lunes, mayo 18, 2020

SÁNDOR MÁRAI: EL ÚLTIMO ENCUENTRO




Sándor Márai fue un escritor húngaro nacido en 1900 y fallecido (se suicidó de un disparo en la cabeza) en 1989. La novela la escribió en 1942, aunque la edición en español se demoró hasta 1999. Ha sido una novela de culto durante estos años, lo que ha significado que muchos clubes de lectura la hayan programado entre los libros a discutir. Con todo, no siempre ha merecido elogios por parte de la crítica literaria (Guelbenzu se extrañaba de su éxito en España: https://www.revistadelibros.com/articulos/el-ultimo-encuentro-de-sandor-marai). Y con esa misma sensación agridulce me he quedado yo. Me ha costado bastante llegar al final porque sentía que el autor alargaba indefinidamente el monólogo del protagonista sin que el desarrollo de la historia avanzara. Era como cuando estás con alguien y no sabes cómo concluir la conversación porque el otro se enrolla y enrolla y te ves incapaz de decirle basta.
La historia, en verdad, no da mucho de sí. Dos ancianos que fueron amigos íntimos en su juventud y que compartieron formación militar acaban, sin embargo, separándose de manera brusca y siguiendo caminos muy divergentes. Llegados al final de sus vidas, vuelven a reunirse en el castillo de uno de ellos, el protagonista (de quien no se llega a conocer su nombre, sólo que es general), que fue quien continuó su carrera militar y llegó a general. Este recibe a su examigo en su palacete en lo que se supone que iba a ser un “ponerse al día” en torno a lo que fueron sus vidas desde la separación, pero que, en lugar de eso, se convierte en una especie de ajuste de cuentas en torno a las heridas abiertas en aquel periodo lejano en que vivieron juntos. En realidad, ni siquiera llegan a eso porque la novela se reduce al monólogo-chorreo que el ahora general le echa a su antiguo amigo haciendo como que le exige respuesta a dos preguntas que han estado comiéndole el alma desde aquel día infausto en el que el ahora visitante desapareció de su vida: si realmente le quiso matar cuando le apuntó con su arma en una cacería y si estaba enamorado de su mujer (la del general) y ambos le engañaban. En realidad, tampoco es que saber la respuesta le preocupe en exceso. El general ya conoce la respuesta. Lo que necesita en ese momento de su vida es poder explicitar ante quien en su día fue su amigo todas las elucubraciones que han martirizado su alma a lo largo de todos esos años.  Y ése es el monólogo, un caudal interminable de comentarios, quejas, reflexiones, pensamientos, ideas, reproches, sentencias sobre la vida, sobre su relación, sobre sus amores, sobre todo y todos. Y es ahí, en ese fluir de cosas, que se parece mucho a lo que nos sucede cuando nos encontramos en esa duermevela somnolienta en la que tu mente pasa de una cosa a otra sin solución de continuidad, donde está el auténtico contenido de la novela. Te cansa por su hipermetría (todo se hace largo y complejo) pero, a la vez, encuentras que va tocando temas de interés con aportaciones que te hacen pensar.
En realidad, se podría decir sin traicionar al autor, se trata de una novela sobre la amistad. La amistad entre hombres, la amistad como el valor supremo y mayor que cualquier otro. La amistad como componente básico de la condición humana y vulnerable, por tanto, a todas sus imperfecciones: las diferencias, los secretos, la soledad, el erotismo, la fidelidad, el engaño. Sobre todo eso va reflexionando el protagonista en su interminable monólogo. Y diciendo cosas sustanciosas. He aquí algunas (los textos de Màrai en cursiva).
