Y sí, murió el luthier simpático,
el de voz grave y figura venerable que tanto me ha acompañado en los últimos años.
En esos momentos down, cuando estás agotado o un poco depre, cuando necesitas pensar y distraerte (por ejemplo, cuando salgo a andar o cuando me siento sobre la bicicleta estática), cuando simplemente necesitas una excusa para sonreír, en fin, en todo esos ratos no hay mejor compañía que Les Luthiers.
En esos momentos down, cuando estás agotado o un poco depre, cuando necesitas pensar y distraerte (por ejemplo, cuando salgo a andar o cuando me siento sobre la bicicleta estática), cuando simplemente necesitas una excusa para sonreír, en fin, en todo esos ratos no hay mejor compañía que Les Luthiers.
Tengo que reconocer que con ellos
he pasado momentos felices. El mayor de todos, sin duda, cuando pude asistir
presencialmente a uno de sus espectáculos en el teatro Colón de Buenos Aires.
Entiéndanme bien, no es asistir a uno de sus espectáculos, es asistir en el
Colón de Buenos Aires, allí, entre su gente, en el que fue siempre para ellos
la Meca de su arte. Hace unos días escuchaba un podcast en el que ellos mismos
comentaban sus obras y dejaban claro cómo van construyendo sus espectáculos, reformando
y reconstruyendo sus sketchs en sus
sucesivas presentaciones hasta que se suponen que están ya perfectas y es,
entonces, cuando van a Buenos Aires. Bueno, pues en aquel escenario pude
asistir a Lutherapia. Se notaba tal empatía entre espectadores y artistas que
se llevaban mutuamente en andas. Era como un diálogo, como si cada parte
supiera cuál debía ser el siguiente paso. Y lo que era evidente es que tanto
los actores como el público estaban entregados a aquel momento. Fue fantástico,
una experiencia inolvidable.
De entre todo el elenco, hay que
destacar desde luego a Marcos, a quien acabamos de perder. También perdimos
hace poco a otra pieza clave de Les Luthiers, Daniel Rabinovich, quizás mejor
actor que Marcos y su pareja imprescindible. No sé si el grupo sobrevivirá al
vacío que dejan ambos, ojalá que sí, pero será ya otro grupo diferente al que
nos tenía fascinados.
No es momento para entrar en cada
uno de sus espectáculos porque todos ellos son estupendos, pero hay algunos
inolvidables. Uno de ellos es, sin duda, la sesión de terapia entre Marcos
(psicoanalista) y Daniel (paciente). La recuerdo de manera más viva, quizás,
porque la viví en aquella sesión en directo en Buenos Aires. Siempre me ha fascinado el debate sobre Tetpsícore, la musa de la danza (me acordé de Les Luthiers cuando hace unos meses ví una calle dedicada a ella en Siracusa, Sicilia). Me divertí tanto con esa chanza que la incorporo al final de esta entrada. O el sketch de la Comisión.
Pero son muchos.
La palabra luthiers se refiere a los
maestros artesanos de los instrumentos musicales y ése fue el perfil inicial
del grupo: demostrar que eran capaces de construir y hacer sonar instrumentos
musicales absolutamente inconcebibles y absurdos. De hecho, se nota que son
buenos músicos. Lo que sucede es que el
progresivo peso y liderazgo cómico de Daniel y Marcos reorientó el grupo hacia
esa combinación extraordinaria entre texto y música. En los actuales Luthiers, lo que resulta más
atractivo, para mí, es su capacidad para jugar con el lenguaje (algo muy
argentino, por otra parte), para torcerlo, para buscarle dobles sentidos, para
explotar las ambigüedades del idioma, para combinarlo con gestos (el dubidú, de
la Educación Sexual). Pero sus aciertos, son muchos. El más brillante, sin
duda, el de Juan Bautista Mastropiero, chivo expiatorio de todos sus desmanes y
a quien han maltratado hasta la crueldad con sus bromas.
No debo ser el único a quien Les
Luthiers han alegrado y mejorado su vida. Han cubierto de humor inteligente toda una época. Por eso fue muy
merecido el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. En su
discurso de agradecimiento, Marcos señalaba el carácter social del humor (nadie
se cuenta un chiste a sí mismo), su capacidad para crear empatía y, sobre todo,
su compromiso con el bienestar: el humor nos alegra el ánimo y, a través de esa
vía, nos hace mejores. No sé si, tras escucharlos, uno es mejor o no, pero
siempre te sientes mejor, que no es poco.
Adiós amigo Marcos. Con tu simpatía, pronto te harás buenos amigos allá donde estés. Saluda a Mastropiero. Y, por favor, usa toda tu influencia en el más allá para que Les Luthiers continúe su andadura y logren mantener el buen rollo que vosotros supisteis darle al grupo.
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