viernes, mayo 15, 2020

TORCENDO PELO CID




Brasil es un país de contrastes, donde lo mejor y lo peor conviven desapaciblemente. Uno nunca deja de asombrarse tanto por lo uno como por lo otro. Quizás en eso resida una parte de su magnetismo: esa mezcla de atracción y temor que te seduce y te asusta a la vez. Brasil no se conoce, Brasil se vive. Tiene algo que se inocula en tus venas y te hace diferente. Es como una comida llena de especias que acaban transformando el sabor de lo que comes. Y eso sucede con cada cosa que ves, con cada experiencia que tienes, con cada persona que conoces, que siempre llegan llenos de matices y orlados de afectos, con lo cual deja de ser un episodio rutinario y neutro para convertirse en un momento lleno de emociones, que te toca por dentro.
Necesitaba decir todo lo anterior para que se entendiera lo que a continuación diré sobre el CID (Centro Integrado de Desenvolvimento), un colegio inclusivo de Porto Alegre que estos días cumple su 30 aniversario. Bajo la batuta inteligente de sus fundadoras, Cheila Schroer y Lia Chemello, han recorrido estos 30 años reforzando sus ideas fundacionales y creando una comunidad educativa cada vez más experimentada y unida. Es fácil entender que no ha sido un camino fácil:  resulta muy complicado alterar la cultura educativa de la sociedad y convencerles del valor de la diversidad y de la importancia de que todos los niños puedan compartir una escuela que los acepte y respete al margen de sus características individuales. Lograrlo es una meta para toda una vida, pero ellas y todo el equipo del CID han estado ahí, todo este tiempo, intentándolo.  Y hasta donde yo sé, cada vez van sintiendo que el clima social va avanzando en esa dirección. Es uno de sus principales milagros en el grupo social de su entorno. La gente ya sabe qué es el CID y qué es lo que le diferencia de otras escuelas. A unos les gusta, a otros no tanto, pero ellas van sembrando esa semilla prometedora de la educación para todos.
Hace ya muchos años que supe del CID. Fue en un Congreso de la Futuro Eventos en Manaos, donde coincidí con Lía, ella como experta en Psicomotricidad y yo como pedagogo extranjero. Ella contó su experiencia en el CID, entonces iniciando su andadura. Lo que dijo tenía mucho que ver con lo que yo pensaba y decía en mis conferencias. Eso y el hecho de que fuera en Porto Alegre, ciudad muy querida para mí porque allí teníamos cursos de doctorado desde hacía algunos años, hizo que sintonizáramos y que allí se pusiera la primera piedra de una sincera amistad que ha durado desde entonces. Y así, me hicieron el honor de adoptarme como amigo del CID y colaborador comprometido con su proyecto educativo. Hemos alimentado un aprecio mutuo que se ha mantenido a través de los años y cada vez que paso por Porto Alegre, visitar el CID y abrazar a sus gentes (profes y niños) se convierte en un momento imprescindible.

