas menos libres que aquellas que creen que son libres”, o aquella otra tan sionista de “lo que importa es el destino, no el viaje”. La estructura del film subdividida en capítulos, y su duración inusitada la he visto como un intento de hacer sentir al espectador “perdona, te voy a retener un tiempo largo, pero es que quiero que sientas todo lo que una vida humana tiene consigo”. Probablemente es esa mezcla constante de situaciones opuestas, esa especie de montaña rusa, la que te mantiene en tensión porque nunca sabes qué va a pasar a continuación. Y el tiempo se pasa rápido.
Me ha parecido muy original tanto la presentación inicial de la película y la forma de ir presentando el reparto, como esos flaxes documentales intermedios dando noticias sobre László Toth y sus obras (arquitecto que no existió en la realidad, pero cuya figura quería rememorar a Marcel Breuer, que sí existió, era húngaro, emigró a EEUU y fue uno de los grandes arquitectos del brutalist americano, por ej. la Abadía de S. Juan de Minessota, un enorme edificio regido por los benedictinos y que tiene similitudes con lo que se le pidió a Toth en la película). Permitían reforzar la credibilidad de lo que Corbet nos va contando.
En fin, una obra cinematográfica notable dirigida por un director joven que quiere demostrar que es capaz de lograr un gran producto. Tiene la osadía de la juventud y, a la vez, su capacidad para experimentar nuevos formatos y lenguajes originales. Está visto que ha generado filias y fobias como toda obra nueva y con pretensiones. A mí me ha gustado. Bastante.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario