miércoles, octubre 19, 2022

GIRASOLES SILVESTRES

 



Tras la carrerilla cinematográfica de la semana pasada (3 película en 8 días resulta inusual), nada mejor que aprovechar el rebufo y no perder de todo el ritmo. Tocaba cine, por tanto. Cine en horario de gente mayor, aunque no tan mayor. No podemos prescindir de la siesta que es una fuente de calidad de vida, ni estamos dispuestos a acudir a sesiones tardías que te arruinan la cena. Queda un estrecho margen en el que buscar la película adecuada en la sesión más propicia. No siempre es fácil.

Y así acabamos en Girasoles Silvestres, la reciente película de Jaime Rosales, protagonizada por Ana Castillo y que aborda un tema sensible y complejo: el de las relaciones de pareja y sus vaivenes. Cuenta la historia de una chica joven con una biografía densa. Vive con sus dos hijos en casa de su abuelo porque está separada del padre de sus hijos; encuentra una nueva pareja de la que acaba separándose por violencia de género; vuelve con el padre de sus hijos y la cosa tampoco va bien y acaba al final con un amigo de la infancia no sin dificultades y momentos de bajón. Hay que señalar que la protagonista Ana Castillo hace un papel impresionante a lo largo de todo el film. Ella es el eje de la película y se mantiene siempre en un nivel muy aceptable, tanto en las escenas de chica y madre normal, como en los momentos más densos e impactantes del film. También los personajes secundarios cumplen con su papel con dignidad (un poco sobreactuados los hombres en algunos momentos), incluidos los niños que intervienen.

Así pues, la película cuenta de forma sencilla y directa una historia de fuerte contenido emocional. Sabido es que las historias de vida en pareja siempre permiten diferentes versiones (la vida en pareja es bien complicada) y el cine actual tiende a servirnos la versión femenina. No está mal y hasta puede resultar conveniente habituarse a ello, pero la insistencia va generando un agotamiento notable en mí (no tengo pretensión alguna de generalizar, supongo que cada quien valora estas historias muy a su manera y en función de lo que ha sido su propia vida al respecto).

Mi impresión ante este tipo de films (pasa otro tanto en las novelas) es que no hay historias neutras, que cuando se escribe un guión y se construye una historia cinematográfica se busca transmitir un mensaje, llevar a una moraleja que cale en el espectador. Incluso cuando se dice aquello de “basada en un caso real”, ese realismo supuesto no es tal, sino que lo real se reconstruye a medida de la particular mirada que quienes lo cuentan. El cine y las novelas son siempre eso: postverdades gestadas a partir del interés y objetivo de quien lo cuenta. Y no discuto la legitimidad de hacerlo así, ¡solo faltaba!, solo que, a mí, al menos, me cansa esa persistencia en seleccionar lo mejor de las mujeres y lo peor de los hombres.

Tras ver la película, uno podría pensar que “¡fíjate qué mala suerte ha tenido esta chica, ha ido tropezando con hombres malos e irresponsables que le han complicado la existencia!”. Si la historia de la película fuera única en el panorama cinematográfico, podría valer una interpretación así porque se aplicaba a un caso concreto, que sin duda los hay. Si los papeles de buenos y malos, sensatos e insensatos, constructivos o destructivos estuvieran repartidos de manera equitativa entre hombres y mujeres (e incluso, aunque se remarcara un poco más la idiotez y maldad de los hombres), también cabría pensar en que se transmitía una visión aceptable de la realidad. Más difícil resulta cuando los malos son siempre los hombres y las buenas y sufrientes son las mujeres. Resulta un mensaje oportunista y poco creíble.


 

Cada vez que me encuentro con situaciones de este tipo me pregunto qué es lo que en el fondo se quiere transmitir: ¿qué la historia que se cuenta es un caso particular y excepcional y que justamente por eso merece la pena ser contado?; ¿qué esa historia en realidad es solo un ejemplo de muchas historias similares?; ¿que lo que se cuenta no tiene por qué ser verdad ni ficción, sino una mera construcción artística del director del film?; ¿qué lo que se ha querido es hacer una nueva denuncia de la penosa situación de la mujer con respecto a los diversos tipos de violencia machista?

