Si hay algo que en estos aciagos
días se ha destacado con emoción, ese algo se refiere al valor social y al
mérito profesional del cuidar a los demás. Porque hemos sentido ese valor de
forma muy profunda y personal hemos salido cada tarde a aplaudir a los
sanitarios, nos hemos emocionado cantando el Resistiré y el Faciamo finta
che, y hemos pensado con agradecimiento en todos los profesionales que han
puesto su responsabilidad y compromiso por los demás por encima de su propia
seguridad. Ha sido uno de los hermosos aprendizajes de este fatídico episodio
vital de la pandemia: cuidar a los demás es un valor humano que nos hace sacar a
la luz lo mejor de nosotros mismos. Y
hemos demostrado que, pese a las debilidades habituales en todo colectivo, en
general somos buena gente.
Bueno, pues en ese contexto,
Netflix nos proponía ayer una película muy conveniente, mezcla de comedia y
drama, The fundamentals of caring (Los
principios del cuidado). Es un film norteamericano del año 2016, dirigido por
Rob Burnett y protagonizado por Paul Rudd y Craig Roberts. El primero hace de cuidador
y el segundo de un adolescente tardío afectado de distrofia funcional que lo
tiene condenado a una silla de ruedas y a una dependencia total de sus
cuidadores. En fin, todos los ingredientes para que el resultado final fuera o un
documental dramático sobre las dificultades sociales y médicas para sobrevivir
en tan duras condiciones o una historia amable y positiva al estilo del cine
francés (Intocables) o de nuestro Campeones. Afortunadamente (dadas las horas y
circunstancias en que la vemos), la cosa va de esa última opción. No hace falta decir que ya la habíamos visto
antes, pero eso tampoco es un problema porque una de las ventajas de la edad es
que las cosas, sobre todo si son recientes, se olvidan pronto y disfrutas las
repeticiones como si fueran estrenos.
Lo primero que me sorprendió, porque no lo recordaba, es
el carácter académico y didáctico del inicio. Tiene su sentido pues el cuidador
protagonista basa su papel en que ha realizado un curso de 6 semanas. Y la
clase que abre el film es parte de ese curso. Y en ella sientan los
principios del cuidado que son cinco: (1) Preguntar; (2) Escuchar; (3)
Observar, (4) Ayudar; (5) Preguntar de nuevo. En realidad, están muy bien. Con
esas palabras u otras muy similares hemos formado nosotros a los
estudiantes de Educación Social. Empezar siempre preguntando (y escuchando,
claro) porque no eres un técnico que vas a aplicar tus técnicas sino alguien
que se pone a disposición de las personas que precisan cuidados. Muy importantes
estos dos primeros principios. Y no lo son menos, los que siguen: observar y en
base a ello prestar la ayuda que sea conveniente (ni menos de la necesaria ni
más que la suficiente). Y luego, recomenzar el círculo preguntando una vez
más. Y con ello, la profe les va
señalando algunas de las condiciones básicas a seguir por un buen cuidador: cuida pero no te encariñes (esto
suena a realista pero imposible, la cuestión no es tanto que no te encariñes
cuanto que sepas gestionar bien ese cariño, cosa que se matiza bien en una condición
posterior); no se puede cuidar de los demás si antes no cuidas de ti mismo (nadie se prepra para ser mártir); mis
necesidades son las mismas que las que tiene la persona que cuido (esta idea
merecería un largo comentario que la matizara, pues tanto puede ser un buen
consejo como una idea nefasta a la hora de atender a los demás). Y la que
resulta la más importante de todas las condiciones mencionadas: cuidar no es
solamente prestar una ayuda, cuidar es, sobre todo, saber gestionar la difícil
relación que se produce entre cuidador y persona cuidada. Una verdad como una
casa. Y la película lo muestra muy bien (igual que lo hicieron las otras
similares: Intocables y Campeones).
Bueno, más allá de la clase sobre
cuidados, la película está bien, con momentos brillantes (sobre todo los
diálogos entre el cuidador y su rebelde paciente) y otros un poco más
mesetarios y previsibles. Pero lo interesante es que el film no se recrea en
los aspectos más dramáticos de la situación sino que trata de buscarle siempre
la cara amable y social de la convivencia entre cuidador y persona cuidada.
Incluso el propio enfermo bromea sobre su situación y busca situaciones
paradójicas y de utilización graciosa de la misma (por cierto, sin puñetera
gracia en algunos casos, al menos vista desde la óptica del cuidador, pero que,
superado el susto, ayudan a quitar dramatismo a la enfermedad).
Pero la historia resulta
agradable y se disfruta de ella. Más aún si uno sabe de cómo funcionan esos
procesos de ayuda. Personalmente tengo que decir que me pareció que todo
funciona muy bien desde el punto de vista del “cuidado”. Es lo que llama
la atención de estas películas, al final
centran el cuidado más en las cualidades del cuidador que en su formación. Si
tomamos como referencia las tres películas mencionadas (Intocables, Campeones y
ésta) ninguno de los cuidadores tenía experiencia previa y su formación era más
bien escasa. Y sin embargo, todos ellos lo hicieron muy bien. También tuvieron
buenos enfermos, pero hasta eso hay que atribuirlo a sus méritos pues ninguno
de ellos fue sujeto fácil al inicio de su relación. En fin, que supieron
ganárselos y convencerlos para arriesgarse y asumir desafíos interesantes.
En esta película, la parte
central es el viaje que inician para visitar el socavón más profundo del mundo,
resultado de una excavación minera que fue abandonado. Entre medias, podrían
ver también otras cosas llamativas del camino. Para un sujeto que apenas podía
moverse y que dependía de respiradores y otras máquinas para sobrevivir, ese
viaje parece, desde luego, un desafío complejo. Pero lo acepta (mérito del
cuidador) y se echan a la carretera. Y, como sucede siempre, en el camino
suceden muchas cosas. Lo interesante de los road
movies es que dan para centrar el argumento en la relación entre los que
viajan. Eso es exactamente lo que sucede aquí, las relaciones entre cuidador y persona
cuidada es el tema y ahí es donde aparece con todos sus matices, como comedia y
como drama. Muy interesante todo. Luego aparecen esos otros elementos,
innecesarios pero convenientes para ampliar el muestrario de situaciones que
hagan atractivo el film: las chica autoestopista y su padre, la embarazada y el
parto, el padre lejano. Innecesarias pero soportables. Quizás se hiciera
demasiado lento e hipertrofiado el argumento central sin esos excursos. En
cualquier caso, no molestan. Lo
importante es que al final llegan hasta el socavón y el muchacho lograr
consumar la meada más larga del mundo, uno de sus sueños.
Merece la pena verla. A mí me
hubiera gustado verla con mis estudiantes para poder comentarla con ellos.
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