sábado, octubre 15, 2022

HOMENAJE AL PROFESOR ANTÓN COSTA

 


Hoy hemos celebrado un hermoso homenaje a un compañero de la Facultad, el profesor Antón Costa Rico, catedrático de Historia de la Educación. También a él le llegó el momento de su jubilación tras toda una vida dedicada a la enseñanza en la universidad. Jubilación que, supongo, le está costando asumir porque él, como muchos de nosotros, lleva tan dentro de su identidad el oficio de maestro que cuesta ponerla al margen y vivirse de otra forma.

Día acertado este 15 de Octubre, que es el día del maestro en Brasil y desde donde nos llegan cada año muchos mensajes de congratulación de nuestros exalumnos/as de allí. Uno de los recibidos  dice: “No Japão, o único profissional que não precisa se curvar diante do imperador é o profesor, pois segundo os japoneses, numa terra em que não há profesores, não pode haver imperadores”. Seguro que a Antón le gusta la idea porque siempre ha vivido y transmitido ese sentido del valor y la dignidad de ser profesor.

 El acto de homenaje ha sido especialmente cálido y emotivo. Mucha gente y mucho cariño y agradecimiento a quien ha sido compañero, colega o profesor durante los muchos años que ha dedicado a la docencia. Hasta estaba allí Agustín Escolano que fuera su profesor en Salamanca y, posteriormente su director de tesis y su mentor. Así que pasado, presente y futuro (también había una preciosa bebé que de vez en cuando hacía sentir su presencia y que era la mejor muestra de que la vida sigue y es hermosa) se unían en aquella sala para agasajar a Antón. Tras las intervenciones formales, hubo tiempo para que quien quisiera pudiera aportar sus anécdotas y vivencias. Varias lo hicieron.  Eché de menos la intervención de otros profesores o profesoras  de la Facultad y yo mismo estuve tentado de hacerlo, pero el alto nivel de emotividad del momento me retrajo. Pero me quedó revoloteando dentro, como una comida que no acabas de digerir, la necesidad de expresar lo que aquel momento despertó en mí. Y como hago tantas veces en que no soy capaz de decirlo en público, trataré de hacerlo a través de este post para el blog.

Que conste, ya desde el inicio que no es fácil. Mi perspectiva es muy diferente a la de quienes han ido explicando sus recuerdos y emociones con respecto a quien fue su colega, su profesor, su comilitante en posiciones políticas o ideológicas.  La convivencia entre profesores es algo distinta y mucho más compleja. Es un cuento muy conocido entre académicos aquella historia de que los profesores titulares fueron a quejarse a Dios de que la Universidad era un territorio injusto con ellos porque, al final, hacían el mismo trabajo que los catedráticos y cobraban mucho menos que ellos y, además, eran los catedráticos quienes tenían el poder y se llevaban los méritos. Dios aceptó su queja y estuvo de acuerdo en que su posición era penosa, pero les aseguro que no era menos penosa la de los catedráticos, pues junto a cada uno/a de ellos había… otro catedrático. Así que, ni siquiera en el ámbito de la educación y la Pedagogía, resulta fácil la convivencia entre docentes, sean catedráticos o no. De todas formas, aunque no han faltado los desencuentros, yo no tengo la sensación de que Antón y yo hayamos sido de ese tipo de catedráticos que se hacen la vida imposible. Espero que Antón tenga, también esa sensación.

Yo llegué a la Universidad de Santiago en el curso de 1978-79, y, aunque no lo recuerdo bien, creo que Antón ya era profesor en la Facultad. La Wikipedia está equivocada pues dice que inició su andadura docente en el año 1985. Eso es imposible, creo yo. En cualquier caso, llevamos muchos años juntos, casi medio siglo. Tiempo suficiente para etapas de proximidad, de lejanía, de conflicto, de coalición. La vida universitaria (como la vida en general) es demasiado compleja para poderla ver en un plano lineal. Como en la novela de Luca de Tena y el film de Oriol Paulo, la vida se construye con renglones torcidos. Eso la hace más real e, incluso, más divertida.

Muchas de las intervenciones en el acto de homenaje han construido su loa a Antón, reconstruyendo su propia biografía y destacando en ella los momentos en que Antón tuvo presencia en su vida. Es magnífico constatar, aunque sea ahora que ha pasado tanto tiempo, que uno haya podido ser alguien importante en la vida de otra persona. A medida que uno se va haciendo mayor es más consciente de sus propias debilidades en todos los ámbitos.  Para un profesor que lleva en su alma el deseo de influir en sus estudiantes, de mejorarlos, de ayudarles a progresar, que te recuerden lo importante que fuiste para ellos y otras personas, parece como que te consuela y te otorga una cierta paz. Como lo tenía sentado de tras de mí, yo ya iba viendo cómo se le encendía la cara y se le humedecían los ojos de satisfacción. Y como él es tan extrovertido, se volcaba en los aplausos y comentarios con los brazos y la voz en alto.

Uxía Bolaño le dedicó una laudatio llena de adjetivos que eran como pétalos de rosas destinados a formar un hermoso ramo de aprecios y emociones. Las emociones se construyen con adjetivos, esa es su hermosura, pero también su debilidad. Las emociones, como los gustos son transitorias y así son también los adjetivos. Por eso, más que los adjetivos hay que salvaguardar los sustantivos (profesor, investigador, amigo, tutor, compañero) y los verbos (enseñar, guiar, acompañar, amar). La sesión, en su conjunto, fue hermosa en ese juego de emociones y narrativas sobre la vida y la influencia de Antón. Se lo merece, sin duda, porque a la vista de quienes le hemos conocido está que se ha entregado a su labor y ha buscado siempre ofrecer y dar todo lo que en su mano estuviera. Es un tipo de amabilidad y generosidad muy gallega, construida desde la humildad y sin empalago ni superioridad. Yo no soy gallego (nadie es perfecto), pero siempre me ha encantado esa forma de ser amable y generosa de quienes he tenido la suerte de conocer y apreciar en mis muchos años de ejercicio académico

Escuchando las diferentes intervenciones que se fueron sucediendo varias cosas me fueron llamando la atención. Es lo que me hubiera gustado decir hoy, pero que no me atreví:

a)       1) Si uno se fija bien, la mayor parte de las cualidades que se fueron mencionando tenían que ver con la forma de ser de Antón. Cómo era como persona, cómo se relacionaba con los demás, cómo afrontaba las tareas y las relaciones. También hubo alabanzas a sus conocimientos, a sus libros y trabajos, pero en una proporción infinitamente menor. Algunos de los que hablaron, seguramente, ni siquiera han leído mucho de lo que ha escrito… pero le aprecian igual. Y lo hacen por lo que es, y por cómo es y como ha sido con ellos y ellas. La vida académica nos ha metido en un mundo de arenas movedizas en el que se te reconoce por lo que haces y no por lo que eres y como eres. Pero al final, los que se acuerdan de ti y quienes te aprecian, lo hacen, sobre todo, por lo que eres y por la forma en que los has tratado.

b)      2) Muchos de los que hablaron, destacaron en Antón su cualidad de “militante”. Se la valoraron mucho y recalcaron su presencia militante en diversos ámbitos, lo que significa que le otorgan mucho valor. Respeto y comprendo que lo hicieran, aunque no lo comparta, al menos en lo que la militancia tiene de imposición, de presión hacia las propias convicciones. De las muchas cosas que admiro en Antón, ésta es la que menos. Y me alegra ver, que en ese punto ha ido ganando mucho con el paso del tiempo, no porque hayan disminuido sus convicciones sino porque ha moderado su forma de exhibirlas y compartirlas sin imponerlas.

c)       3) En mi visión de la enseñanza universitaria he mantenido siempre una perspectiva más institucional que personal. Es decir, creo que la auténtica influencia formativa la ejercen las instituciones no las personas concretas que trabajamos en ellas. Lo importante, lo que te forma y te deja marcas indelebles, lo que te construye como profesional es el proyecto institucional y la experiencia formativa que vives durante los años que dura la carrera. En mi último libro sobre coreografías didácticas hablo de eso. Sin embargo, la sesión de esta mañana y otras similares a las que he venido asistiendo, me han dejado claro lo importantes que son, en esa experiencia global, las personas individuales. “Hay días que son toda una vida”, leí hace poco en una novela. Quizás podríamos trasladar esa idea a la educación. ¿Será verdad que “hay profesores que son toda la formación”, que han llegado a influirme de tal manera que su influencia en mi propio proyecto de vida ha sido incluso mayor que el del resto de la carrera? Pues, visto lo visto, quizás sea verdad y yo tenga que revisar mis propias certezas al respecto.

 


En fin, caro Antón, foi una festa fermosa, amigable e chea de emocións. Notábase na túa faciana a pegada que cada nova intervención ía deixando en ti. Aquelo parecía coma un oficio de laudes cantando as loubanzas do mestre e amigo querido. Chegar ao final da carreira académica non é fácil, como ben o sabes.  Está ben, por tanto, adornala de cánticos de recoñecemento. E iso que, todo o que contan e cantan é só a punta do iceberg do que é a vida dun catedrático (e dos outros profesores tamén). Fora da vista está a esforzada camiñada de quen sacrifica moitas cousas (atención á familia, ocio, afeccións e folgos varios) polo traballo permanente e a tensión de dar resposta ás demandas permanentes que a comunidade académica faiche. Un sempre queda coa dúbida de se pagou a pena tanto esforzo. Ao final ti marchas, chegan outros e as cousas seguen funcionando. No persoal, nesas liñas tortas que foi a nosa convivencia na Facultade, só quero  agradecerche o bo ton de todos estes anos. Sempre botei de menos una maior relación entre todos nós, profesores e profesoras das distintas áreas. Parece mentira que unha facultade como a nosa, cun ecosistema tan polícromo de persoas e saberes, con especialistas de materias tan diferentes (dende a arte ás matemáticas, dende a filosofía a saúde, dende a historia á didáctica, dende a educación infantil á educación de adultos) non nos teñamos enriquecido máis os uns aos outros. Cada un de nós pechadiño na nosa parcela perdemos a posibilidade de compartir experiencias e ideas cos demais. Un desastre. E o peor é que non parece que os novos profesores e profesoras vaian a mudar a situación.

Un grande abrazo, Antón e os mellores desexos para a nova etapa que comezou coa xubilación e agardo que sexa longa e pracenteira.

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