En fin, quizás sea injusto valorar una película no por la historia que ella cuenta y cómo la cuenta, sino por el entorno cultural en el que la película aparece. Girasoles Silvestres cuenta su historia y lo hace bien. La historia es interesante, está bien contada y genera una fuerte implicación en el espectador. Aunque construida sobre clichés tanto masculinos como femeninos, los actores los dotan de credibilidad: es decir, la forma en que suceden las cosas en el film son creíbles, podrían, efectivamente, haber sucedido así. Como decía, mi problema se genera cuando la anécdota, el caso concreto, se convierte en categoría y en lugar de entender que las cosas pudieron suceder así en ese caso, la insistencia en historias similares, nos llevan a la percepción de que se cuenta así porque así es como las cosas suelen ser siempre o casi siempre.

Dicho lo cual, siempre queda la duda de si el problema es de la película (o del cine en general), o, más bien, es un problema mío. Y, efectivamente, tengo un problema con ese mantra constante de que los hombres somos malos por condición natural; que nuestro papel y posición en las relaciones de pareja son irrelevantes o tóxicas; que somos violentos y desconsiderados con las mujeres; que rehuimos por principio nuestras responsabilidades domésticas y familiares. ¿Qué quieren, es demasiado pesado y culpabilizador ese mensaje, como para no sentirse aludido y agobiado?

Y sí, ya sé: “hombres…”

 

 

sábado, octubre 15, 2022

HOMENAJE AL PROFESOR ANTÓN COSTA

 


Hoy hemos celebrado un hermoso homenaje a un compañero de la Facultad, el profesor Antón Costa Rico, catedrático de Historia de la Educación. También a él le llegó el momento de su jubilación tras toda una vida dedicada a la enseñanza en la universidad. Jubilación que, supongo, le está costando asumir porque él, como muchos de nosotros, lleva tan dentro de su identidad el oficio de maestro que cuesta ponerla al margen y vivirse de otra forma.

Día acertado este 15 de Octubre, que es el día del maestro en Brasil y desde donde nos llegan cada año muchos mensajes de congratulación de nuestros exalumnos/as de allí. Uno de los recibidos  dice: “No Japão, o único profissional que não precisa se curvar diante do imperador é o profesor, pois segundo os japoneses, numa terra em que não há profesores, não pode haver imperadores”. Seguro que a Antón le gusta la idea porque siempre ha vivido y transmitido ese sentido del valor y la dignidad de ser profesor.

 El acto de homenaje ha sido especialmente cálido y emotivo. Mucha gente y mucho cariño y agradecimiento a quien ha sido compañero, colega o profesor durante los muchos años que ha dedicado a la docencia. Hasta estaba allí Agustín Escolano que fuera su profesor en Salamanca y, posteriormente su director de tesis y su mentor. Así que pasado, presente y futuro (también había una preciosa bebé que de vez en cuando hacía sentir su presencia y que era la mejor muestra de que la vida sigue y es hermosa) se unían en aquella sala para agasajar a Antón. Tras las intervenciones formales, hubo tiempo para que quien quisiera pudiera aportar sus anécdotas y vivencias. Varias lo hicieron.  Eché de menos la intervención de otros profesores o profesoras  de la Facultad y yo mismo estuve tentado de hacerlo, pero el alto nivel de emotividad del momento me retrajo. Pero me quedó revoloteando dentro, como una comida que no acabas de digerir, la necesidad de expresar lo que aquel momento despertó en mí. Y como hago tantas veces en que no soy capaz de decirlo en público, trataré de hacerlo a través de este post para el blog.

Que conste, ya desde el inicio que no es fácil. Mi perspectiva es muy diferente a la de quienes han ido explicando sus recuerdos y emociones con respecto a quien fue su colega, su profesor, su comilitante en posiciones políticas o ideológicas.  La convivencia entre profesores es algo distinta y mucho más compleja. Es un cuento muy conocido entre académicos aquella historia de que los profesores titulares fueron a quejarse a Dios de que la Universidad era un territorio injusto con ellos porque, al final, hacían el mismo trabajo que los catedráticos y cobraban mucho menos que ellos y, además, eran los catedráticos quienes tenían el poder y se llevaban los méritos. Dios aceptó su queja y estuvo de acuerdo en que su posición era penosa, pero les aseguro que no era menos penosa la de los catedráticos, pues junto a cada uno/a de ellos había… otro catedrático. Así que, ni siquiera en el ámbito de la educación y la Pedagogía, resulta fácil la convivencia entre docentes, sean catedráticos o no. De todas formas, aunque no han faltado los desencuentros, yo no tengo la sensación de que Antón y yo hayamos sido de ese tipo de catedráticos que se hacen la vida imposible. Espero que Antón tenga, también esa sensación.

Yo llegué a la Universidad de Santiago en el curso de 1978-79, y, aunque no lo recuerdo bien, creo que Antón ya era profesor en la Facultad. La Wikipedia está equivocada pues dice que inició su andadura docente en el año 1985. Eso es imposible, creo yo. En cualquier caso, llevamos muchos años juntos, casi medio siglo. Tiempo suficiente para etapas de proximidad, de lejanía, de conflicto, de coalición. La vida universitaria (como la vida en general) es demasiado compleja para poderla ver en un plano lineal. Como en la novela de Luca de Tena y el film de Oriol Paulo, la vida se construye con renglones torcidos. Eso la hace más real e, incluso, más divertida.

Muchas de las intervenciones en el acto de homenaje han construido su loa a Antón, reconstruyendo su propia biografía y destacando en ella los momentos en que Antón tuvo presencia en su vida. Es magnífico constatar, aunque sea ahora que ha pasado tanto tiempo, que uno haya podido ser alguien importante en la vida de otra persona. A medida que uno se va haciendo mayor es más consciente de sus propias debilidades en todos los ámbitos.  Para un profesor que lleva en su alma el deseo de influir en sus estudiantes, de mejorarlos, de ayudarles a progresar, que te recuerden lo importante que fuiste para ellos y otras personas, parece como que te consuela y te otorga una cierta paz. Como lo tenía sentado de tras de mí, yo ya iba viendo cómo se le encendía la cara y se le humedecían los ojos de satisfacción. Y como él es tan extrovertido, se volcaba en los aplausos y comentarios con los brazos y la voz en alto.

Uxía Bolaño le dedicó una laudatio llena de adjetivos que eran como pétalos de rosas destinados a formar un hermoso ramo de aprecios y emociones. Las emociones se construyen con adjetivos, esa es su hermosura, pero también su debilidad. Las emociones, como los gustos son transitorias y así son también los adjetivos. Por eso, más que los adjetivos hay que salvaguardar los sustantivos (profesor, investigador, amigo, tutor, compañero) y los verbos (enseñar, guiar, acompañar, amar). La sesión, en su conjunto, fue hermosa en ese juego de emociones y narrativas sobre la vida y la influencia de Antón. Se lo merece, sin duda, porque a la vista de quienes le hemos conocido está que se ha entregado a su labor y ha buscado siempre ofrecer y dar todo lo que en su mano estuviera. Es un tipo de amabilidad y generosidad muy gallega, construida desde la humildad y sin empalago ni superioridad. Yo no soy gallego (nadie es perfecto), pero siempre me ha encantado esa forma de ser amable y generosa de quienes he tenido la suerte de conocer y apreciar en mis muchos años de ejercicio académico

Escuchando las diferentes intervenciones que se fueron sucediendo varias cosas me fueron llamando la atención. Es lo que me hubiera gustado decir hoy, pero que no me atreví:

a)       1) Si uno se fija bien, la mayor parte de las cualidades que se fueron mencionando tenían que ver con la forma de ser de Antón. Cómo era como persona, cómo se relacionaba con los demás, cómo afrontaba las tareas y las relaciones. También hubo alabanzas a sus conocimientos, a sus libros y trabajos, pero en una proporción infinitamente menor. Algunos de los que hablaron, seguramente, ni siquiera han leído mucho de lo que ha escrito… pero le aprecian igual. Y lo hacen por lo que es, y por cómo es y como ha sido con ellos y ellas. La vida académica nos ha metido en un mundo de arenas movedizas en el que se te reconoce por lo que haces y no por lo que eres y como eres. Pero al final, los que se acuerdan de ti y quienes te aprecian, lo hacen, sobre todo, por lo que eres y por la forma en que los has tratado.