¿Qué es la amistad?  Sobre el eje de esta pregunta se desarrolla buena parte de la historia que nos cuenta Màrai. Son interesantes sus consideraciones al respecto. La amistad se convierte en un valor supremo capaz de dar sentido a nuestro paso por la vida. Porque la amistad no son esos “pactos de amistad” llenos de ritos que los niños o jóvenes acostumbran hacer en sus momentos líricos entregándose al otro en exclusiva. “Para mi padre, dice el protagonista, la palabra amistad era sinónimo de honor. Para mí es aún más que eso.” (p.99) “Es la relación más noble que puede existir entre los seres humanos” (p.100) “A veces pienso que la amistad es la relación más intensa de la vida… y que, por eso, se presenta en pocas ocasiones” (p. 100).  La amistad es un servicio. Al igual que el enamorado, el amigo no espera ninguna recompensa por sus sentimientos. No espera ningún galardón, no idealiza a la persona que ha escogido como amiga, ya que conoce sus defectos y la acepta así, con todas las consecuencias” (p.101). “Porque la amistad no es un estado de ánimo ideal. La amistad es una ley humana muy severa. En la antigüedad era la ley más importante, y en ella se basaba todo el sistema jurídico de las grandes civilizaciones. Más allá de las pasiones, de los egoísmos, esta ley, la ley de la amistad, prevalecía en el corazón de los hombres. Era más poderosa que la pasión que une a hombres y a mujeres con fuerza desesperada; la amistad no podía conducir al desengaño, porque en la amistad no se desea nada del otro” (p. 127-8)
La amistad de la que habla Màrai es una amistad entre hombres. Y ésa es una amistad muy especial. “El sentido profundo de la amistad entre hombres es justamente el altruismo: que no queremos un sacrificio del otro, que no queremos su ternura, que no queremos nada en absoluto, solamente mantener el acuerdo de una alianza sin palabras” (p. 125) Y así era la amistad entre los dos protagonistas: “Su amistad era seria y callada como un sentimiento destinado a durar toda la vida.  Con componentes de pudor y culpa, como todos los sentimientos grandiosos” (p.38)
Y si la amistad es tan importante, tan central en la biografía de las personas, conviene mucho no confundirla con otras formas de relación. La amistad no es simpatía. Simpatía es una palabra hueca y poco consistente, dice el general: “Insuficiente para mantener unidas a dos personas incluso en situaciones adversas, ayudándose y apoyándose de por vida” (p.100). Las relaciones que se basan en la simpatía acaban “ahogándose en los cenagales de la egolatría y la vanidad” (p.101). La amistad tampoco es erotismo, aunque en toda relación humana hay siempre un fondo de erotismo. “Al erotismo de la amistad no le hace falta el cuerpo… no le es atractivo, resulta incluso inútil. Sin embargo, no deja de ser erotismo, “porque en el fondo de todo amor, de todo cariño,de toda relación humana late el erotismo” (p. 100). La amistad tampoco es un estado momentáneo por placentero que pueda resultar. La amistad “no es ese placer momentáneo que sienten dos personas que se encuentran por casualidad, ni la alegría que les embarga porque en un momento dado de su vida comparten las mismas ideas acerca de ciertas cuestiones o porque comparten sus gustos o aficiones. Eso todavía no es amistad” (p. 100) La amistad no es compañerismo y camaradería, aunque a veces adquiere el aspecto de la amistad: “Los intereses en común pueden producir situaciones humanas que se parecen a la amistad (p. 101) N se trata de resolver el problema de la soledad: “También la soledad hace que las personas se refugien en relaciones más íntimas: al final se arrepienten, aunque al principio crean que esa intimidad es ya una forma de amistad. Claro, todo esto no tiene nada que ver con la amistad” (p. 101)
Y en torno a ese eje central de la amistad, Màrai va desgranando otras temáticas, siempre vinculadas a la amistad, que en este caso se refiere a la relación entre los dos protagonistas. Una relación marcada por un ciclo dramático que pasó de la intensidad juvenil al desapego adulto hasta llegar al reencuentro en la vejez. En esa tumultuosa relación, algunas temáticas van siendo desgranadas:
Los recuerdos: Las experiencias vividas no se olvidan. Esto lo dice el invitado: “lo que es importante en la vida no lo olvidas nunca…Todo lo secundario desaparece, lo tiras por la borda como los malos sueños… Después de 10 o 20 años te das cuenta de que algunos acontecimientos, por importantes que te parecieran, no te han cambiado nada. Pero un día, sin embargo, te acuerdas de una cacería, del detalle de un libro o de esta sala… Te acuerdas hasta de los menores detalles… Los detalles son importantes porque dejan todo bien atado, aglutinan la materia prima de los recuerdos…” (p. 88)
Los secretos. “Los secretos tienen una fuerza peculiar. Queman los tejidos de la vida como unos rayos maléficos, pero también confieren una tensión, cierto calor a la vida.  Te obligan a seguir viviendo…Mientras uno tenga algo que hacer en esta vida, se mantiene con vida” (p. 95).