Ellas dicen que han aprendido mucho conmigo, pero es una verdad a medias. Quien ha aprendido mucho en estos años he sido yo a través de ellas. Durante los últimos años, uno de los temas de trabajo que he abordado más intensamente ha sido el de las “buenas prácticas” educativas. El CID es, desde luego, una buena práctica. Lo es tanto como institución (por su organización, por su proyecto educativo, por su dinámica, por el clima afectivo que han logrado en sus relaciones, por los contactos que mantienen con su entorno), como por las actividades concretas que desarrollan sus docentes (las actividades de clase, la relación con cada niño/a, el compromiso de cada docente). En su ideario figura el compromiso de hacer del CID una escuela que “enseña a pensar, a comunicarse, a convivir, a crear, a respetar el medio ambiente y poner su granito de arena en pro de la sustentabilidad”. Es un proyecto educativo ilusionante. Y a ello se entregan en cuerpo y alma (lo que en este caso no es una exageración), tanto sus dirigentes como, sobre todo, la comunidad educativa en su conjunto. A mí me emociona verlos trabajar, por la sintonía que se nota entre todos. Ya sé que mi mirada, la de un admirador, puede no ser objetiva; y sé, también, que cuando yo estoy allí es como tener una visita curiosa en casa y la gente se comporta de forma especial. Pero, con todo eso in mente, el CID sigue siendo, para mí, un modelo de escuela inclusiva.
Durante los últimos años, me ha tocado trabajar mucho sobre cuestiones de calidad en la educación. Y he insistido mucho en la importancia de diferenciar entre escuelas ricas y escuelas enriquecedoras. Para muchos padres, la calidad del colegio al que desearían enviar a sus hijos está muy apegado a la riqueza de los centros: el edificio, la imagen social, los recursos, los espacios. Son elementos importantes, desde luego, pero no sustanciales para lograr una educación de calidad. Lo mismo que sucede con las familias, que hay familias ricas y familias enriquecedoras, pero ambas cosas no siempre coinciden. Algunas familias pobres son mucho más enriquecedoras para sus hijos que otras más ricas. Lo importante es que las escuelas sean enriquecedoras, es decir, que los niños y niñas a los que atienden vayan creciendo con experiencias educativas ricas que los hagan mejores como estudiantes y como personas. El CID no es un centro que derroche riqueza, no es eso lo que atrae de él, pero es un centro enriquecedor. El propio hecho de la inclusión se convierte en un recurso educativo de enorme valor. Y, también lo es, el clima de afecto y atención entre los adultos y de estos con los niños y niñas. Han hecho de la amabilidad su bandera y eso se les da muy bien. Te contagian cuando estás con ellos.
Volviendo al principio de esta entrada, así es Brasil. Un territorio de contrastes. He tenido la oportunidad de ir a visitar las que me aseguraban eran las mejores escuelas brasileñas. Una de ellas en Sao Paulo. No sé si era la mejor escuela (yo no creo en eso: no existe la mejor escuela como no existe el mejor profesor, ni el mejor esposo, ni el mejor profesional; bastante tenemos con ser buenos e ir mejorando en lo que podamos), pero, desde luego, era la más cara (los niños acudían a ellas en coches blindados, cada uno con su guardaespaldas que los esperaban hasta que concluían su jornada lectiva para devolverlos a sus casas sin peligro; con enormes recursos materiales). Pero, aun admirando a sus profesores por tener que actuar en ese ambiente de presión, no creo que en esas condiciones pudieran hacer una educación excelente. Como ya dije, el CID está ubicado en un buen barrio de Porto Alegre (Bom Fim) pero no es especialmente llamativo por su riqueza externa. Sí lo es, en cambio, por su proyecto educativo. Por lo que ofrecen a los niños y niñas y sus familias, por la forma en que tratan a unos y otras, por el mensaje que transmiten a todo el barrio.
Queridas Lia y Cheila, me siento feliz con vosotras en este aniversario del CID. Hemos compartido, desde hace muchos años, tanto los afectos personales como la filosofía educativa que está alimentando vuestro proyecto. Siempre he creído que en educación no basta con querer a los niños, ni tampoco es suficiente con dominar las técnicas de la instrucción. Ambas cosas son necesarias y hay que saber integrarlas por eso me gusta mucho la I de vuestro nombre (Centro Integrado). Hay que querer a los niños y niñas, pero también hay que saber tratarlos, saber atenderlos, ser capaces de generar un espacio acogedor y estimulante que permita crecer y aprender de forma autónoma y creativa. Y esa debe ser la D de vuestro nombre, la D de Desarrollo, de Deseo, de Dedicación, de Diálogo. Y qué decir de la importancia de Compartir, de Comunicarse, de vivir en Común: esa debe ser la C de vuestro nombre. Al final, el CID es una institución Comprometida con un proyecto educativo Ilusionante que asume como un Desafío coral al que todos, profesoras y alumnos, entregan sus mejores esfuerzos.
Muchas gracias, amigas, por estos 30 años de educación de calidad. La ciudad de Porto Alegre os debe un reconocimiento al trabajo bien hecho. Las familias os lo vienen dando desde siempre con sus comentarios y su fidelidad y apoyo. Los niños os lo dicen cada día con su presencia y abrazos. Dentro de poco, los que en su día fueron niños y ahora son adultos comenzarán a aparecer por vuestras aulas como padres y madres que os confían sus hijos o como profesores deseosos de continuar vuestro proyecto. Por mi parte solo puedo decir que me enamoré del CID desde que os conocí y que me siento feliz de haber continuado a vuestro lado todos estos años. Y los que vendrán.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Pensa numa pessoa feliz, sou eu lendo o mestre, a inspiração. Obrigada professor. Honradíssima.

Rosi Sadetski dijo...

Olá!!

Concordo plenamente com absolutamente tudo que escrevestes e adorei este teu dito em especial

"Elas fizeram da bondade sua bandeira e são muito boas nisso. Elas contagiam você quando você está com elas."

Sou avó de ex-aluno e sou muito grata ao CID e em especial a Cheila e Lia por todo o cuidado, carinho, acolhimento, criatividade e competência entre outras tantas qualidades...

Sou CID ontem, hoje e sempre!!