b)      2) Muchos de los que hablaron, destacaron en Antón su cualidad de “militante”. Se la valoraron mucho y recalcaron su presencia militante en diversos ámbitos, lo que significa que le otorgan mucho valor. Respeto y comprendo que lo hicieran, aunque no lo comparta, al menos en lo que la militancia tiene de imposición, de presión hacia las propias convicciones. De las muchas cosas que admiro en Antón, ésta es la que menos. Y me alegra ver, que en ese punto ha ido ganando mucho con el paso del tiempo, no porque hayan disminuido sus convicciones sino porque ha moderado su forma de exhibirlas y compartirlas sin imponerlas.

c)       3) En mi visión de la enseñanza universitaria he mantenido siempre una perspectiva más institucional que personal. Es decir, creo que la auténtica influencia formativa la ejercen las instituciones no las personas concretas que trabajamos en ellas. Lo importante, lo que te forma y te deja marcas indelebles, lo que te construye como profesional es el proyecto institucional y la experiencia formativa que vives durante los años que dura la carrera. En mi último libro sobre coreografías didácticas hablo de eso. Sin embargo, la sesión de esta mañana y otras similares a las que he venido asistiendo, me han dejado claro lo importantes que son, en esa experiencia global, las personas individuales. “Hay días que son toda una vida”, leí hace poco en una novela. Quizás podríamos trasladar esa idea a la educación. ¿Será verdad que “hay profesores que son toda la formación”, que han llegado a influirme de tal manera que su influencia en mi propio proyecto de vida ha sido incluso mayor que el del resto de la carrera? Pues, visto lo visto, quizás sea verdad y yo tenga que revisar mis propias certezas al respecto.

 


En fin, caro Antón, foi una festa fermosa, amigable e chea de emocións. Notábase na túa faciana a pegada que cada nova intervención ía deixando en ti. Aquelo parecía coma un oficio de laudes cantando as loubanzas do mestre e amigo querido. Chegar ao final da carreira académica non é fácil, como ben o sabes.  Está ben, por tanto, adornala de cánticos de recoñecemento. E iso que, todo o que contan e cantan é só a punta do iceberg do que é a vida dun catedrático (e dos outros profesores tamén). Fora da vista está a esforzada camiñada de quen sacrifica moitas cousas (atención á familia, ocio, afeccións e folgos varios) polo traballo permanente e a tensión de dar resposta ás demandas permanentes que a comunidade académica faiche. Un sempre queda coa dúbida de se pagou a pena tanto esforzo. Ao final ti marchas, chegan outros e as cousas seguen funcionando. No persoal, nesas liñas tortas que foi a nosa convivencia na Facultade, só quero  agradecerche o bo ton de todos estes anos. Sempre botei de menos una maior relación entre todos nós, profesores e profesoras das distintas áreas. Parece mentira que unha facultade como a nosa, cun ecosistema tan polícromo de persoas e saberes, con especialistas de materias tan diferentes (dende a arte ás matemáticas, dende a filosofía a saúde, dende a historia á didáctica, dende a educación infantil á educación de adultos) non nos teñamos enriquecido máis os uns aos outros. Cada un de nós pechadiño na nosa parcela perdemos a posibilidade de compartir experiencias e ideas cos demais. Un desastre. E o peor é que non parece que os novos profesores e profesoras vaian a mudar a situación.

Un grande abrazo, Antón e os mellores desexos para a nova etapa que comezou coa xubilación e agardo que sexa longa e pracenteira.

viernes, octubre 07, 2022

LOS RENGLONES TORCIDOS DE DIOS

 

 

 Semana saturada de cine.  A la mayor gloria del séptimo arte, porque ha sido cine en el cine, que es el contexto adecuado para sentir lo que el film te quiere transmitir. Es una sensación real, situada. Parecido a lo que sucede cuando lees un libro de papel y lo tocas, lo sientes, lo tienes allí contigo. El cine tiene también sus condiciones: la sala, la oscuridad, la compañía invisible de los otros asistentes, el sonido ambiente, la pantalla grande, la implicación plena en la historia, las risas o suspiros tuyos y de otros…el cine en el cine se vive, no solo se ve.

