De panzazo (expresión mexicana que viene a significar, “por los pelos”) es
un reciente documental (al estilo de los documentales de Michel Moore en
Bowling for Colombine). Está dirigida por Juan Carlos Rulfo y codirigida por
Carlos Loret de Mola (periodista de Televisa). Se plantea los problemas de la
educación mexicana a través de entrevistas a políticos, profesores, directores
de escuelas y padres, grabaciones en escuelas, opiniones de expertos, etc.
He visto la película con mucha expectativa pues ayer salió el tema mientras
tomábamos un vino de bienvenida. Los comentarios de las personas allí presentes
(todos ellos expertos en educación) fueron bastante similares. No negaban lo que el
documental contaba, pero restaban legitimidad a sus directores para intentar
dar aval moral a sus denuncias. El hecho de que uno de ellos sea periodista de
Televisa les parecía impresentable por el papel jugado por esa cadena de TV en la degradación cultural del país.. Los comentarios que, posteriormente, he
leído en la prensa redundaban en descalificaciones parecidas.
Obviamente, yo no estoy en condiciones de dar o negar legitimidad a
directores y guionistas, pero tengo que decir que lo que he visto me ha
impactado y me ha hecho reflexionar mucho sobre algunas cosas. Tengo que
comenzar diciendo que algo similar se podría hacer sobre el Sistema Educativo
español. Las imágenes no serían probablemente tan demoledoras pero sería muy
interesante hacer una reflexión similar sobre lo que nos está pasando.
Desde luego, el carácter pedagógico y moralizante del film es claro. Pero
lo hace basándose en datos. Datos públicos, por otra parte. Hace un par de
días, en un Congreso en Querétaro, un sociólogo de la UNAM presentaba una
ponencia sobre la situación de la Educación Superior en México en la que se
recogían datos casi idénticos. No se trata, por tanto, de una tergiversación
interesada por parte del periodista: muchos niños y niñas mejicanas abandonan
el sistema educativo al acabar la Primaria, muchos más lo hacen antes de
concluir la secundaria y el bachillerato, sólo el 29% accede a la universidad y
sólo el 2% posee un posgrado. Esos datos sitúan a México en un lugar que en
modo alguno se compadece con su riqueza y desarrollo en otros ámbitos del progreso
económico y social. Lo curioso es que México es el país de la OCDE (si son
correctos los datos que maneja el film) que más invierte en educación (el 21%
del PIB). Lo perverso de la situación es que el 91% de ese dinero va a salarios
y sólo el 9% a todo el resto de necesidades, incluidas las infraestructuras. Un
desequilibrio terrible. Y de esa cantidad terrible en salarios una parte
sustantiva se queda en el sindicato único que cuenta con 21.000 funcionarios liberados.
La verdad, tanto la existencia de un sindicato único, como su poder y el manejo
que hace de él resulta inconcebible para alguien que viene de otro
contexto.
No sé si será una exageración o es que han escogido imágenes de situaciones
especialmente precarias, pero ver a los chiquillos sentados en sillas de pala,
escribiendo malamente en sus cuadernos produce un pesar casi físico. Las carencias
en lo material son realmente llamativas: centros de telesecundaria sin
televisión (ni electricidad), cristales rotos, sillas desvencijadas. O eso es
una deformación intencionada o debe convertirse en una denuncia social a favor de
una escuela más digna.
Bueno, no quiero darle muchas vueltas a esto. Quisiera destacar tan sólo
algunos de los aspectos que más me han llamado la atención:
-Es un documental hecho por personas que supuestamente aman a la educación,
la ponen en valor (a veces de una manera excesivamente economicista) y desean
lo mejor para ella. Pero no saben de educación. Por eso todo se queda en
reacciones emocionales, no hay propuestas, no saben dónde están los problemas.
Mariposean como curiosos sobre la realidad de colegios y clases pero sin tener
claro qué es lo que deben situar en el foco. Pensar que el gran problema de la
educación mexicana es no saber cuántos maestros tiene el sistema es desenfocar
la cuestión (seguro que tampoco saben cuántos soldados tienen, ni cuantos
funcionarios, ni cuantos policías, ni cuántos médicos).
-Por eso mismo, cuando hablan de “calidad de la educación”, de “buenos
maestros”, no saben qué decir. Se convierte en un simple desiderátum.
-Pese a la denuncia que se teje como moraleja, el documental no deja de ser
políticamente correcto. Hay cosas que resultan muy llamativas en el film pero
que no se incluyen en la denuncia. O quizás se incluyen para eso, para que su
propia redundancia se convierta en golpe directo a la inteligencia del
espectador. En muchas escenas, los chicos y chicas de secundaria desfilan con
pasos militares, tocan música militar y lanzan gritos típicos de la milicia. Sé
que muchos países latinoamericanos lo hacen como propuesta de reforzamiento del
sentimiento patrio. Pero para quienes hemos superado esa fase, nos choca
infinito. El film no dice nada al respecto. O quizás lo dice sin decirlo, no
sé.
-Lo del sindicato de profesores en México no tiene nombre. Tienen una
presidenta vitalicia (de veras) que se jacta de que ella puede poner o quitar
presidentes de la República. Y de hecho, parece que así ha sido hasta ahora. En
este momento ha echado un órdago político creando su propio partido. No sé qué
pasará. Lo gracioso es que todo el mundo la pone a parir, pero ahí está ella,
una prima dona de la política. Y el
poder del sindicato llega a tal punto que son ellos los que ponen y quitan
profesores, los que les cobran por tener una plaza (entre 50.000 y 70.000 pesos
dice ella en la película, entre tres mil y cuatro mil euros), los que deciden
sobre méritos y traslados, sobre salarios, etc. Aluden a ello en el film, pero
yo ya lo sabía de primera mano porque me lo habían comentado profesores
concretos: los meritos se establecen en función de los puntos que cada uno
tiene. Y los puntos se obtienen no por los méritos que hayas adquirido dando
clases sino por las huelgas a las que hayas ido, por las manifestaciones, por
las ocupaciones (si aguantas la noche, los puntos son más). Una de las
profesoras que me lo contaba, había solicitado ya por dos veces el traslado que
le correspondía por el tiempo pero se lo negaron por falta de puntos. Ya se
estaba planteando, pese a que tiene un hijo pequeño, que tendría que apuntarse
a algún plantón, como lo llaman ellos, en el zócalo (la plaza mayor, junto a la
catedral) porque son los que más puntos dan.
Supongo que lo hacen de buena fe, pero la verdad, visto desde fuera,
chirría.