“Tengo una teoría…”, escuché que decía
el actor. Eran casi las 4 de la tarde y yo estaba a medio despertar de la
siesta, en ese sopor etéreo por el que vas transitando desde el sueño a la
realidad. En mi caso, suele ser un tránsito tranquilo, yo sentado en el sofá en
el que cada sobremesa me acurruco para sobar un ratito entre sonrisas (hace ya
días que sustituí el telediario, siempre cargado de malas noticias y sermones
oficiales, por los chicos del Big Bang en la TNT). Y la frase seguía, no la
recuerdo literalmente, diciendo algo así como que su teoría era que la vida
está formada por los diversos momentos impactantes que hemos ido viviendo; y
que son esos momentos los que hacen que seamos como somos. A las dos neuronas que tenía activas en ese
momento les pareció una idea prometedora. Y le presté atención.
Estaban pasando la película Todos los días de mi vida (una traducción
extraña de su título original The
Vow, el voto, supongo por la cosa de los votos matrimoniales que los
contrayentes se hacen en las pelis románticas), un film del 2012, dirigido por
Michael Sucsy y protagonizado por Channing Tatum y Rachel McAdams. La película se ve con gusto y, en su conjunto, resulta
interesante. Tuvo malas críticas, algunas de ellas insistiendo en que, para ser
una película romántica, no se veía feeling
entre los protagonistas, como que no transmitían esa fuerza que diera
credibilidad a la historia. Puede ser, pero yo no observé eso. Al contrario, me
parecieron los dos muy guapos e interesantes. Pero, en cualquier caso, lo que
me interesó mucho fue el guion que venía sazonado de ese tipo de frases que te
van dejando ese regustillo de las ideas interesantes y que te hacen pensar.
Algunas, desde luego son cursis a más no poder, pero bueno, al final, eso es lo
que se espera de una película romántica. Otras me parecieron realmente
interesantes.
La historia de la película, supuestamente basada en un hecho
real, es muy interesante. Chico y chica que se conocen, se enamoran y se casan
en un proceso muy original y atractivo. Uno de esos amores de película. Al poco
de casarse, tras una cena cariñosa entre ambos, cuando regresaban a casa ella
le tienta a detenerse y aprovechar la situación: “tengo una teoría, dice ella, si una chica lo hace en un auto, seguro que queda embarazada”.
Era imposible rechazar el convite y fue trágico
aceptarlo. Un camión sin control los arroyó y los arrojó contra un poste. Del accidente los dos salen heridos, pero sobre
todo ella que sufre un gran golpe en la cabeza que la mantiene un tiempo sedada
en la UCI hasta que recobra la conciencia. Pero su recuperación es compleja
porque pierde la memoria de sus últimos años y, especialmente, de los años que
duró su relación con su esposo. No reconoce a éste ni se acuerda de toda la
etapa vivida con él. Y esa es la trama de la película, cómo recuperar a tu
esposa de la desmemoria y como recuperar el amor que se tenían. Porque, “si no te recuerda a ti, cómo sabrá que está
enamorada de ti”.
El proceso no parece simple y menos aún, cuando aparecen en
escena los padres de ella de los que se había separado y a los que había mantenido
al margen en su nueva etapa como novia y después esposa. Ellos también quieren
recuperarla aprovechando su desmemoria. Aparece, incluso, un exnovio al que
abandonó cuando estaban a punto de casarse sin que ella recuerde ahora por qué.
En fin, que tienen un buen lío por delante, tanto ella como él.
Para el protagonista la recuperación pasa por dos fases muy interesantes,
la primera es una recuperación directa mediante la reconstrucción de los
recuerdos de lo que fueron: los escenarios, los amigos, las comidas, los
sentimientos. Esa estrategia no da buen resultado y tal como van las cosas más
bien parece que la perderá. Por eso cambia de estrategia: lo importante no es
recuperar a la situación pre-accidente sino volver a enamorar a la actual
chica. Y ahí comienza un nuevo escenario, una nueva relación basada en el
cortejo, en no dar nada por supuesto sino en tratar de amalgamar una
coreografía muy parecida a la que ya habían utilizado antes en su noviazgo.