Claro que en esta crisis global de espectadores nos ha pasado bastantes veces de estar solo nosotros en la sala. O con otra pareja. Y eso, la verdad, rompe el encanto. Pero esta semana ha sido distinto: la rebaja de precios para celebrar los “días del cine” a medio llenado las salas. Y ha sido mucho mejor. Cine en compañía.

LOS RENGLONES TORCIDOS DE DIOS es una película española de este mismo año (2022) dirigida por Oriol Paulo (que ya hizo películas interesantes como El cuerpo con Belén Rueda, Contratiempo o Durante la Tormenta) y protagonizada por Bárbara Lennie (que está fantástica) y Eduard Fernández, ambos bien conocidos en el contexto cinematográfico español. Está basada en la novela de Torcuato Luca de Tena que lleva ese mismo título. Hoy le criticarían por denominar así, “renglones torcidos”, a las personas que padecen enfermedades psiquiátricas.

El guión es obra del propio director con Guillem Clua y Clara Sendim. No he leído el libro así que no puedo comentar el grado de ajuste entre novela y film. Supongo (solo supongo) que en la novela los protagonistas son los enfermos mentales (de hecho, sé que Luca de Tena recorrió varios psiquiátricos españoles antes de escribirla), pero en esta película, su papel es el de mera comparsa, de fondo contextual que el director usa para dar un tono policíaco y de suspense a la trama. En cualquier caso, debo reconocer que la sintaxis de la historia me ha parecido compleja, confusa y de difícil progresión. Demasiados bucles entre pasado y presente, entre realidad y falsedad. Probablemente, se trata de una complejidad intencional (es una de las características del cine de Oriol Paulo) que busca reflejar la compleja relación entre realidad y mente humana, pero te deja esa incierta sensación de que no has sabido entender la historia. Haciendo gala al título, también el guión es un renglón torcido (y retorcido), en el sentido más literal.

 Imagen y fotografía están muy bien. El inicio del film entrando en el impresionante edificio de la residencia es el preludio de una detallada descripción de los espacios y las acciones que suceden a lo largo del film. No sé si todos los intervinientes fueron actores profesionales, pero, la verdad, están muy bien caracterizados tanto los sujetos como los ambientes. Todo te lleva a sentirte, tú mismo, dentro de una institución cerrada y en ese marco agobiante de un mundo especial. Bernat Bosch ha hecho un gran trabajo con la fotografía. Y los responsables del casting han hecho una selección de actores, sobre todo secundarios, sobresaliente.

La historia que se nos cuenta es la de una detective privada que, para aclarar un caso de dudoso suicidio, finge una paranoia para ser internada en una residencia psiquiátrica y poder resolver el caso desde dentro. La tarea no resulta fácil, como puede suponerse, y toda la historia se va complejizando a medida que avanza el proceso. La detective acaba viéndose afectada en su propia salud física y mental. Todo el hilo de su historia y misión se enreda y acaba atrapada en el mismo marasmo de confusión entre realidad y ficción que caracteriza a las enfermedades mentales.

Es esa labilidad entre la ficción y la realidad, entre la cordura y el desequilibrio, el espejo en el que el film (y supongo que la novela) nos sitúan. No es fácil distinguir la verdad de la ficción y a veces todos pasamos por esos momentos psicóticos en los que los confundimos. La historia que se nos cuenta resulta poco creíble en su conjunto (con ciertos huecos en el guión que le desmerecen), pero no importa porque tampoco era ése su objetivo. Lo interesante es que durante las 2 horas y media que dura el film (¡otra película larga de más!) estás atrapado en la historia y en el ambiente del psiquiátrico. Y cuando concluye, como el final es abierto e interpretable, sigues sin saber qué demonios es lo que ha sucedido.