La soledad. Es un estado muy peculiar… a veces se presenta como una selva llena de peligros y sorpresas. Conozco todas sus variantes. El aburrimiento que en vano intentas hacer desaparecer con la ayuda de un orden de vida organizado de manera artificial. Las crisis repetidas e inesperadas… (p. 95-96).
El valor de las palabras. El general en su chorreo le había acusado de haber huido pidiendo disculpas si la esa palabra le resultaba ofensiva, a lo que el invitado le decía que “las palabras no tienen importancia”: “¿Qué las palabras no tienen importancia?... A veces creo que muchas cosas, que todo depende de las palabras, de las palabras que uno dice a su debido tiempo, o de las que calla o de las que escribe…” (p. 107). Pero, aun siendo importantes las palabras, es más importante la vida como respuesta a las grandes cuestiones. “Uno siempre responde con su vida entera a las preguntas más importantes. No importa lo que diga, no importa con qué palabras y con qué argumentos trate de defenderse. Al final, al final de todo, uno responde a todas las preguntas con los hechos de su vida: a las preguntas que el mundo le ha hecho una y otra vez. Las preguntas son estas: ¿Quién eres?...¿Qué has querido de verdad?...¿Qué has sabido de verdad?... ¿A qué has sido fiel o infiel?... ¿Con qué y con quién te has comportado con valentía o con cobardía? Estas son las preguntas. Uno responde como puede, diciéndola verdad o mintiendo: eso no importa. Lo que sí importa es que uno, al final responde con su vida entera” (p. 109).
La fidelidad y el engaño. “¿Qué significa la fidelidad, qué esperamos de la persona a quien amamos? Yo ya soy viejo y he reflexionado mucho sobre esto. ¿Exigir fidelidad no sería acaso un grado extremo de la egolatría, del egoísmo y de la vanidad, como la mayoría de las cosas y de los deseos de los seres humanos? Cuando exigimos a alguien fidelidad, ¿es acaso nuestro propósito que la otra persona sea feliz? Y si la otra persona no es feliz en la sutil esclavitud de la fidelidad, ¿amamos a la persona a quien se la exigimos? Y si no amamos a esa persona ni la hacemos feliz, ¿tenemos derecho a exigirle fidelidad y sacrificio?” (p. 168). El engaño. “¡Engaño! ¡Qué palabra! Hay palabras así, palabras determinadas, con las que definimos ciertas situaciones de una manera desalmada, mecánica. Sin embargo, cuando todo ha acabado ya, como ahora, pues para nosotros todo ha acabado ya, no podemos llegar muy lejos con palabras así. Engaño, infidelidad, traición: son simples palabras, sólo son palabras…” (p. 172).
En resumen, El último encuentro, no es una novela divertida de esas que, una vez te metes en la historia, no puedes abandonar. Al contrario, cuesta seguir porque se trata de un argumento muy circular como lo son todos los soliloquios, una noria discursiva rodando eternamente en torno al mismo eje. Con todo, nada de eso resta interés a las reflexiones que el protagonista hace. A través del protagonista de la historia, el autor va presentando múltiples cuestiones vinculadas a las relaciones humanas. Suficiente para atraer la atención de los lectores, al menos la mía y, a lo que se ve, la de otros muchos lectores.  A ese mérito, yo he de añadir uno más que, probablemente, pasa desapercibido en el conjunto de la historia: el diario personal que Krisztina escribe para que su esposo pueda estar siempre enterado de sus sentimientos: una especie de confesión permanente de sus ideas y pensamientos. Ella había prometido que escribiría en el diario todo lo que le costara expresar en voz alta. No sé si eso beneficiaría su relación (por el desarrollo de la historia se ve que no) pero, desde luego, para ella seguro que fue una especie de salvavidas. Como si escribiera un blog.

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