Y es en ese marco donde empieza a brillar el guion y a
hacerse interesante y novedosa la historia. A mí me encantó tanto la parte
literaria del guion cuanto los movimientos psicológicos de los personajes. La
propia narrativa del film contrastando los momentos del presente
(post-accidente) con flashback que llevaban a situaciones paralelas en el
pasado (pre-accidente) ayuda seguir con emoción el desarrollo de la historia y
a identificarte con los personajes. Y es, en ese contexto, en el que van apareciendo
algunas perlas literarias tanto en lo que se refiere a las relaciones de pareja
como en lo que se refiere a reflexiones sobre la vida. El título original de la
película (El voto: The Vow) trata de destacar el contenido de los textos con
los que ellos se comprometieron al casarse tanto en el primer casamiento como
en su recuperación posterior:
“Prometo, decía ella, sin importar los retos que puedan separarnos, que siempre encontraremos
el camino para volver a estar
juntos. Prometo vivir al abrigo de tu
corazón y llamarlo siempre hogar. Prometo ayudarte, a amar la vida, prometo tratarte siempre con ternura y tener la paciencia que se requiere, hablar cuando sea necesario y a compartir el silencio cuando no”.
“Prometo, le contestó él, amarte apasionadamente en todas las
formas ahora y para siempre; prometo nunca olvidar que este es un amor para toda la vida y saber siempre que, en lo profundo de mi alma, no importa qué nos pueda separar, siempre nos
volveremos a encontrar el uno al otro”.
Por
supuesto, no me dio tiempo a escribir los textos mientras veía la película. Los
he recogido de Internet. Pero, efectivamente, ese fue, cuando menos, el sentido
de lo que se dijeron. Otra frase interesante fue la que la madre de ella le
dice cuando ella recupera la memoria de lo que sucedió cuando ella marchó de
casa y comenzó esa segunda etapa de su vida cuyo recuerdo había olvidado con el
accidente: lo que sucedió fue que su padre se estaba acostando con su mejor
amiga. Ella le reprocha a su madre que pese a tal infidelidad ella hubiera
seguido con él. “Yo elegí, le contesta
la madre, seguir con él por todas las
cosas que había hecho bien y no dejarlo por lo único que había hecho mal.
Decidí perdonarlo”. Me pareció una apreciación inusual pero muy
interesante.
Pero,
volviendo al inicio, lo que me gustó especialmente fue esa teoría que a mí me
despertó de la sienta y que era como comenzaba (y como acabó) la película. “Yo tengo una teoría. Una teoría sobre los
momentos de impacto. Mi teoría es que esos momentos de impacto son como
destellos de mucha intensidad que te cambian la vida por completo y terminan
definiendo quién eres”. Comparto esa teoría, la vida está hecha de esos
momentos clave. Momentos relevantes y de
diverso tipo, difíciles de identificar a
priori, o de prevenir. También sobre eso se pronuncia nuestro protagonista:
los momentos de impacto son esos momentos “de amor físico, mental y de cualquier otro tipo; esa es mi teoría,
que esos momentos de impacto nos
definen, pero nunca tuve en cuenta que podrías dejar de recordarlos todos”.
¿La vida es eso, los
momentos de impacto de vamos viviendo? ¿Eso es lo que somos nosotros, la
consecuencia de esos actos de amor que acabaron definiéndonos? ¿Cómo tienen que
ser de intensos para que dejen huella? ¿Pueden olvidarse esos momentos? ¿Es eso
lo que sucede cuando los amores se pierden o diluyen hasta quedar en nada? Y si
eso sucede, ¿cuál es la alternativa, recuperarlos en nuestra memoria o
reconstruir la nueva situación con nuevos momentos de impacto? Un lío.
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